Este es el estremecedor párrafo inicial de la Introducción de Cynthia Ozick
a las
Obras Completas de Isaac Bábel aparecidas a mediados del 2002
gracias a la amorosa dedicación y energía de Nathalie Bábel, la hija del
escritor que muy pequeña fue enviada al exilio para salvarle la vida, pues su
permanencia en la URSS en los aciagos días de la
construcción del socialismo
y como hija de un
contrarrevolucionario la hubiera condenado al mismo
fin que su padre. Es curioso y revelador del carácter de Bábel, el que al igual
que Gorki, nunca pudo vivir mucho tiempo fuera de su país: gracias a los
contactos y a la presión ejercida por André Malraux sobre las autoridades
soviéticas, Isaac obtuvo un visado para salir a un congreso de escritores e
intelectuales socialistas en París cuando ya la KGB lo tenía en la lista de
“enemigos del Estado”. Sin embargo, en vez de permanecer fuera de la URSS a
salvo y continuar su obra literaria, decidió regresar a su amada tierra en donde
encontró la suerte que ya conocemos.
La versión oficial soviética
mantenida hasta antes del colapso de la
cortina de hierro sostenía que
Isaac Bábel había fallecido en un campo de concentración en Siberia el 17 de
marzo de 1941. Hoy conocemos la verdad: fue ejecutado en la oscuridad. Se
confirma que los represores de la inteligencia son los mayores cobardes,
incapaces de asumir la responsabilidad de sus brutalidades. (¿Recuerda el lector
el caso del militar argentino Alfredo Astiz, apodado “El ángel de la muerte”,
quien en las mazmorras era inmisericorde con mujeres, niños y monjas... siempre
que estuvieran debidamente maniatados? Pues este sujeto fue
el primero en
rendirse en las Malvinas sin soltar un solo disparo cuando se vio frente a un
soldado inglés, y cuando la justicia lo alcanzó anduvo gimiendo en los rincones
que sus “derechos humanos” ¡estaban siendo violentados!) El sadismo y la
cobardía son componentes
sine qua non del espíritu represor.
Obras Completas de Isaac Bábel reúne todos los textos publicados
del escritor e incluye algunos que fueron recuperados del olvido, retraducidos
todos nuevamente del ruso por Peter Constantine, lo cual da al volumen una
extraordinaria coherencia estilística que sin duda es el homenaje debido a uno
de los mayores autores rusos de todos los tiempos a setenta años de su
asesinato.
La paciente labor del poeta Vitali
Chentalinsky nos permite hoy reconstruir las jornadas de interrogación entre los
muros de la Lubyanka que padeció Bábel
Bábel
fue una entre millones de víctimas del
padrecito Stalin
, el zafio
y brutal georgiano quien con su
alma gemela Lavrenti Beria se propuso
edificar el edificio del socialismo mundial sobre cimientos de sangre, lágrimas,
dolor y carne de cañón. Como todos los dictadores, vivió inficionado por un
enfermizo terror a la inteligencia. El tiempo colocó al
padre de los pueblos
soviéticos
al lado del cabo austriaco, quien también alcanzara el
poder montado en la desesperanza de sus pueblos. Por ello se entendieron tan
bien en un pacto secreto. Por ello no vacilaron en sacrificar a millones de
compatriotas cuando ese pacto se vino abajo. Por ello hoy no distinguimos quién
fue más sanguinario y no diferenciamos cuál persiguió con mayor ferocidad a los
creadores y a los artistas, seres por definición aborrecibles para las
dictaduras de cualquier signo. ¿Hay acaso alguna diferencia entre las quemas de
libros en Berlín y las ejecuciones de escritores en la Liubyanka?
Es
sorprendente y a fin de cuentas debemos agradecer en términos históricos –si se
me permite el uso de esta expresión tan poco apropiada-, la patológica
meticulosidad con que los represores del KGB guardaron el registro de sus
brutalidades –igual que en su momento la Gestapo o los servicios de
inteligencia chilenos, argentinos o mexicanos... como vemos con las
revelaciones que
afloraron de los recién abiertos archivos de nuestra
propia
guerra sucia. En aras de la “seguridad del Estado” estos
cuerpos comisionados para aplastar toda disidencia, real o imaginaria, la
documentaron con fervor religioso... gracias a lo cual hoy podemos reconstruir
parte de la historia de la represión.
La última fotografía de Bábel fue
tomada por un comisario en la prisión de Lubyanka poco antes de que fuera
fusilado. En el pequeño recuadro en blanco y negro que se recuperó de los
archivos de los interrogatorios vemos un rostro mofletudo y sereno, podría
decirse que desencantado. Ni el temor ni la derrota se insinúan en la mirada de
ojos saltones. Al contrario, pudiese pensarse que la expresión es una de
compasión por sus verdugos.
En las últimas horas antes de su
ejecución Bábel intentó sin éxito cambiar sus declaraciones y desmentir las
“denuncias” que había formulado bajo la inimaginable presión y tortura a la que
fue sometido
La paciente labor del poeta
Vitali Chentalinsky nos permite hoy reconstruir las jornadas de interrogación
entre los muros de la Lubyanka que padeció Bábel. El escritor se declara
culpable de los más absurdos
crímenes: alejamiento de las masas
populares, conspiración contra el socialismo, banalidad artística y ¡espionaje
por cuenta de Francia!
Bábel además
“delata” a sus supuestos
co-conspiradores –y es obligado a incluir entre ellos a una mujer con la que
sostenía una relación amorosa- en una extraordinaria redacción de su propia mano
que hoy podemos leer en su verdadera intención como un documento destinado no a
los fiscales, sino como denuncia para las generaciones posteriores:
“En lo que respecta a mis Cuentos de Odesa, éstos
reflejaban sin duda el mismo deseo de alejarme de la realidad soviética, de
contraponer a la cotidiana labor de edificación el pintoresco mundo, casi
mítico, de los bandidos de Odesa, cuya descripción romántica incitaba
involuntariamente a la juventud soviética a imitarlos [...] Nuestro amor por el
pueblo era retórico y nuestro interés por su destino una categoría estética. No
teníamos raíces en el seno del pueblo, y de ahí provenía la desesperación y el
nihilismo que propagábamos.” En las últimas horas antes de su
ejecución Bábel intentó sin éxito cambiar sus declaraciones y desmentir las
“denuncias” que había formulado bajo la inimaginable presión y tortura a la que
fue sometido, pero no antes de haber escrito escalofriantes
“delaciones”:
“[...] Abrí el frente de la literatura soviética a los
estados de ánimo decadentes y derrotistas, turbando y desorientando así al
lector, convirtiéndome en testimonio vivo de la teoría de la conspiración de
saboteadores y provocadores en el declive de la literatura soviética. Unas
cuantas frases no sirven para medir mi trabajo de destrucción, pero ahora
percibo sus verdaderas dimensiones con una claridad insoportable, con dolor y
arrepentimiento [...] La Revolución me abrió el camino de la creación, el del
trabajo feliz y útil. Mi individualismo, las opiniones literarias erróneas, la
influencia de los trotskistas bajo la cual caí desde el comienzo de mi trabajo,
me desviaron de ese camino.”
La monstruosidad se acrecienta, si
ello fuera posible, porque Bábel, igual que Gorki, fue un decidido partidario de
los bolcheviques
Durante aquellos días y
noches en las mazmorras de la Lubyanka los fiscales e interrogadores
transmutaron los viajes de Bábel al extranjero en expediciones subversivas; las
fiestas y eventos literarios a las que asistía en reuniones de conspiradores
contra el
paraíso de los trabajadores y la relación con artistas en
conjuras contra el Estado. Así, Malraux pasó de ser escritor a promotor de la
sedición.
La monstruosidad se acrecienta, si ello fuera posible, porque
Bábel, igual que Gorki, fue un decidido partidario de los bolcheviques. Se unió
a ellos desde 1917 y durante la guerra civil lo nombraron comisario político en
el ejército rojo. De hecho su célebre
Caballería Roja, publicado en 1926,
recoge sus vivencias de guerra de aquella época. Los
Cuentos de Odesa
aparecieron al año siguiente, y en 1928 y 1935, las obras de teatro
Zakat
y
Mariya respectivamente.
En una biografía de su padre
publicada en 1964, Nathalie Bábel recuerda: “Fue en 1923, durante su estancia en
las montañas, que mi padre comenzó a escribir los cuentos que eventualmente se
incluyeron en
Caballería Roja. El darles la forma deseada era para él una
tortura permanente. A mi madre le leía versión tras versión, y ella las
recordaba de memoria treinta años después. En 1924 mis padres se mudaron a
Moscú. Los primeros cuentos de mi padre se publicaron por esa época y se hizo
famoso de un día para otro.”
Isaac Bábel nació hace 116 años, el 13 de
julio de 1894 en el puerto ucraniano de Odesa. Su padre fue un modesto tendero
judío. Siendo muy niño la experiencia de vivir un
pogromo lo marcó
profundamente. Ya mayor se mudó a Kiev en donde eventualmente conoció y fue
protegido por Máximo Gorki, quien publicó dos de sus cuentos en la revista
Letopis, mas la censura consideró que contenían una carga erótica (¡el
erotismo, otra
bête noire de los represores y censores!) y Bábel fue
procesado bajo el artículo 1001 del código criminal. Quizá por ello y por un
creciente desencanto ante el giro que tomaban los ideales de la Revolución,
Isaac se fue alejando del régimen y se convirtió en un crítico de Stalin. En
represalia, el régimen se encargó de que no pudiera publicar, y en la primera
asamblea de la Unión de Escritores Soviéticos en 1934, Bábel exclamó ante sus
colegas: “He inventado un nuevo género: ¡el género del silencio!
Más de
seis décadas después, el amor de una hija redime al padre.
Obras completas de
Isaac Bábel es un ejemplo más de que la luz de la palabra es lo único que
puede vencer a las tinieblas de la represión.