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Bernabé Sarabia es Catedrático de Sociología de la Universidad Pública de Navarra

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Albert Boadella: Adiós Cataluña (Espasa, 2007)

Albert Boadella: Adiós Cataluña (Espasa, 2007)

Albert Boadella: Memorias de un bufón (Booket, 2004)

Albert Boadella: Memorias de un bufón (Booket, 2004)


Tribuna/Tribuna libre
Albert Boadella y el mosaico catalán
Por Bernabé Sarabia, domingo, 4 de noviembre de 2007
Traspasados los límites de la cordura, el nacionalismo está empujando a la sociedad catalana más allá de cualquier razón. Por desgracia las ciencias sociales no disponen de indicadores precisos que sirvan para encender la alarma ante la deriva nacionalista. Si los Adorno, Horkheimer y demás sociólogos y politólogos de la famosa Escuela de Francfort hubieran dispuesto de un termómetro para tomarle la temperatura al nacional socialismo alemán, no hubiera muerto Walter Benjamín en su huida a España ni quizá hubiera pasado lo que pasó.
Pero que no dispongamos de escalas para medir la deriva del nacionalismo catalán no quiere decir que no pueda usarse la inducción analítica o la simple observación participante para percibir la crisis que atraviesa Cataluña. Contemplemos hechos y utilicemos tanto la inducción como la deducción.

Comencemos por la lectura de dos obras de Albert Boadella fechadas en 2001 y 2007. Tanto la primera como la segunda están escritas en Jafre, un delicioso pueblecito gerundense. La primera se finaliza en marzo del 2001 y es una autobiografía titulada Memorias de un bufón (Booket, 2004). Se trata de un texto divertido y poético en el que Boadella narra las vicisitudes de Els Joglars, la compañía teatral satírica y tocapelotas que funda en 1962. Al mismo tiempo su texto va desgranando sus propias vicisitudes personales. Tanto relata sus encuentros con Felipe González o Maragall como narra el pertinaz enamoramiento de su segunda esposa, una mujer que por lo visto pinta y guisa el arroz de congrio como nadie.

El Boadella memorialista del 2001 es un tipo burlón que se lo pasa bien y que, en clave irónica, se ríe de las cabronadas del franquismo, de las tonterías de Pujol o de la seriedad del burro nacionalista. Con más o menos gracia, según la colocación ideológica del lector, lo que transpira el libro es reflexión y vivencias no exentas de una armonía que, eso sí, puede calificarse de juguetona.
Como la idea central de los nacionalistas catalanes es que ellos son mejores que el resto de la población, no puede causar extrañeza que Ernest Benach, uno de los pilares del esencialismo de ERC y presidente del Parlament, se aprovechase de su coche oficial para, sirena en ristre, saltarse la cola del peaje de la colapsada autopista de entrada a Barcelona y avanzar por la derecha

La segunda obra aludida se cierra en junio del 2007. También estamos ante un texto autobiográfico cuyo título, Adiós Cataluña (Espasa, 2007), adelanta el contenido. Aquí encontramos, nada más levantar la portada, una colección de insultos dirigidos a Boadella que producen verdadero sonrojo, incluso a los que sabemos por experiencia, reflexión y lectura que el nacionalismo es una grave desgracia. Joan de Sagarra –que suerte tuvo de que su padre naciera antes que él-, al que leemos con gusto su columna costumbrista en La Vanguardia y que es una verdadera institución de la cultura catalana, le llama fill de puta en un periódico tan serio como es El País. En ABC un tal Ramón Pedrós le califica de imbécil, saboteador y chaquetero. Remigi Casas escribe en El Periódico de Catalunya que si tuviera que salvar de la muerte a Boadella o a un animal elegiría a este último.

Tras esta sarta de disparates -23 son los escogidos por un Boadella que asegura que son sólo una insignificante muestra- el texto va desgranando en clave personal la persecución que el autor ha sufrido en Cataluña hasta el punto de que ya nadie asiste a sus montajes escénicos. Ya no puede montar nada porque el boicot es tan arrollador que le ha reducido a la muerte civil. Boadella ya no puede seguir trabajando en su país porque las fuerzas nacionalistas le han puesto cerco.

La depuración nacionalista está alcanzando en Cataluña cotas de verdadera miseria intelectual. Hace unas semanas Alfred Bosch en Avui, un periódico subvencionado por el catalanismo porque de otro modo no podría seguir, volvía a cargar contra Pla por estar al servicio de Franco con el dinero de Cambó. En realidad Bosch es un ignorante de la historia de Cataluña, lo que ocurre es que ha debido leer las memorias de Carlos Sentís, Memorias de un espectador (Destino, 2007), en las que cuenta que tanto él como Pla, u otros muchos, tuvieron que salir de Cataluña porque estaban en peligro de muerte y tuvieron que sobrevivir en Italia y Francia como pudieron.
Hasta aquí unos pocos hechos concretos, unas pequeñas muestras de la perversidad del nacionalismo catalán, responsable de que Cataluña funcione cada día peor tanto en el plano político como en el psicosocial

Hace poco un racista catalán le pega a una chica en un vagón de las rodalies (cercanías), un escándalo, pero de lo que se olvida la gente es de que el partido más xenofóbico de España no se ha creado entre los oyentes del delirante Jiménez Losantos de las seis de la mañana en la COPE. Ha cristalizado en Vic (40.000 habitantes), la patria de Balmes. Plataforma per Catalunya, xenófoba y racista, fue con un 18% de los votos el segundo partido más votado en las elecciones del pasado mayo.

Como la idea central de los nacionalistas catalanes es que ellos son mejores que el resto de la población, no puede causar extrañeza que Ernest Benach, uno de los pilares del esencialismo de ERC y presidente del Parlament, se aprovechase de su coche oficial para, sirena en ristre, saltarse la cola del peaje de la colapsada autopista de entrada a Barcelona y avanzar por la derecha. Por cierto, su sueldo es de 144. 346 euros. (La Vanguardia, 31/12/2007). En el citado periódico, en su edición del día anterior, se escribía en un rinconcito de la página 51 que Joan Laporta, camino de la habitual comida previa a los partidos con la Junta Directiva del Almería, había agarrado por el cuello a un ex empleado del Barcelona llamado Juanjo Castillo. Ese mismo día La Vanguardia informaba que cuatro mossos iban a juicio por palizas en la comisaría de Les Corts. Y, lo que es peor, Pujol a todo titular gritando en la página 24 que los partidos españoles están fomentando el odio contra Cataluña.

Hasta aquí unos pocos hechos concretos, unas pequeñas muestras de la perversidad del nacionalismo catalán, responsable de que Cataluña funcione cada día peor tanto en el plano político como en el psicosocial. Algún día será necesario hablar de los intelectuales catalanes y de la afición al pesebre de la Generalitat. Pero, ojo, eso no quiere decir que no nos guste La Fura dels Baus, Jaime Plensa o Josep Pons. Y nos gusta Cataluña pese a la crisis del AVE. Ya hablaremos, pero de momento sólo una pregunta. ¿Conoce usted alguna ciudad en el mundo en la que los políticos locales hayan impuesto tres estaciones para la misma línea de alta velocidad en apenas unos kilómetros? En Barcelona se están construyendo Sans, El Prat y La Sagrera. Otra cosa, en Francia no existe una sola línea de alta velocidad transversal. Paris siempre. Habrá que pensar.
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