Juan Antonio González FuentesEn otros tiempos la familia
Habsburgo era una de las familias europeas más poderosas y solventes del mundo conocido. Hoy tienen que poner a la venta algunas de sus propiedades porque no las pueden sostener. Se quejan de lo costoso de la calefacción, de las reparaciones, etc... Concretamente han puesto a la venta un castillo inhóspito y perdido en el corazón del viejo continente por la nada despreciable cantidad de 75 millones de euros.
El castillo puesto a la venta está situado en Transilvania, cerca de Brasov, Rumanía. Fue construido en torno al año 1212 por los caballeros teutones, una vez fueron trasladados desde Palestina al reino de Hungría. La fortaleza es monumento nacional rumano, y es muy famosa porque en ella tuvo su hogar, según cuenta la leyenda,
Vlad el Empalador,
Drácula para los más enterados. Es decir, que un señor de apellido Habsburgo vende la casa rumana de Drácula por 75 millones de nada porque no la puede mantener.
El castillo de DráculaDicho así el asunto no parece alejarse en exceso de la anécdota o la mera curiosidad, pero siempre se le puede sacar alguna punta al caso. Por ejemplo, al parecer no hay constancia fehaciente de que entre las piedras transilvanas de la fortaleza morase nunca Drácula, quien dicen las malas lenguas sólo pasó dos días allí, prisionero de los otomanos que ocupaban entonces aquellas tierras.
¿Debe rebajar este hecho el precio de la propiedad? Yo creo que sí. No puede valer lo mismo la casa del Conde Drácula que un simple castillo perdido en lo alto de una loma rumana. Pero sigamos añadiendo cosas. El gobierno comunista rumano incautó el castillo a sus aristocráticos propietarios en 1948, y más o menos lo dejó abandonado a su suerte hasta casi cuarenta años después, cuando lo restauraron y lo destinaron con éxito a destino turístico. Los comunistas paradójicamente le vieron el fin comercial a las piedras de Drácula y consiguieron convertir a Drácula y su supuesta morada en souvenir turístico de primer orden. El gobierno comunista le sacaba los cuartos al incauto, leído y cinéfilo turista occidental que esperaba ver el ataúd del vampiro guardado en las mazmorras húmedas del castillo. El turista, después de la visita, con menos dinero en el bolsillo, sólo se llevaba a su casa una postal o una taza cutre para el café con colmillos sanguinolentos a modo de asas.
Fotograma de la película de
Francis Ford Coppola,
Drácula de Bram Stoker (1992)
Pero esto no duró mucho, pues en 1989 la revolución rumana dejó hecho unos zorros al verdadero Drácula rumano de aquellos años, el dictador
Caucescu, el mismo al que poco antes se abrazaba con lágrimas en los ojos nuestro entrañable
Santiago Carrillo, a quien siempre le hubiera venido bien haber visto más películas de la
Hammer inglesa y dar menos abrazos a los vampiros de carne y hueso, los que le chupan la sangre a su propio pueblo.
Más tarde el nuevo gobierno rumano le devolvió la propiedad del castillo a su legítimo dueño, el señor Habsburgo, es decir, el hijo de la
Princesa Dominic von Habsburgo, un ingeniero norteamericano que vive cerca de Nueva York y a quien le apetece convertir rápidamente en dólares de curso legal las piedras horripilantes e imposibles de calentar de sus ancestros.
A este ingeniero norteamericano de apellido tan ilustre, lo más probable es que le importe un comino que el escritor
Bram Stoker moldease los rasgos y carácter de su Conde Drácula inspirándose en
Vlad Draculea, el empalador, personaje histórico (1431-1476) que gobernó el sur de Rumanía con mano dura y estacas puntiagudas, y que todo indica estuvo prisionero unos días en el castillo transilvano hoy de su propiedad. Tampoco le importará mucho al ingeniero de apellido principesco el que Stoker usase su actual propiedad como modelo para elucubrar la mansión del vampiro conde y chupador de sangre. Y desde luego no debe ponerle la piel de gallina el saber que su castillo rumano ha servido de escenario fantástico en muchas adaptaciones cinematográficas de Drácula.
El ingeniero Habsburgo que vive cerca de Nueva York quiere hacer dinero contante y sonante las piedras de sus vetustos abuelos, y probablemente no sepa siquiera quién es o era Drácula. El ingeniero quiere cobrar un cheque de las autoridades rumanas, en principio las más interesadas en hacerse con la propiedad y seguir vendiendo camisetas, postales y tazas de loza negra, pero tan mal están las cosas por la tierra de Drácula que nadie tiene los millones de euros en que se valora la propiedad.
Corre otro rumor por la red de redes, que el multimillonario ruso
Abramovich, actual dueño y señor del
Chelsea club de fútbol, anda al acecho del castillo, con lo que este vampiro financiero puede cambiar de morada en breve, y situar su aterciopelado ataúd en el antiguo hogar de Vlad Drácula el empalador. También puede Abramovich llevarse concentrado su equipo al castillo, lugar que promete concentración y falta de distracciones por toneladas. Pero también puede desmontar piedra a piedra el castillo y trasladarlo a la dulce y verde Inglaterra, más concretamente al exclusivo barrio londinense de Chelsea, con lo que la fábula narrada se cerraría de la mejor manera posible, la que Bram Stoker visualizó a comienzos del pasado siglo. Drácula viaja desde Transilvania para instalarse en Londres, claro que quizá en vez de chuparle la sangre a atractivas y escotadas damiselas desmayadas, viaje a Londres para jugar de delantero centro del Chelsea, y chuparle así la sangre a los porteros y defensas contrarias. Si así fuera, ya no tendría ninguna gracia convertirse en el
profesor Van Helsing. Yo, por si alguien lo pregunta, prefiero chuparle la sangre a las damiselas escotadas.
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Otro textos de Juan Antonio González Fuentes sobre Drácula y el tema vampírico:
Vampiros!!!Drácula, ilustrado por Luis ScafatiEl vampiro que retrató Edvard Munch
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música...)