Reseñas de libros/No ficción
Kevin Trudeau: "Alternativas naturales al gran negocio de la salud" (Temas de Hoy, 2007)
Por Bernabé Sarabia, martes, 1 de mayo de 2007
El mundo del siglo XXI está hecho de paradojas. La velocidad con la que los seres humanos pueden desplazarse y comunicarse aumenta sin cesar. De ahí podría deducirse que a más velocidad más tiempo para hacer cosas. Sin embargo, en la vida cotidiana el tiempo del que disponemos parece disminuir. Somos veloces pero no nos alcanza el tiempo. Nunca tantas personas han vivido tanto, nunca su salud ha sido tan buena y, sin embargo, la preocupación por la enfermedad aumenta sin cesar. La falta de tiempo y el cuerpo enfermo se ciernen como una pesada sombra sobre las sociedades opulentas.
El sujeto angustiado de la postmodernidad se multiplica. Produce y extiende numerosas formas de ansiedad que dan lugar a un sinfín de patologías individuales y sociales de mayor o menor gravedad. Al socaire de tal estado de cosas ha crecido una variopinta multitud de médicos, farmacéuticos, analistas, sanadores, clérigos, asesores o entrenadores de todo tipo. La meta de todos ellos es proporcionar salud y belleza, componentes básicos, junto con el dinero, de la felicidad. Equilibrio mental y físico como elementos primordiales de la salud.
Tener un cuerpo sano, tener salud, se ha convertido en una exigencia tanto individual como colectiva. El mismo Estado liberal se arroga, a comienzos del siglo XXI –lejos ya los años del fascismo y del estalinismo-, la potestad de legislar sobre aspectos tan personales como el consumo de tabaco o alcohol. Pronto se legislará sobre alimentación en nombre de la salud individual y colectiva. De momento, la Ministra de Sanidad, Elena Salgado, ha encargado una macroencuesta (El País, 1/5/2007) que con datos de 2006 señala que el 68,77% de los españoles “afirma que su estado de salud es bueno o muy bueno”. Bien es verdad que en la misma Encuesta Nacional de Salud se dice, con alarma, que el 52% de los adultos españoles padecen sobrepeso o son obesos. El que la Sra. Ministra, y su gabinete, gasten el dinero de los contribuyentes en esta encuesta o en la que se está llevando a cabo para averiguar las medidas reales de las españolas y así establecer un sistema unificado de tallas en la venta de ropa femenina es un claro indicador de la preocupación por el cuerpo y la salud. (Sería estupendo este gasto si no supiéramos que jueces, policías y maestros están faltos de recursos.)
Hacemos esta larga introducción para dejar bien claro que el hecho individual y social sobre el que reflexiona este libro se da en todas las sociedades desarrolladas del planeta. Lo que aquí se plantea es la situación del sistema sanitario y de la industria alimentaria frente al sujeto que quiere tener salud y vivir más años. El tema es de apasionante actualidad, pero antes de entrar en el contenido del libro es preciso aclarar algunas cosas. Para empezar conviene señalar que este volumen se vende retractilado, es decir, envuelto en celofán para que no se pueda ojear. Así es como estaba en la librería Crisol cuando lo compré. A continuación hay que decir que Kevin Trudeau (1963) se ha convertido en una especie de gurú con fuertes resonancias de predicador televisivo. Parece salido de ese siniestro mundo de líderes religiosos norteamericanos que levantan un imperio mediático, se hacen multimillonarios y, de pronto, se descubre por los medios de comunicación que han cometido espantosos abusos de cualquier tipo.
Kevin Trudeau carga contra el sistema sanitario norteamericano y denuncia que se apoya en las compañías farmacéuticas y de la alimentación para, de este modo, hacer dinero a costa de la salud de la población
Hechas estas advertencias, digamos que se abre este volumen con un aviso en el que se aclara que el dinero de sus ventas se destinará, entre otras cosas, a “denunciar la corrupción corporativa y gubernamental”. Esto significa que de entrada el autor se posiciona contra casi todo y de manera concreta contra la Federal Trade Comission (FTC) y la igualmente potente Food and Drug Administration (FDA). Conviene no olvidar que esta última metió en la cárcel, y eso le supuso la muerte, a Wilhelm Reich. El pecado de este psicoanalista emigrado a Estados Unidos en los años de la persecución nazi fue dar a conocer su teoría de la energía del Orgón y construir una caja orgónica –un gran cajón almohadillado en el que se metía al paciente- que trató de vender en supermercados.
Ya en el interior de la obra, y pasando por alto cierto tono mesiánico, Kevin Trudeau carga contra el sistema sanitario norteamericano y denuncia que se apoya en las compañías farmacéuticas y de la alimentación para, de este modo, hacer dinero a costa de la salud de la población. Tras advertir de la conjura montada por intereses que él denomina bastardos comienza a diseñar un complejo sistema para evitar la enfermedad y conseguir la salud. Lo primero no es curar los síntomas sino atacar los problemas de raíz. Su recomendación, a grades rasgos, es revisar todo lo que hace, piensa y siente cada una de las personas. A partir de ahí es preciso conseguir que el cuerpo humano pierda acidez y se vuelva alcalino. Para empezar, su consejo es recurrir a “los profesionales de la salud que practiquen homeopatía, acupuntura, medicina quiropráctica, herbología y terapias nutricionales”. Desde ahí el objetivo es eliminar toxinas y reducir estrés para conseguir ese pH alcalino.
A continuación Kevin Trudeau desgrana con gran lujo de detalle los correctos hábitos de comida y de comportamiento. Advierte además de un sinfín de amenazas para la salud, como lo que denomina “caos electromagnéticos”, que se sufren en la actualidad a causa de los teléfonos móviles, ordenadores, hornos microondas, cables de alta tensión y un largo etcétera. Alguna de sus recomendaciones, como dormir quince minutos de siesta, no deja de tener gracia; otras, como no leer prensa o no ver el telediario, son más dudosas. Cierra Trudeau este volumen con una acérrima defensa de su propuesta de consumo alternativo y defiende con uñas y dientes el que él mismo se haya convertido en una forma –también de consumo, añadimos nosotros- que le ha hecho millonario. Se incluye como cierre una completa lista de organizaciones de defensa del consumidor, con sus correspondientes direcciones de correo electrónico. Se encuentra, por supuesto, la suya propia.
Aunque esta obra chapotea con demasiada frecuencia en el también descarado y a veces fangoso mundo de la salud alternativa, muchas de sus advertencias son originales, curiosas y de sentido común. Su lectura, para lectores no demasiado impresionables, advierte de un contubernio que enriquece a demasiados con demasiado descaro.