De los tres, sendos éxitos de ventas en los Estados Unidos, he querido 
centrarme en el de Zakaria por dos razones principales. En primer lugar, por 
tratarse del último en traducirse al castellano y porque sospecho que será el 
más leído entre nosotros, entre otros motivos, por lo atractivo de su título; 
los libros de 
Kagan y 
Khanna, comparados en los respectivos textos 
de sus solapas a los de 
Fukuyama y 
Huntington, pasaron 
relativamente desapercibidos por los escaparates de las librerías españolas. En 
segundo lugar, elijo 
El mundo después de USA por tratarse de un libro 
que, si bien se inscribe en esta tradición (el autor es en parte discípulo de 
Huntington, con quien estudió en Harvard), intenta ir un paso más allá y dar una 
nueva vuelta de tuerca al asunto, abandonando las anteriores conjeturas y 
esbozando una nueva e interesante teoría sobre la configuración de un nuevo 
orden geopolítico mundial caracterizado por el paso de un sistema unipolar de 
hegemonía absoluta de los Estados Unidos tras la caída del Muro de Berlín, a un 
nuevo sistema de mayor complejidad que el autor bautiza – en feliz expresión que 
da título al libro – como el
 mundo post-americano. 
En contraste 
con la enorme popularidad de la que goza en Estados Unidos, en España Zakaria es 
un autor bastante desconocido, si no para los especialistas en el tema, sí al 
menos para ese referente indefinido al que llamamos gran público. Nacido en 
Bombay pero con nacionalidad estadounidense, Zakaria es un analista político de 
tendencia liberal o moderada (conservadora según algunos) y uno de los más 
reconocidos especialistas en relaciones internacionales. Tras su paso por Yale y 
Harvard, fue editor jefe de 
Foreign Affairs hasta el año 2000, cuando se 
convierte en máximo responsable de la edición internacional del semanario 
Newsweek, la segunda revista más leída en los Estados Unidos. Autor de un 
par de destacados ensayos – 
From Wealth to Power: The Unusual Origin of 
America's World Role (1998) y 
The Future of Freedom (2003) –, 
traducidos ambos al español, Zakaria ha visto incrementarse su popularidad entre 
el público americano – hasta el punto de ser considerado por 
Forbes como 
uno 
de los 25 liberales americanos más influyentes de los medios de comunicación 
americanos – desde que en junio del 2008 pasara a presentar un 
programa semanal – 
Fareed Zakaria GPS – en la 
CNN. 
Este nuevo modelo de la era 
post-americana no es del todo multipolar, en el sentido de que, si bien es 
cierto que a nivel político-militar, la supremacía de Estados Unidos se mantiene 
intacta, no es menos cierto que en el resto de niveles – industrial, financiero, 
educativo o social –, esta preponderancia es compartida por varias 
potencias
“Este libro – dice Zakaria en la primera 
frase de su ensayo – no trata del declive del América, sino del ascenso de todos 
los demás”. Efectivamente, la idea de que ha sido el “ascenso de los demás” y no 
la decadencia de los Estados Unidos, el factor causante de la aparición de este 
mundo post-americano, es el núcleo fundamental sobre el que pivota el armazón 
teórico elaborado por Zakaria y constituye, quizá, su aportación más original al 
debate. Frente a la literatura de tinte profético y apocalíptico que – siguiendo 
la estela marcada por la prestigiosa obra de 
Paul Kennedy,
 The 
Rise and Fall of The Great Powers (1987) – ha venido denunciando la 
progresiva perdida de poder del Imperio americano, especialmente durante estos 
últimos años de gobierno de 
George 
W.Bush, Zakaria se sitúa en un ángulo de visión mucho menos 
pesimista y, sin ocultar los muchos errores cometidos por su país, otorga la 
principal responsabilidad en la configuración del nuevo orden mundial al 
extraordinario crecimiento de una serie de potencias entre las que destacan 
países como Brasil o Rusia y, sobre todo, los dos gigantes a los que Zakaria 
dedica sendos capítulos, su India natal y, muy especialmente, China. 
Las 
generaciones actuales estamos viviendo con este “ascenso de los demás” en las 
últimas décadas, uno de los momentos más trascendentales – “un cambio de poder 
tectónico”, en palabras del autor – en la historia de la humanidad, al menos en 
lo que a la distribución del poder internacional se refiere. Si los siglos 
XV-XVIII vieron el ascenso hegemónico de la Europa occidental y el final del 
siglo XIX y buena parte del siglo XX se estudiarán en el futuro como el período 
de ascenso y consolidación de los Estados Unidos como la primera potencia 
mundial, los últimos veinte años y las próximas décadas, están llamadas según 
Zakaria, a convertirse en ese tercer proceso histórico de dimensiones 
planetarias. Este cambio de alcance mundial, no es un cambio repentino que haya 
sucedido ayer. Quien más, quien menos, todos hemos visto alguna vez esos datos 
estadísticos y macroeconómicos (que abundan también en este libro) que nos 
hablan del acortamiento de distancias entre las potencias tradicionales y el 
conjunto de las nuevas, con China y la India a la cabeza. Pero detrás de esos 
números, o en este caso delante, por tratarse de indicadores más visibles y 
palpables, encontramos una realidad impensable hace no muchos años, una 
transformación del paisaje hábilmente expresada por Zakaria: “
Miremos a 
nuestro alrededor. El edificio más alto del mundo está ahora en Taipéi, y pronto 
será superado por otro que se está construyendo en Dubái. El hombre más rico del 
mundo es mexicano, y la mayor sociedad cotizada en bolsa es china. El avión más 
grande del mundo se está fabricando en Rusia y Ucrania; la mayor refinería se 
está construyendo en India y las fábricas más grandes se encuentran en China. 
Según diferentes parámetros, Londres se está convirtiendo en el principal centro 
financiero, y los Emiratos Árabes Unidos cuentan con el fondo de inversión mejor 
dotado. Los extranjeros se han apropiado de iconos que otrora eran americanos 
por excelencia” (p. 14). 
Las páginas más sobresalientes del 
ensayo de Zakaria son para mi aquellas en las que el autor describe ese “ascenso 
de los demás”, en especial los capítulos dedicados a China y la 
India 
El resultado de esta descentralización 
del poder ha sido la composición de un mapa fragmentario y el asentamiento de un 
modelo multipolar o, para ser más precisos, “uni-multipolar”, como lo llama 
Zakaria siguiendo a Huntington. Este nuevo modelo de la era post-americana no es 
del todo multipolar, en el sentido de que, si bien es cierto que a nivel 
político-militar, la supremacía de Estados Unidos se mantiene intacta, no es 
menos cierto que en el resto de niveles – industrial, financiero, educativo o 
social –, esta preponderancia es compartida por varias potencias. Es quizá en el 
ámbito institucional donde mejor se aprecia el terrible desfase existente entre 
el modelo vigente durante las últimas décadas y la cambiante realidad de los 
años más recientes. Aboga Zakaria por la necesidad de llevar a cabo un reajuste 
importante que permita una mayor visibilidad y presencia de las nuevas potencias 
en los organismos internacionales. Solo una estructura anquilosada y obsoleta 
explica circunstancias tales como el hecho de que en el Consejo de Seguridad de 
la ONU no estén presentes Alemania, Japón y la India, que en el G-8 no esté 
presente China, o que el FMI siempre haya sido dirigido por un europeo y el 
Banco Mundial por un estadounidense. 
Las páginas más sobresalientes del 
ensayo de Zakaria son para mi aquellas en las que el autor describe ese “ascenso 
de los demás”, en especial los capítulos dedicados a China y la India. De China 
destaca Zakaria el extraordinario desarrollo de un país que, contradiciendo la 
experiencia soviética, ha sabido armonizar dos premisas aparentemente difíciles 
de concertar: la política autocrática de un gobierno no democrático y una 
economía capitalista de libre mercado basada en la competencia y la exportación. 
Este extraño maridaje, sumado a los réditos de treinta años de un crecimiento 
económico sin precedentes en la historia, han significado el 
despertar de 
China a la política internacional reciente y, con ello, la 
remodelación total de un paisaje económico y político mundial que hoy no se 
entiende sin su presencia. Pekín ha sabido gestionar con acierto, opina Zakaria, 
dos de las fuerzas determinantes en este mundo post-americano: la globalización, 
en el sentido de saber integrarse en el mercado mundial; y el nacionalismo, en 
el sentido de que este mismo crecimiento del país ha provocado unos terribles 
desequilibrios internos y un malestar social que el régimen comunista ha sabido 
apaciguar. 
El acento en su análisis del caso chino lo pone Zakaria en 
esta dualidad entre un exagerado crecimiento económico y un preocupante 
estancamiento político evidenciado por el hecho de que, tras el final del 
maoísmo, el país ha seguido manteniendo un régimen inequívocamente autocrático 
basado en el control del gobierno por parte del aparato del Partido Comunista y 
en sucesivas operaciones de maquillaje democrático, tan publicitadas como 
ineficaces. Por estas razones, el camino de China hacía la modernización ha 
seguido una vía inspirada en el proverbial carácter pragmático del pueblo chino. 
Como dijo Deng Xiaoping en su día: “No importa si el gato es blanco o negro, lo 
importante es que cace ratones”. Y efectivamente, así ha sido. Esta célebre 
sentencia de reminiscencias confucianas ha guiado el brutal desarrollo de un 
país que, a través de la maximización de sus titánicos recursos humanos, “ha 
comprimido en treinta años los dos siglos de industrialización en Occidente” (p. 
94). 
Más allá de su natural preocupación 
por el “ascenso de los demás”, Zakaria llega con su ensayo a una conclusión muy 
clara: al menos durante las próximas décadas, la preemiencia de la potencia 
americana está fuera de toda duda; otra cosa es lo que suceda dentro de treinta 
años, de cuarenta
De la India destaca el 
autor, su definitiva consolidación como la mayor democracia del mundo y un auge 
económico que, si bien está muy lejos del ejemplo chino, no deja de situar al 
país como una de las principales potencias emergentes, hasta el punto de que 
Zakaria lo considera como un futurible socio de los Estados Unidos, un 
hipotético aliado en su pugna por la supremacía mundial con China. Quizá el 
principal lastre que arrastre la India, en opinión de Zakaria, sea su tremenda 
diversidad étnica y cultural, pero también política. Tras 
muchas décadas 
de democracia, el país sigue formado por una constelación de 
regiones que actúan en clave local y regional, sin ningún sentido del conjunto. 
Esta diversidad complica la labor de un Estado indio que no acaba de arrancar 
del todo y que ve cómo constantemente el poder de los gobiernos regionales se 
impone al interés nacional. A esta debilidad institucional, se une un factor que 
también encontramos en China: los profundos desequilibrios regionales y la 
cíclica reaparición de conflictos internos de raíz nacionalista. La pobreza 
masiva de determinadas regiones, unidas al crecimiento espectacular pero 
localizado de otras, hace de la India una nación de contrastes: “
Tal vez el 
país disponga de varios Silicon Valleys, pero también alberga dentro de él a 
tres Nigerias; esto es, más de trescientos millones de personas que viven con 
menos de un dólar al día” (p. 122). 
Pero más allá de su natural 
preocupación por el “ascenso de los demás”, Zakaria llega con su ensayo a una 
conclusión muy clara: al menos durante las próximas décadas, la preemiencia de 
la potencia americana está fuera de toda duda; otra cosa es lo que suceda dentro 
de treinta años, de cuarenta. El mundo post-americano que nos describe Zakaria 
no es para nada un mundo anti-americano, no es un mundo al margen de los Estados 
Unidos. Pero una cosa no quita la otra y quien avisa no es traidor. El toque de 
atención no admite dudas: el orden mundial está cambiado y estamos entrando en 
una nueva era de la historia humana. Lo que Zakaria llama 
El mundo después de 
USA no es más que eso, el mundo después de los años de poder omnímodo 
americano, el mundo que es testigo de la irrupción de China, India, Brasil o 
Rusia como nuevas potencias mundiales en pugna con Europa y los Estados Unidos. 
Como si de un consejo dado a 
Barack 
Obama se tratase, Zakaria concluye su análisis enumerando las 
reglas de juego de este nuevo tablero de ajedrez y esbozando un esquema con las 
que son para él las seis líneas maestras de acción que debe seguir su país para 
mantenerse en la brecha. Acertar en la elección de su modelo de relaciones 
exteriores con China y no posicionarse frontalmente frente a ninguna potencia, 
abandonar su afán de protagonismo y limitarse a intervenciones en el exterior 
puntuales y justificadas, o realizar un mayor esfuerzo para ganarse una 
legitimidad que le permita dictar la agenda internacional, son algunas de las 
medidas que Zakaria considera claves para que los Estados Unidos no abandonen 
del todo su posición de liderazgo mundial. Si no actúa con prudencia y mesura a 
la hora de adaptarse rápidamente al nuevo contexto internacional, si no cambia 
mucho el 
modus operandi seguido por la Administración Bush en los últimos 
años, el país corre el riesgo de una peligrosa deriva aislacionista, de un 
encerrarse en sí mismo que, combinado con el auge de la emergente figura de 
China, puede tener como consecuencia, la vuelta a un escenario bipolar y el 
retorno de una historia que se resiste a cumplir del todo, el 
pronóstico 
de Fukuyama.