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Nicholson Baker: <i>El antólogo</i> (Duomo Ediciones, 2010)

Nicholson Baker: El antólogo (Duomo Ediciones, 2010)

    TÍTULO
El antólogo

    AUTOR
Nicholson Baker

    EDITORIAL
Duomo Ediciones

    TRADUCCCION
Ramón García

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 228 páginas. 18 €



Nicholson Baker

Nicholson Baker


Reseñas de libros/Ficción
Nicholson Baker: El antólogo (Duomo Ediciones, 2010)
Por Juan Antonio González Fuentes, martes, 4 de enero de 2011
En la literatura estadounidense de la últimas décadas ha tenido éxito reseñable un subgénero novelístico muy determinado, algo así, podríamos subrayar, como las películas de submarinos dentro del género bélico. Me refiero a esas novelas que hablan de asuntos de “alta cultura” y profunda erudición, pero lo hacen en un tono absolutamente doméstico, desenfadado, sin levantamiento de cejas y, en consecuencia, de manera bastante superficial, tópica y previsible. El ántologo de Nicholson Baker es una de ellas. Esta novela pertenece incluso a un subgénero dentro del subgénero: la novela sobre poesía y poetas, temática que la emparenta a su vez, aunque sólo sea de manera colateral, con el desbordante éxito editorial y cinematográfico El club de los poetas muertos.
En una de las solapas de El antólogo se nos cuenta quién es Nicholson Baker, un autor que de ninguna manera estaría incluido en una eventual lista de grandes novelistas norteamericanos contemporáneos y que en nuestro país no goza entre los aficionados de ningún predicamento. Nuestro autor nació en Rochester (Nueva York) en 1957. Estudió música y filosofía y es autor tanto de novelas como de ensayos. Su relativa fama en los EE.UU se debe a que ganó el Premio Nacional de la Crítica por el ensayo titulado Double Fold: Libraries and the Assault on Paper. Otros de sus trabajos son Temperatura ambiente (1990), Vox (1992), Una caja de cerillas (2003), Checkpoint (2004) y Humo humano: los orígenes de la Segunda Guerra Mundial y el fin de las civilizaciones, título este último que a mí desde luego me ha resultado muy sugestivo.

Nada había leído hasta la fecha del señor Baker, por lo que El antólogo es mi primer acercamiento a su arte de narrar. El protagonista absoluto del libro es Paul Chowder, presumo que una especie de alter ego del propio Nicholson. Paul habla todo el rato en primera persona e incluso diálogo con nosotros los lectores, como si fuera por ejemplo un personaje de una ópera de Mozart hablándole directamente al público de la platea. El amigo Chowder es poeta. No es un poeta “excelso”, pero tampoco es un poetastro inédito y sin el más mínimo reconocimiento. No, Chowder es uno de esos poetas que tienen varios libros publicados, sobre los que alguien ha escrito una crítica con aliento y que de vez en cuando son invitados a dar lecturas y a participar en congresos. Es decir, Chowder sería uno de más de los centenares de poetas publicados que atiborran las calles de las ciudades españolas. Yo mismo soy un Chowder más, lo que no deja de ser profundamente desasosegante.

Con El antólogo Nicholson ha cocinado un plato de fast food añadiéndole perejil del bueno y sirviendo el resultado con una servilleta de hilo

Chowder es un poeta que atraviesa una mala racha. Es un hombre de mediana edad que acaba de ser abandonado por su novia a la que quiere. ¿La razón? Es un tipo inoperante, nada hábil para los quehaceres y responsabilidades cotidianadas que conlleva la vida. Vive en un lugar indeterminado de la costa Este de los EE.UU, no muy lejos de Boston. La casa es un desastre, con todo disperso por los rincones y con un perro que es su mejor compañía. Ha dado clases de poesía en la universidad, pero lo dejó porque le parecía una impostura. Tiene evidentes problemas de dinero, y de vez en cuando hace chapuzas caseras para sobrevivir. Un editor le ha encargado una antología de poemas con rima, pero es incapaz de escribir el prólogo y de hacer la selección.

Estos son los presupuestos argumentales y ambientales de los que parte Nicholson Baker para escribir su novela. La trama narrativa es muy sencilla. Paul Chowder, el protagonista omnipresente, nos va a contar en primera persona sus reflexiones cotidianas y su vivir del día a día. Cuenta por ejemplo lo que come, que ha paseado con su perro, que ha visto pájaros en el cielo, que ha llamado a su amor para saber algo de ella, lo que ha hablado con su vecina, qué libros a hojeado ese día, qué pemas ha recitado, cómo transcurre su trabajo de antólogo… Y además nos cuenta sus opiniones en torno a la poesía en inglés del XIX y del XX, sobre la transformación de la poesía tradicional, con rima y métrica, a la “poesía moderna” del verso libre y los experimentos.

Nicholson ha unido en El antólogo sus dos condiciones: la de narrador y la de ensayista. Por un lado nos cuenta la historia del mediocre poeta Paul Chowder, sus vicisitudes, miedos e ilusiones diarios. Y por otro, a través de la voz de Chowder, Nicholson nos explica de manera muy esquemática y sucinta su propias ideas en torno a la poesía y el fenómeno de lo poético, circunscribiéndose siempre, eso sí, a la lengua inglesa y al marco temporal localizado entre mediados del XIX y todo el siglo XX, etapa en la que se materializa con total claridad la ruptura de la línea clara en poesía y su creciente oscuridad y hermetismo, su creciente abstracción.

Pones fin a la lectura de El antólogo y piensas que eres más sabio, que sabes algo más con respecto a la verdadera esencia de la poesía. Ese es el truco de todos estos libros. Ojo, un truco difícil de llevar a cabo con éxito

Los dos caminos entrelazados por Nicholson son esquemáticos y están desarrollados con un raquítica sencillez. La historia del poeta, por sí sola, en su delgadez, no deja de ser un relato carente de musculatura y tensión. Las reflexiones en torno a la evolución de la poesía van poco más allá de lo que uno puede toparse en la wikipedia o en cualquier manual escolar. Las opiniones de Chowder/Baker sobre la poesía de autores como Eliot o Pound son casi sonrojantes, y su conservadurismo simplón y nada matizado a favor de la poesía rimada es un poco de vergüenza ajena.

Sin embargo los dos senderos formando uno solo no deja de tener cierta gracia literaria, el atractivo casi irresistible de lo simple, de lo “entendible”. Que el poeta Chowder nos cuente que echa de menos un determinado guiso de su amor, que en ese momento el cielo a través de la ventana adquiere un matiz rojizo, que contempla cómo su vecina descansa en el porche y a la vez nos explique la música interior de un poema de Tennyson, no deja de resultar “agradable”. El truco es evidente: hacerle pensar al lector que está en contacto con lo sublime y “difícil” por medio de un artefecto literario de una linealidad de narración escolar. Con El antólogo Nicholson ha cocinado un plato de fast food añadiéndole perejil del bueno y sirviendo el resultado con una servilleta de hilo.

El caso es que el plato funciona. Quiero decir que lo “tragas” con agrado y un gustito final en la boca que no es desagradable. Es un alimento que no demanda masticar mucho, cuya ingesta es sencilla y no produce ardores, el sabor es artificial, a la carne (si se observa con algún detenimiento) se le ven las hebras y los nervios…, todos los ingredientes se han mezclado en el mismo bol sin mucho cuidado ni gran conocimiento, se han puesto al fuego rápido bien sazonados, para ofrecer un sabor fuerte, y luego se han servido calientes, con una salsa inconsistente pero dulce. El resultado es un alimento de fácil digestión y con sabor, que deja la sensación de estómago saciado. A las pocas horas es evidente que vuelves a tener hambre, que el plato degustado no te ha alimentado, que no has recibido el aporte de nutrientes necesario. En las páginas de El antólogo no hay vitaminas, no hay aporte calórico, no hay “alimento” en el sentido pleno de la palabra. Eso sí, es un libro rico y fácil de comer, agradable, y que incluso deja buen sabor de boca. Además te salpica con poemas de Auden, Shelley, Tennyson, Longfellow, Poe, Dorothy Parker, Kipling… Pones fin a la lectura de El antólogo y piensas que eres más sabio, que sabes algo más con respecto a la verdadera esencia de la poesía. Ese es el truco de todos estos libros. Ojo, un truco difícil de llevar a cabo con éxito.

Si desean pasar por lectores avezados y exquisitos ante su compañero de asiento en el avión, y hacerlo sin devanarse los sesos en el intento, compren y lean El antólogo. Les resultará fácil y agradable y aprenderán alguna anécdota sobre Poe para compartir en reuniones sociales con un toque de sofisticación cultural.
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