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Pablo-Ignacio de Dalmases (foto de Jesús Martínez)

Pablo-Ignacio de Dalmases (foto de Jesús Martínez)

    AUTOR ENTREVISTADO
Pablo-Ignacio de Dalmases

    BREVE CURRICULUM
Licenciado en Periodismo, en Publicidad y Relaciones Públicas y Master en Hª Contemporánea. Fue director del diario La Realidad y de Radio Sáhara, Jefe del Gabinete de Prensa de RTVE, Jefe de los servicios Informativos de Radiocadena en Cataluña y editor de numerosos programas de radio y televisión. También ha ejercido como subdirector de las revistas Viajeros y Viajeros Cuba y editor de Destino Cuba y Caribbean Travel News




Opinión/Entrevista
Hacer la calle: entrevista al periodista Pablo-Ignacio de Dalmases, autor de Oficio de carroñero. Un periodista en la calle
Por Jesús Martínez, lunes, 1 de junio de 2009
“Carroñero. Dicho de un animal: que se alimenta principalmente de carroña.” El periodista Pablo-Ignacio de Dalmases (Barcelona, 1945) titula sus memorias Oficio de carroñero. Un periodista en la calle (Ediciones Carena, 2009) porque hay quienes piensan que los profesionales de la información tienen algo de dicha condición, aunque él lo desmienta. En Oficio de carroñero, su sexto libro, Pablo-Ignacio, que escribe como habla, con la elegancia de las verónicas, se ha desahogado y ha soltado la ironía y el inconformismo que lleva dentro. No ha sido inclemente con los personajes a los que se refiere, pero le ha hecho el traje a alguno de ellos: “Quien se pica, ajos come”. Y del refrán tira para narrar el quita y pon de las redacciones de antaño, lugares en los que el humo de los puros lo invadía todo, antes de la revolución tecnológica y las leyes medioambientales: “Si los operarios de los talleres se manchaban sus manos con el polvillo de la aleación tipográfica y de la tinta, los redactores y los colaboradores nos pringábamos con el engrudo de pegar cuartillas y con la tinta fresca de las pruebas de imprenta”.
Como buen hijo, desobedeció a su padre, que pensaba que eso del periodismo “era un invento de Franco”.

Acabada la carrera en la Escuela de Periodismo de Madrid (pertenece a la generación de Pedro Erquicia; su título lo firma el ministro franquista Fraga Iribarne), Pablo le echó cara al asunto (“en esta profesión hay que ser descarado”) y se plantó en uno de los medios del Movimiento que por aquellas fechas despuntaban en Barcelona: Solidaridad Nacional, conocido popularmente como la Soli, al igual que el histórico diario de la CNT. Luego cambiaría de tercio y pasaría 33 años en Radio Nacional de España, en la que coincidió con muchas de las grandes figuras que allí hicieron historia.

Así, esta promesa de la pluma y el micro, que deseaba hallar un hueco en la tribu, y que buscaba las historias arriesgadas de los años de la represión (entrevistó con la kefia palestina de Arafat anudada al cuello a la ex ministra anarquista Federica Montseny a su regreso del exilio), se lanzó a la carrera y acabó conociendo a personajes y personajillos sin par. Salvador Dalí, Alfonso Guerra y Fidel Castro son sólo tres del medio centenar de tarjetas de visita de las celebridades con las que estableció contacto, a las que habría que sumar centenares de seres entrañables, como los artistas que pasaron por el Paral·lel barcelonés.

“He escrito desde libros docentes a textos pornográficos, incluso periodismo de sucesos”, constata, y le hace un lugar en la memoria a la única excepción. “He tocado todas las teclas, menos el periodismo deportivo, que siempre he pensado que es como el Principado de Andorra, un mundo aislado.”

A mediados de los setenta, con los últimos coletazos del dictador, más peligroso cuanto más acorralado, viajó al Sáhara, en cuya radio trabajó rodeado de desierto: “Una experiencia enriquecedora a la vez que traumática”. Viajar como forma de vivir, sin importar el destino: “Me descubro ante De la Quadra-Salcedo y Jesús González Green, compañeros en RTVE. Ellos sí se arriesgaban, lo mío no deja de ser como los viajes de la señorita Pepis”.

A Pablo-Ignacio le daría “morbo” conseguir un visado para entrar en Corea del Norte, pero se conforma con desembarcar en las Chafarinas, su próximo destino.

Precisamente, su siguiente libro se titulará: Viajes por la historia, con las estancias en aquellos lugares que guardan su entrada en las enciclopedias.

Los reportajes de 15 páginas ahora los publica en Travelport, la revista de la que es director. Todo ha cambiado: “El periodista trabaja delante del ordenador. Yo siempre he dicho que un buen periodista tiene que ser como las putas, hacer la calle”.

La crisis económica le ha puesto a la defensiva: “Te acojonas viendo lo que pasa. También es verdad que los medios estaban muy saturados, y se ha producido un cambio… Cuando yo empecé, sólo en Madrid, Valencia y Pamplona había facultad de Ciencias de la Información. Acabábamos la carrera y nos colocábamos con mucha facilidad. Había hasta diarios vespertinos. Hoy, sólo en Catalunya, hay más de media docena de facultades. Cada año, salen cientos de licenciados, cuyo fin último es el paro”.

Pablo-Ignacio de Dalmases, risueño, a la moda, desmadrado a su manera, no cree que el papel desaparezca (“convivirá con los newsletters”), tal como nunca cerraron las salas de cine, pero sí que es consciente del “difícil momento” que vive la profesión: “Internet y los periódicos gratuitos están haciendo daño. El patio está muy mal”.

Pasa de los blogueros (“no tengo tiempo”), pero les respeta; y pasa de las cruzadas (“el periodista, aunque no lo parezca, casi siempre ha sido dócil”) y de los mamotretos para documentarse (“en esta profesión solemos ser muy vagos”). Dicho lo cual, y por todo lo anterior, Pablo-Ignacio de Dalmases ha escrito Oficio de carroñero para arrojar luz sobre un pasado que recuerda con cariño y sin excesiva nostalgia, y del que quiere dejar constancia antes de que se difumine en el recuerdo: “Nuestro trabajo, de por sí, es efímero y se olvida pronto”.

Pese a ello, su cita biográfica y bibliográfica: “El periodismo sigue siendo la misma profesión apasionante de siempre”.
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