La historia del canje humanitario viene de lejos. Dentro de Colombia eran muchas las voces, comenzando por la de varios reputados ex presidentes, que querían que el gobierno de Álvaro Uribe accediera a negociar con las FARC la liberación de sus rehenes a cambio de varios centenares de terroristas alojados en las cárceles colombianas. Inclusive si el precio a pagar por el gobierno hubiera sido el despeje de un vasto territorio. Sin embargo, la inflexibilidad de ambas partes ha impedido que el canje llegue a buen puerto. Dicho esto, es necesario aclarar que las únicas y directas responsables del fracaso de la liberación de los rehenes, de las condiciones inhumanas en que estos apenas sobreviven en la profundidad de la selva y del inmovilismo de cualquier negociación son las FARC y no el gobierno de Álvaro Uribe. Por ello, todos los reproches deben dirigirse en una única dirección, y no en varias, como pretenden algunos observadores interesados y otros que de tanto papanatear, como Oliver Stone, siguen empeñados en rodar la gran película de su vida. En España, gracias a la inmoralidad constante de ETA, hemos aprendido demasiado al respecto.
Con todo, el juego canje no se libraba únicamente entre los dos actores más connotados (el gobierno colombiano y las FARC), había más. En primer lugar, encontramos a grandes jugadores internacionales, ya que las FARC tienen en su poder a Ingrid Betancourt, que por el poderoso motivo de haberse casado con un diplomático francés ha adquirido la ciudadanía francesa, y con ella todo el respaldo de su gobierno. También el grupo terrorista tiene en su poder a tres ciudadanos de Estados Unidos, muy vinculados al Plan Colombia, lo que evidencia el interés de la administración Bush, y de ciertos círculos del stablishment de Washington en lograr su liberación. Por si todo esto fuera poco, en las cárceles norteamericanas hay algunos altos dirigentes de las FARC, como Simón Trinidad o Sonia, extraditados por narcotráfico, y que eventualmente podrían ser objeto del cambio. Es curioso que un país como Francia, que ve con tanta distancia muchas de las cosas que ocurren en América Latina sólo se preocupe por el drama colombiano cuando hay uno de los suyos en juego. En este caso, se hubiera agradecido algo más de comprensión del gobierno francés frente al dolor de todos los colombianos, sujetos al chantaje de una banda terrorista, y no únicamente al de algunos de ellos.
La excesiva dilación del proceso, sumada a algunas declaraciones altisonantes que favorecían a las FARC y enlodaban al gobierno colombiano llevaron a que Uribe terminara decidiendo la exclusión de Chávez como mediador
Posteriormente, de la mano del propio Uribe y en una decisión bastante controvertida, el comandante Hugo Chávez entró en escena. Cuando lo hizo, lo hizo en su mejor estilo, no como un elefante en una cacharrería, sino como un actor racional más preocupado por rentabilizar políticamente su presencia en el drama, que por el futuro y la libertad de los rehenes. Uribe, acorralado desde dentro y desde fuera del país en el tema del canje humanitario creyó que Chávez, dada su cercanía a la guerrilla y el influjo que teóricamente tiene sobre ella, podía alcanzar un rápido desenlace que serviría a todos. No se olvide que por presión de Nicolas Sarkozy, en un gesto inusual, Uribe liberó a más de doscientos terroristas encarcelados, entre ellos Rodrigo Granda, el canciller de las FARC y que también por la misma presión francesa gobiernos como el argentino decidieron intervenir en el asunto, aunque sin calibrar exactamente en qué avispero se estaban metiendo.
Durante varios meses Chávez fue el centro de atención de unas negociaciones previas que teóricamente iban a concretarse en negociaciones definitivas entre las dos partes directamente implicadas. Sin embargo, la excesiva dilación del proceso, sumada a algunas declaraciones altisonantes que favorecían a las FARC y enlodaban al gobierno colombiano llevaron a que Uribe terminara decidiendo la exclusión de Chávez como mediador, con el argumento de incumplimiento de los compromisos adquiridos, por comunicarse directamente con militares colombianos, algo que, al menos teóricamente, tenía expresamente vedado. Este hecho desató la cólera de un Chávez inmerso en su referéndum constitucional y alentó atávicos sentimientos de venganza que debían ser cobrados a la primera de cambio.
Habrá que esperar para ver cómo termina una operación que de momento tiene unos claros derrotados, los rehenes y sus familias, golpeados antes, y ahora una vez más, por la amoralidad de una cuadrilla de terroristas
El tiempo de cobrar las viejas deudas no tardó en llegar, ya que rápidamente las FARC decidieron, por su propia voluntad, hacer un gesto de desagravio a su admirado comandante Chávez. De este modo, el 18 de diciembre de 2007, anunciaron que liberarían, sin ninguna contrapartida, a tres de sus rehenes, incluyendo un niño de corta edad. Pero, como se puso de manifiesto durante esos largos días de vigilia y esperanza, la palabra de la banda terrorista carece absolutamente de valor. Una y otra vez incumplieron sus afirmaciones, sumiendo a la comunidad internacional en el desconcierto. En torno al suceso se plantearon varios, y grandes interrogantes, comenzando por el hecho, totalmente desconcertante en su comienzo, de si la FARC tenían o no en su poder al nino Emmanuel. La respuesta de Uribe a la afirmación de las FARC de que la entrega no podía realizarse por la presión de las Fuerzas Armadas colombianas fue un verdadero bombazo, que tras su confirmación supuso un nuevo fracaso estratégico del comandante Chávez, ya seriamente golpeado por su derrota en el referéndum del pasado 2 de diciembre. Por eso, con el ánimo de parar un poco el golpe, tuvo que anunciar junto con el retraso indefinido de la llamada metafórica, y metafísicamente, Operación Transparencia, una amnistía para quienes participaron en su derrocamiento años atrás. No es casual que la amnistía fuera acompañada de una profunda remodelación de su gabinete (la enésima) y de su anuncio de poner el freno a algunos de sus proyectos revolucionarios.
Pero hay más. ¿Por qué no se liberó a los rehenes en Venezuela, como se especuló inicialmente? Si las FARC tanto temían la acción del ejército colombiano, lo lógico, al margen de la propaganda, era que primero hubieran puesto en lugar seguro a los rehenes y luego hubieran anunciado su liberación. Si no lo hicieron así es porque hubo mucho de improvisación, de ineptitud en el control que la dirección del grupo terrorista tiene de su movimiento, o por otras causas aún más oscuras. De todos modos, quedó en evidencia el escaso, o nulo respeto, de las FARC por la opinión pública internacional. No se olvide, que en el pasado, tras el pago de un rescate, los terroristas estaban en condiciones de liberar a sus secuestrados en cualquier lugar de la geografía colombiana, sin que mediara ningún despeje, considerado ahora imprescindible.
Será interesante ver cómo las distintas estructuras de la organización terrorista reciben un golpe semejante
¿Qué se buscaba con el traslado de la operación a Colombia? ¿Se quería golpear a Uribe? ¿Y por qué tanta dilación en la entrega, una entrega finalmente no plasmada? ¿Se buscaba paralizar durante unos días, cuantos más mejor, las operaciones del ejército colombiano, en una amplia zona del centro del país? Es probable. De todos modos, tanto Chávez como las FARC han quedado seriamente golpeados por los acontecimientos. Corre en Caracas el rumor de que Chávez habría pagado a las FARC 500 millones de dólares por la liberación de este primer grupo de rehenes. Es probable que sea solamente un rumor, que, sin embargo, muestra claramente el aspecto mas propagandístico de toda la operación, durante la cual las FARC terminaron engañando hasta el propio Chávez.
La moraleja de esta historieta es clara: aquí hay un solo actor mentiroso, las FARC, que han comenzado una peligrosa deriva hacia su autodestrucción. Será interesante ver cómo las distintas estructuras de la organización terrorista reciben un golpe semejante. De momento, algunas de ellas se están pasando con armas y bagajes al narcotráfico puro y duro, dejando de lado cualquier coartada ideológica. Las espadas siguen en alto y cada uno de los actores busca llevarse el gato al agua. En este caso concreto, la amoralidad de una cuadrilla de terroristas ha causado un daño irreparable a los rehenes y sus familias, mientras el gobierno colombiano ha recuperado la iniciativa. No es casual que los índices de aprobación de Uribe sigan siendo extraordinariamente altos.