El señor Shi (Henry O), viudo y jubilado, decide viajar a Estados Unidos desde Beijing para visitar a su única hija. Yilan (Faye Yu) acaba de divorciarse, su ex-marido ha vuelto a China, pero ella ha decidido quedarse. Trabaja de bibliotecaria en una pequeña ciudad. Shi la intuye infeliz y pretende reconstruir su matrimonio. Han pasado muchos años y padre e hija parecen unos completos desconocidos. Ella se ha americanizado.
Los días se suceden y los únicos momentos que apenas comparten son las cenas, tristemente silenciosas, que el Sr. Shi prepara con meticulosidad, un gesto que Yilan no aprecia en su justa medida y que interpreta como un elemento más que acentúa su malestar hacia el intruso. Ella ha cambiado, parece más locuaz expresándose en inglés que en su idioma materno, y en cierto modo es más libre gracias a la independencia económica que le brinda su trabajo. Sin embargo, Shi la ve terriblemente sola.
Wang teje un reencuentro difícil bajo el peso de los reproches, de los silencios enquistados que ambos protagonistas se han esforzado en enterrar; enfrentarse a ellos ahora parece haber perdido el sentido tras lo llovido, y sólo reavivaría el sufrimiento. La sensibilidad y delicadeza que Wang despliega escena a escena son dignas de un trabajo de fina orfebrería. Además, contrapone con sabiduría la triste falta de comunicación paterno-filial, - una de esas pequeñas espinas que cada hijo hereda y que le condiciona para siempre -, al humor, jugando con la dificultad que el Sr. Shi tiene con el inglés y su desconcierto ante un país desconocido que no comprende.
Pero esa incapacidad de expresar con palabras los sentimientos contrasta con las peticiones de auxilio desesperadas que destilan sus miradas cada vez que se cruzan intentando evitarse. La preocupación del padre es evidente, no logra comprender cuáles han sido los entresijos que han desembocado en un divorcio que supone traumático, y a aquélla se añade el rechazo de Yilan cuando trata de acercarse a ella de la mejor manera que se le ocurre: intentando cuidarla e interesándose por su vida.
En sus erráticos paseos por el barrio mientras su hija trabaja, el Sr. Shi conocerá a una inmigrante iraní llamada Madam (Vida Gharemani), que, como él, a duras penas chapurrea inglés. Esta desconocida, paciente y atenta, se convertirá en una confidente a la que contarle sus pesares con esfuerzo y tesón, ya que sus conversaciones se desarrollarán en una mezcla ininteligible de persa, mandarín e inglés. Esos ratos que ambos pasan sentados en un banco de un parque, escuchándose con atención, parecen demostrar que muchas veces lo más importante es querer decir.
Este pequeño drama de gente común y de tono inconfundiblemente intimista viene espolvoreado con situaciones de humor, tan tiernas como ingeniosas, que se vuelcan en recalcar la diferencia cultural existente entre Shi y los personajes con los que se va tropezando. Sin duda emotiva y sensible, ésta perla de Wang viene a engrosar la lista de buenas cosechas.
Tráiler en español de Mil años de oración, película de Wayne Wang (colgado en YouTube por keane43)
NOTA: Es particularmente recomendable visionar la versión original subtitulada de la película porque la doblada en español no recoge las dificultades idiomáticas del señor Shi y el espectador se pierde las mencionadas escenas de humor y desconcierto.