Como buen hijo, desobedeció a su padre, que pensaba que eso del periodismo
“era un invento de Franco”.
Acabada la carrera en la Escuela de
Periodismo de Madrid (pertenece a la generación de Pedro Erquicia; su
título lo firma el ministro franquista Fraga Iribarne), Pablo le
echó cara al asunto (“en esta profesión hay que ser descarado”) y se plantó en
uno de los medios del Movimiento que por aquellas fechas despuntaban en
Barcelona: Solidaridad Nacional, conocido popularmente como la Soli, al
igual que el histórico diario de la CNT. Luego cambiaría de tercio y pasaría 33
años en Radio Nacional de España, en la que coincidió con muchas de las grandes
figuras que allí hicieron historia.
Así, esta promesa de la pluma y el
micro, que deseaba hallar un hueco en la tribu, y que buscaba las
historias arriesgadas de los años de la represión (entrevistó con la kefia
palestina de Arafat anudada al cuello a la ex ministra anarquista
Federica Montseny a su regreso del exilio), se lanzó a la carrera y acabó
conociendo a personajes y personajillos sin par. Salvador Dalí, Alfonso
Guerra y Fidel Castro son sólo tres del medio centenar de
tarjetas de visita de las celebridades con las que estableció contacto, a las
que habría que sumar centenares de seres entrañables, como los artistas que
pasaron por el Paral·lel barcelonés.
“He escrito desde libros docentes a
textos pornográficos, incluso periodismo de sucesos”, constata, y le hace un
lugar en la memoria a la única excepción. “He tocado todas las teclas, menos el
periodismo deportivo, que siempre he pensado que es como el Principado de
Andorra, un mundo aislado.”
A mediados de los setenta, con los últimos
coletazos del dictador, más peligroso cuanto más acorralado, viajó al Sáhara, en
cuya radio trabajó rodeado de desierto: “Una experiencia enriquecedora a la vez
que traumática”. Viajar como forma de vivir, sin importar el destino: “Me
descubro ante De la Quadra-Salcedo y Jesús González Green,
compañeros en RTVE. Ellos sí se arriesgaban, lo mío no deja de ser como los
viajes de la señorita Pepis”.
A Pablo-Ignacio le daría “morbo”
conseguir un visado para entrar en Corea del Norte, pero se conforma con
desembarcar en las Chafarinas, su próximo destino.
Precisamente, su
siguiente libro se titulará: Viajes por la historia, con las estancias en
aquellos lugares que guardan su entrada en las enciclopedias.
Los
reportajes de 15 páginas ahora los publica en Travelport, la revista de
la que es director. Todo ha cambiado: “El periodista trabaja delante del
ordenador. Yo siempre he dicho que un buen periodista tiene que ser como las
putas, hacer la calle”.
La crisis económica le ha puesto a la defensiva:
“Te acojonas viendo lo que pasa. También es verdad que los medios estaban muy
saturados, y se ha producido un cambio… Cuando yo empecé, sólo en Madrid,
Valencia y Pamplona había facultad de Ciencias de la Información. Acabábamos la
carrera y nos colocábamos con mucha facilidad. Había hasta diarios vespertinos.
Hoy, sólo en Catalunya, hay más de media docena de facultades. Cada año, salen
cientos de licenciados, cuyo fin último es el paro”.
Pablo-Ignacio de
Dalmases, risueño, a la moda, desmadrado a su manera, no cree que el papel
desaparezca (“convivirá con los newsletters”), tal como nunca cerraron
las salas de cine, pero sí que es consciente del “difícil momento” que vive la
profesión: “Internet y los periódicos gratuitos están haciendo daño. El patio
está muy mal”.
Pasa de los blogueros (“no tengo tiempo”), pero les
respeta; y pasa de las cruzadas (“el periodista, aunque no lo parezca, casi
siempre ha sido dócil”) y de los mamotretos para documentarse (“en esta
profesión solemos ser muy vagos”). Dicho lo cual, y por todo lo anterior,
Pablo-Ignacio de Dalmases ha escrito Oficio de carroñero para
arrojar luz sobre un pasado que recuerda con cariño y sin excesiva nostalgia, y
del que quiere dejar constancia antes de que se difumine en el recuerdo:
“Nuestro trabajo, de por sí, es efímero y se olvida pronto”.
Pese a
ello, su cita biográfica y bibliográfica: “El periodismo sigue siendo la misma
profesión apasionante de siempre”.