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Ben Mezrich: <i>Multimillonarios por accidente. El nacimiento de Facebook. Una historia de sexo, dinero, talento y traición</i> (Alienta, 2010)

Ben Mezrich: Multimillonarios por accidente. El nacimiento de Facebook. Una historia de sexo, dinero, talento y traición (Alienta, 2010)

    TÍTULO
Multimillonarios por accidente. El nacimiento de Facebook. Una historia de sexo, dinero, talento y traición

    AUTOR
Ben Mezrich

    EDITORIAL
Alienta

    TRADUCCCION
Ramón Vilà Vernis

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 304 páginas. 17,95 €



Ben Mezrich

Ben Mezrich


Reseñas de libros/Ficción
Ben Mezrich: Multimillonarios por accidente. El nacimiento de Facebook. Una historia de sexo, dinero, talento y traición (Alienta, 2010)
Por Bernabé Sarabia, martes, 1 de junio de 2010
Facebook cuenta con cerca de 500 millones de inscritos. Microsoft hizo que los ordenadores fueran fáciles de usar. Google ha conseguido que sea sencillo encontrar lo que buscamos. YouTube nos mantiene entretenidos. Sin embargo, Facebook tiene una ventaja decisiva: sus usuarios implican su mundo emocional. La gente proporciona informaciones pero sobre todo produce y distribuye emociones para Facebook.
Facebook ha dejado de ser un sitio para universitarios. En su número de 31 de mayo de 2010, la revista Time señala que el grupo demográfico que más está creciendo es el de mayores de 34 años. Facebook puede estar cambiando nuestra relación con la intimidad y quizá rompiendo cautelas que debieran ser guardadas. Facebook es interacción pero sobre todo un negocio que sabe mucho de mucha gente.

En el entretanto del imparable desarrollo que está teniendo Facebook se ha traducido al español un libro que apareció el año pasado en Estados Unidos. Su autor es Ben Mezrich, un tipo oportunista que nació en Boston en 1969 y que tras pasar por las universidades de Princeton y Harvard se dedicó a escribir, con enorme éxito de ventas, sobre universitarios metidos en problemas pero salvados por su excelente manejo de las nuevas tecnologías. La especialidad de Ben Mezrich es novelar historias reales –así evita problemas judiciales- y meterse en aventuras espectaculares pero sin demasiado riesgo real. Aparte de que sus narraciones hayan inspirado películas como 21: Blackjack, lo cierto es que todo lo que se escriba sobre Mark Zuckerberg, el fundador y dueño de Facebook, tiene interés por sí mismo.

En este marco de excelencia y ambición que es Harvard encuentra el lector al protagonista de Multimillonarios por accidente. Mark Zuckerberg no tiene apenas amigos, no es popular. Pasa desapercibido y las chicas guapas no le hacen ni caso

Multimillonarios por accidente es la historia real, novelada para evitar problemas legales, de un grupo de estudiantes de la Universidad de Harvard empeñados en crear una red social que acabará llamándose Facebook, relacionando a millones de personas y haciendo multimillonario a su propietario.

Arranca la narración en octubre del año 2003 sobre el escenario de la mejor universidad del mundo. Boston es la ciudad más elegante de Estados Unidos. Todo es nieve, verdor y calidad. En sus alrededores están los mejores centros universitarios y de investigación como el MIT. Todo en Harvard destila la necesidad de triunfar. Sin embargo, para entrar en la élite de la élite no basta con el éxito académico. Además de las buenas notas es necesario destacar en algo, tener amigos, ser popular. Hacer algo más.

En este marco de excelencia y ambición encuentra el lector al protagonista de Multimillonarios por accidente. Mark Zuckerberg es un Bangui. No tiene apenas amigos, no es popular. Pasa desapercibido y las chicas guapas no le hacen ni caso. Mezrich lo describe como un chico delgado coronado por una mata de pelo claro y rizado, castigado por una nariz voluminosa e ignorado por los profesores. Alumno de segundo curso, Zuckerberg viene de un hogar judío de clase media acomodada: padre dentista y madre psiquiatra. Ya en el colegio había destacado por su habilidad con los ordenadores, y al final de la adolescencia era “una especie de hacker estrella”. Se había hecho un nombre en los círculos de la informática creando algunos programas para Internet, y en Harvard se rumoreaba que Microsoft le había ofrecido uno o dos millones de dólares de sueldo al año.

Alrededor de Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin, Mezrich describe el privilegiado escenario que conforma la Universidad de Harvard

Si Mark Zuckerberg era un nerd, un tipo como decimos sin habilidades sociales, obsesionado por los ordenadores, Eduardo Saverin, el contra protagonista, la otra pieza clave en la fundación de Facebook, era todo lo contrario. Sabe lo justo de informática, tiene un padre empresario. Su empeño en la vida es ganar dinero y respetabilidad social. Estudiante de último curso, no se conforma sólo con aprobar y graduarse: quiere entrar en la élite de la élite. Con poco más de veinte años ya ha ganado un buen dinero manejando un fondo de inversión. Su gran preocupación en 2003 era ser aceptado en alguna de las superelitistas y exclusivas asociaciones de estudiantes. Ese es el añadido que sólo unos pocos estudiantes de Harvard consiguen y que luego, a todo lo largo de su, vida será su mejor tarjeta de presentación.

Los Clubs Finales son en Harvard el núcleo duro de la vida en el campus. Situados en mansiones centenarias repartidas a lo largo y ancho de Cambridge, imponen respeto y admiración sin límites. Entrar en alguno de esos ocho clubes exclusivamente masculinos significaba estar en la mejor línea de salida para convertirse en un gigante de las finanzas, en un multimillonario corredor de bolsa o en un político de primera línea. Eduardo Saverin había sido ignorado por el Porcellian, el que había sido el club de Roosevelt o Rockefeller, el más antiguo y excelente del campus. Sin embargo, aunque con menos prestigio, el Phoenix parecía dispuesto a admitirle, siempre que, eso sí, pasara las duras pruebas de admisión.

El punto de inflexión que marca el nacimiento de una de las mayores fortunas de la historia se sitúa en octubre de 2003 (...) Zuckerberg revienta la seguridad informática de las nueve residencias estudiantiles de la Universidad de Harvard, se apodera de las fotos de las estudiantes, las junta y propone a los usuarios elegir a las chicas más atractivas

Alrededor de Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin, Mezrich describe el privilegiado escenario que conforma la Universidad de Harvard. Entra en escena la mítica Biblioteca Widener y el majestuoso río Charles. En sus aguas hacen remo los gemelos Winklevoss, dos atletas olímpicos, dos representantes genuinos de la América blanca y protestante que con su gigantesco esfuerzo hizo a Norteamérica. Tienen en la cabeza crear una red social para que los estudiantes se relacionen entre ellos y sea más fácil ligar. Para ello se pondrán en contacto con Zuckerberg. Necesitan que con sus conocimientos de informática les monte la infraestructura técnica necesaria. Empeño inútil porque, como vemos en estas páginas, Saverin y Zuckerberg estaban, en paralelo, en la misma idea: utilizar el capital social acumulado en Harvard para distribuirlo entre sus estudiantes y establecer una red comunicacional de utilidad para todos ellos. Como señala Mezrich, la posibilidad de contactar con chicas estaba entre las prioridades de unos hombres jóvenes sometidos a fuertes presiones hormonales.

El punto de inflexión que marca el nacimiento de una de las mayores fortunas de la historia contemporánea se sitúa en la noche de la última semana de octubre de 2003. Mark vuelve a su cuarto de estudiante enfadado y provisto de unas cuantas latas de cerveza Becks. Le ha rechazado una chica. Monta un blog y mientras llora y lamenta su decepción revienta la seguridad informática de las nueve residencias estudiantiles de la Universidad de Harvard, se apodera de las fotos de las estudiantes incluidas en las fichas de registro, las junta y propone a los usuarios elegir a las chicas más atractivas (Mark utiliza un término más contundente: hotter persons).

Ha nacido, entre éxito y protestas feministas, Facemash. Se organiza el consiguiente follón, Mark es amonestado por las autoridades académicas pero el periódico universitario Harvard Crimson le dedica mucho espacio, y es entonces cuando los gemelos Winklevoss y un estudiante de origen indio, Divya Narenda, le proponen construir la red social aludida líneas arriba, denominada HarvardConnection. Mark se deja querer, es ambiguo y con el paso del tiempo, cuando es perseguido por los abogados de los Winklevoss acusado de haber copiado su idea, les tendrá que pagar una cuantiosa indemnización que no ha sido jamás desvelada.

En casos como éste el problema está en la veracidad de las fuentes de información. Las fuentes utilizadas por Mezrich han consistido en mucha documentación y numerosas entrevistas

Desde finales de 2003 a Mark le ronda la cabeza una red más compleja, más articulada. Está sin un duro, pero su socio en la aventura, Eduardo Saverin, pone los primeros mil dólares. Se añaden al grupo fundacional dos informáticos entusiastas y devotos, Dustin Moskovitz y Chris Hughes. Se unen a un proyecto que ya en la primavera de 2004 se registra como TheFacebook.com. Una red destinada a los estudiantes de Harvard que rápidamente se extiende a las universidades de la Ivy League (las mejores del este norteamericano) y después a otras muchas.

Con la llegada de las vacaciones de verano, el grupo –con la excepción de Saverin, que está haciendo las prácticas de fin de grado- se traslada a Palo Alto, California, e incorpora a Sean Parker, un curioso empresario del que acabarán deshaciéndose tras haberle exprimido como a un limón y que les presenta al millonario Peter Thiel. Al medio millón de dólares aportado por Thiel, el cofundador de Paypal, le seguirán cantidades cada vez mayores. Desechado el “the” inicial, Facebook crece de modo vertiginoso. El grupo inicial, del que se ha descolgado Saverin, trabaja a un ritmo enloquecido. Surgen conflictos, se hace necesario ampliar capital, oficinas y personal, pero Zuckerberg es un iluminado y aguanta con tozudez. En 2005, cuando la red social MySpace es comprada por News Corp, se disparan los rumores de una posible venta, pero Facebook sigue creciendo hasta convertirse en el gigante que es hoy y del que Mezrich da cuenta en las últimas páginas del texto y en el epílogo.

Como ya hemos señalado, Mezrich se ha establecido como un autor de éxito en el difícil territorio situado entre el ensayo y la ficción. El cruce de estudiantes con nuevas tecnologías, ambición, lujo y sexo le está dando muchos lectores y buenas críticas de periódicos de referencia como el New York Times. Su efectivo estilo de escritura, muy cercano al thriller, ha facilitado la adaptación de uno de sus libros al cine. La versión cinematográfica de Multimillonarios por accidente está en fase avanzada de producción.

Google ofreció el mejor servicio para encontrar información pero Facebook va más allá. Busca recrear en la red el tejido social, construyendo un sistema basado en la identidad personal para activar las relaciones entre la gente

En casos como éste el problema está en la veracidad de las fuentes de información. Las fuentes utilizadas por Mezrich han consistido en mucha documentación y numerosas entrevistas. Conviene señalar que si en un primer momento Eduardo Saverin se prestó a ser un informante privilegiado, posteriormente cerró todo contacto con Mezrich debido a que su conflicto con Mark Zuckerberg –consideraba, al igual que los Winklevoss, que sus aportaciones se habían despreciado- se resolvió con una considerable indemnización, no desvelada en su cuantía, que implicaba no difundir información sobre Facebook. A todo esto añadamos que Zuckerberg no aceptó ser entrevistado. Pese a estos bloqueos, el relato de Mezrich es rápido y potente.

Como apuntábamos al principio de esta recensión, Facebook rastrea la actividad de quinientos millones de usuarios y es evidente que quiere dominar la web. Google ofreció el mejor servicio para encontrar información pero Facebook va más allá. Busca recrear en la red el tejido social, construyendo un sistema basado en la identidad personal para activar las relaciones entre la gente. Senadores norteamericanos, expertos de la talla de Francis Pisani y usuarios de todo tipo están cada vez más alarmados. No se fían de Zuckerberg, su afán de dinero y poder parece ilimitado.

No es éste el lugar para analizar los peligros de Facebook y sus ataques a las reglas hasta ahora vigentes relativas a la intimidad. Recordemos tan sólo la cantidad de fotos que los usuarios envían a diario. Son tanto nuestras como de nuestros amigos. A las fotos se añaden comentarios personales que permiten situar en el espacio y el tiempo la circunstancia de la fotografía. Como señala Time, Facebook alberga 48 billones de imágenes, la colección más grande del mundo. ¡Uff!, y ese no es el único problema…
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