ORÍGENES: LA BÚSQUEDA CONSTANTE DE LA SOCIALIZACIÓN
“Ángel” deriva de la palabra griega
aggelos, que significa “mensajero”. En latín angelus equivale a “vehículo de información”. Son seres místicos asociados a
obras religiosas de los tiempos de Babilonia. Son como extensiones de un
determinado dios y ejemplo de comportamiento idílico. Los ángeles son mensajeros
divinos que sirven a la humanidad y la guían por el buen camino.
Todas las mañanas Asunción trabaja como lavandera en una modesta
tiendecita del pueblo unas pocas horas. A su marido le van bien las cosas en el
campo. Cuando llega a casa, Asunción prepara la comida para sus cuatro hijos
–tres de los cuales, a sus catorce años, ya trabajan en la fábrica de curtidos y
apenas se les ve el pelo- y para su marido, que llega con el tiempo justo para
comer y retomar la faena. Por las tardes ayuda a su hija a coser, pues se está
introduciendo en el oficio de modista y todavía tiene mucho que aprender.
Asunción apenas ha cumplido los treinta y dos años. Cerca de la caída del sol,
siempre saca un poco de tiempo para reunirse con sus vecinas de toda la vida y
charlar. Es una cita obligada. En la puerta de casa, sentadas en sillas de
mimbre, comentan lo de todos los días. Nada sorprendente ni excitante, salvo las
noticias del hijo de Puri que ha emigrado a la ciudad. A veces escribe una
carta. Pero sólo a veces. Al parecer ha encontrado trabajo como maquinista del
tranvía y eso lo mantiene ocupado. Un “hasta mañana” es suficiente para tener la
certeza de que al día siguiente, en el mismo lugar y a la misma hora, se
encontrarán las mismas caras con las mismas historias.
María está en la
flor de la vida. Acaba de entrar en la treintena. Es licenciada en periodismo y
desde hace cinco años tiene un trabajo estable como redactora de una radio con
una buena audiencia. Por las mañanas trabaja. Revisar el correo electrónico es
una de las tareas diarias obligatorias. Evidentemente, come el menú del día que
ofrecen en el bar de la esquina, cerca de la radio. Por la tarde acaba su
jornada laboral y arranca el coche para volver a casa (trabaja a unos diez
quilómetros de su hogar). Su pareja llega a la hora de la cena. Mientras,
aprovecha el tiempo documentándose un poco para el especial sobre la historia
del ciclismo que se emitirá mañana. Llega Carlos. Cenan un bocadillo porque no
hay ganas de cocinar. Antes de ir a dormir, María enciende el portátil y revisa
sus redes sociales. Facebook, Tuenti... así puede mantener el contacto diario
con sus amigos. ¡Otra vez se le había olvidado ver a Cristina! Hace tres meses
su amiga de toda la vida tuvo un niño, pero todavía no había encontrado tiempo
para visitarlo. Una llamada y todo solucionado. El fin de semana será una cita
ineludible. Había visto alguna foto del retoño y era regordete. Publica algunos
comentarios y sabe con seguridad que al día siguiente alguien habrá dicho algo
sobre el tema.
Tan solo cien años separan las vidas de Asunción y de María.
***
El ser humano es un animal
social. Ya lo dijo Aristóteles. Las primeras comunidades cazadoras-recolectoras
organizadas en tribus o familias, las sociedades agrarias, las sociedades
industriales. Siempre hablamos de comunidades y de sociedades. ¿Cuál es la
diferencia entre ambos conceptos? Partamos del debate “comunidad
versus
sociedad” (1).
Acostumbramos a definir comunidad como una unidad natural
y espontánea, donde la vida del individuo coincide con la vida conjunta y no se
puede pensar en una vivencia plena al margen de la convivencia grupal. Una
comunidad tiende a la despersonalización del individuo, siendo éste una parte
insignificante del todo. En la sociedad el vivir individual precede al convivir.
La comunidad es integración, mientras que la sociedad es la suma de las partes.
En otras palabras, y generalizando, cuando estamos con la familia estamos en
comunidad y cuando vamos a comprar al supermercado entramos de lleno en la
sociedad.
Si bien no es imposible, sí que es muy difícil sobrevivir hoy
día sin la sociedad actual, es decir, sin ser uno más en la suma de sus partes.
Desde que nacemos nos vemos influenciada por ella: por sus leyes, por su
cultura, por sus hábitos y costumbres, por su gastronomía, por sus modas, por su
historia, por sus tabús… Y, evidentemente, por su sistema económico y todo lo
que ello comporta: el paso del trueque de bienes por la creación de la moneda
metálica gracias a la aparición paulatina de nuevos bienes de consumo. Si nos
permitimos el salto temporal: el cambio de la agricultura de subsistencia a la
cultura del supermercado. Este contexto es suficientemente explicativo del
porqué del ser humano como animal social.
La búsqueda del contacto
humano Paralelamente al aumento de la calidad de vida de
finales del siglo XX –desde una óptica primermundista, claro está–, los
problemas económicos y laborales, sin desaparecer del todo, han dejado espacio a
preocupaciones como el culto al cuerpo o la integración en la red social y la
ampliación de contactos. Precisamente éste es el tema que queremos abordar: cómo
han cambiado las relaciones humanas y la socialización con el desarrollo de la
tecnología.
Nos podemos remontar a años y siglos atrás, pero
comenzaremos hablando de las páginas de “contactos” de los periódicos, que
ofrecen la posibilidad de conocer a personas nuestra ciudad que buscan lo mismo
que nosotros. A partir de ahí, daremos el salto a Internet, que no nació con
todos los elementos que tiene en la actualidad, sino que se ha ido consolidando
como herramienta de socialización con el paso del tiempo: primero aparecieron
los chats y los foros públicos; después se fueron cerrando y haciendo cada vez
más privados, para permitir al usuario ser más selectivo con sus contactos;
posteriormente, la comunicación en Internet fue creando espacios privados donde
dar rienda suelta a la opinión y a la creatividad de las personas, creando el
“periodismo ciudadano” sobre todo gracias a los blogs.
Poco a poco el
contacto se ha ido transformando y fusionando con el intercambio, de forma que
ahora ya no sólo es importante la comunicación directa, sino también poner al
abasto de los demás contenido propio como vídeos o fotografías. Paralelamente al
desarrollo del mundo online se consolida la telefonía móvil, que cambiará el uso
del teléfono e influirá profundamente en la comunicación en Internet con su
“lenguaje SMS”. Todo esto nos llevará a la explosión de las redes sociales
virtuales como Facebook y Tuenti, las más populares en España.
Año 1:
Busco amistad y lo que surja El progreso de la vida urbana nos ha
ido haciendo cada vez más cosmopolitas, pero en contraposición con la familiar
vida rural, nos individualiza y nos encierra en nuestra vida de
transporte-trabajo, transporte-casa. Dejamos de trabajar en el hogar o cerca de
él y nos independizamos buscándonos la vida más lejos. La vida moderna nos
obliga a invertir un tiempo en transportarnos que ya no podremos ocupar en otros
asuntos. De esta forma, el vivir cotidiano nos ha hecho más egoístas
inconscientemente, casi sin quererlo, porque ya no nos detenemos a hablar con
los vecinos ni con el lechero que nos traía sus productos a casa. No porque no
lo queramos, sino porque es el nuevo pacto social que asume que todos somos
extraños y que inmiscuirse en la vida de los demás es de mala educación. Pero
como hemos dicho, el ser humano es un animal social, y aunque tendamos al
aislamiento, sigue siendo necesario el calor humano y la comunicación con
nuestros semejantes.
Para responder a esta necesidad surgieron los
breves de la sección de “Contactos” de los periódicos. Este tipo de anuncios se
refería tanto al interés por conocer a nuevas personas para amistad, como a
negocios relacionados con el sexo. Las personas buscan amistad “y lo que surja”
entre páginas de política internacional o economía. El asunto problemático es
que cada vez es menor el espacio dedicado a contactos entendidos como
intenciones de amistad, al tiempo que aumenta el número de ofertas de
trabajadores y trabajadoras del sexo, convirtiendo la búsqueda de socialización
en negocio de algo natural que no debería serlo. A pesar de las críticas éticas,
muchos diarios de prestigio y de tirada nacional siguen publicando este tipo de
anuncios (
El País,
ABC,
La Razón o
El Mundo). De
hecho, en junio de 2009 únicamente había dos diarios que no tenían sección de
contactos:
Público y
20 Minutos, que eliminó los de contenido
sexual en febrero de 2007 (2).
¿Por qué el sexo ha ido acaparando el
espacio de los periódicos? No sólo porque es un negocio muy lucrativo, sino por
el nacimiento de las nuevas redes sociales virtuales: las personas del “busco
amistad y lo que surja” han encontrado en ellas un lugar más amplio y que llega
a más gente que las páginas del periódico y un servicio más barato que los
breves. No obstante, el mercado del sexo también ha encontrado su sitio en las
nuevas tecnologías.
Año 2: La era del anonimato El
ser humano es quien determina, con sus usos y abusos, la finalidad de los nuevos
instrumentos que los científicos e inventores introducen en la vida cotidiana.
El teléfono fue un instrumento ideado para los negocios. En la segunda mitad del
siglo XIX, en Estados Unidos sus principales usuarios fueron los grandes bancos.
Incluso se creó una red telegráfica interconectada para uso de los abogados.
Pero las amas de casa encontraron en él un medio de evasión de la monotonía
cotidiana dándole el gran uso de la actualidad: la simple conversación.
Internet también ha tenido una evolución curiosa. Nacida en el
Departamento de Defensa de los Estados Unidos el año 1966, su finalidad inicial
era encontrar una manera de acceder y distribuir información en caso de una
catástrofe, como por ejemplo, un ataque nuclear. Se encuentra en plena coyuntura
de la Guerra Fría y todo es posible. Ahí nació el germen: ARPANET, que unió los
ordenadores de cuatro universidades de los Estados Unidos. Un arcaico sistema de
transferencia electrónica dio lugar al Internet tal y como lo conocemos hoy día.
Y ahí proliferaron esos espacios privados, íntimos y anónimos.
Los chats
públicos en cuanto a libre acceso –no nos confundamos, pues son manejados por
empresas privadas– significaron una nueva manera de interacción interpersonal
apersonalizada a mediados de los 90 entre los cada vez más afortunados
que disponían de un ordenador e Internet en casa. Un nuevo mundo se abría ante
los usuarios de los chats: la posibilidad de conocer a mucha gente sin moverse
de casa, inventar un alter ego, explorar una nueva personalidad, explotar al
máximo los ilimitados límites de los seudónimos y de las personalidades
anónimas, verter comentarios picantes o soeces y preguntar todo aquello que
nunca antes se habían atrevido a formular, ocultos bajo una falsa identidad.
Evidentemente, el hecho de que esto lo pudiera hacer yo como individuo
significaba que todos los demás también eran libres de hacerlo. El anonimato
supuso el destierro de los últimos tabús. De repente, podías “gritar” –en
lenguaje chat, las mayúsculas representan el habla agresiva– que te morías por
comer una buena paella, que te gustaba la zoofilia o que odiabas a tu vecino de
arriba.
Los medios de comunicación tradicionales creaban tópicos
respecto al nuevo espacio social aumentando, de esta forma, la ignorancia de las
personas ajenas a esta revolución del teclado. El desconocimiento dibujaba una
especie de aura misteriosa en torno a Internet, haciéndolo incomprensible e
inalcanzable para las personas de cierta edad. Los programas de televisión
“pasatiempos”, los que llenan la tarde con testimonios, proliferaron en la
segunda mitad de la década de los noventa, en paralelo al auge del “Internet en
casa” (Internet se comenzó a popularizar en los hogares españoles a partir de
1995). Y ambos elementos crearon una mezcla explosiva.
Imagina la
situación. Un hombre va a un plató de televisión a pedirle perdón a su pareja
por haberla engañado con otra. Una chica joven pide perdón a los padres por
haberse fugado de casa para dedicarse a la prostitución. Y después,
voilà, un chico gordito con camiseta negra (tópicos muy recurrentes en la
televisión) explica su relación con una chica a la que (¡qué curioso!) conoció
por Internet y a la que nunca ha visto, ni siquiera en foto, y cuya voz nunca ha
escuchado (el mágico avance de la tecnología suplirá, poco después, estas
carencias). La audiencia de este tipo de programas, generalmente de clase baja o
media-baja y un nivel cultural similar (aunque ninguna clase social se priva del
aborregamiento), se sorprende ante esta nueva historia (que pronto dejará de
serlo) y le presta atención. Resulta que Internet ha enamorado profundamente a
dos jóvenes, aseguran que se quieren como son porque no se han conocido
físicamente, y emiten una crítica blanda a la superficialidad de la sociedad.
Con el paso del tiempo, estas apariciones en televisión serían cada vez más
frecuentes, y los espectadores unen, inevitablemente, este amor profundo al uso
de Internet –y sobre todo del chat– como herramienta para ligar. Un buen valor
para verlo en televisión, pero un dudoso hábito cuando son nuestros hijos los
usuarios. “¡Qué horror, mi hija relacionándose con un desconocido por Internet
por temas sentimentales!”. En ocasiones, los platós también reflejan la mentira
escudada en el teclado de un ordenador: “¡Pero si tú me dijiste que eras rubio y
que medías metro ochenta!”. Situaciones divertidas para un espacio ficticio como
la televisión y que entretienen a personas aburridas de su vida.
NOTAS
(1) “Originado por un artículo de Antonio POCH y CAVIEDES
publicado en 1943”. BARBÉ, E.: Relaciones Internacionales, Madrid,
Tecnos, 2007, pp. 131-132.
(2) MORATINOS, G.: “El Gobierno quiere eliminar los anuncios de prostitución de los
periódicos”, El Imparcial, 03/05/2009. Consultado el 03/03/2010.
Nota de la Redacción: agradecemos a
Ediciones
Carena en la persona de su director,
José
Membrive, la gentileza por permitir la publicación de este
fragmento del libro de
Raquel Andrés
Durà,
Los ángeles no tienen
Facebook (Carena, 2010), en
Ojos de
Papel.