Juan Antonio González Fuentes
Yo tengo un buen amigo que se llama
Miguel Ibáñez. Es poeta, es profesor de literatura, es escritor, es muy alto. Cuál Sísifo esforzado, lleva años comenzando una gran novela, y dejándola por imposible al cabo de unos meses, para después retomarla de nuevo, en una cadena de esfuerzo que de momento no tiene fin.
Pero Miguel Ibáñez, mi buen amigo, mi compañero de tertulia, saca fuerzas de flaqueza, y también escribe poemas, y cuentos muy breves que de un tiempo a esta parte llaman por esos mundos microrrelatos. Los microrrelatos son cuentos con protagonistas y diálogos, pero que pueden tener lugar en una línea de escritura, o en dos o tres, o en un solo párrafo, o en unos pocos párrafos. Miguel Ibáñez tiene una página en la red,
Prosa prosae, en la que da a conocer, como si de un banco de pruebas se tratase, algunos de sus trabajos brevísimos.
Se trata de contar con agudeza e ingenio toda una historia, pero de la manera más breve posible. Es este un género que, en español, tiene bastante fortuna y seguidores en casi toda Hispanoamérica. En aquella parte del mundo nació uno de los autores de microrrelatos en español más célebres del mundo, el paraguayo
Augusto Monterroso, autor, ente otros muchos, del que sin duda es una de los microrrelatos más inquietantes, logrados y repetidos de la historia de la literatura: “Y cuando se despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”. Microrrelato de mítica aureola sobre la que ironiza con acierto y gracia Miguel, como ya comprobarán.
Miguel Ibáñez es un excelente autor de microrrelatos. Tiene en su poder todos los ingredientes verbales y culturales para serlo (ironía, concisión, agilidad, precisión, melancolía, capacidad paródica, sentido de la paradoja...), y además sabe mezclarlos muy bien para lograr como resultado platos literarios sabrosos, alimenticios, que no repiten y que, para colmo, te ayudan a abordar el sinuoso mar de la reflexión, como el buen vino de oporto.
Miguel Ibáñez acaba de juntar varios de sus mejores microrrelatos y ha sacado un libro. El libro se titula
El lobo veloz, toda una delcración de intenciones, y casi es en sí mismo un microrrelato, o al menos el prometedor inicio, o el acertado final, de uno de ellos. El libro lo ha editado con belleza y gusto, como siempre, la imprenta Bedia de Santander, y lo ha hecho dentro de una colección radicada en Cantabria y que tiene ya una trayectoria destacada. Me refiero a
La sirena del Pisueña, título que también promete un impecable microrreltato.
Como imagino que muchos de ustedes tendrán algunas dificultades para hacerse con el libro en sus lugares de existencia, si es que les ha interesado algo lo que les he contado en estas líneas, a continuación les ofrezco en número de ocho, y espero que con permiso de su autor, una selección de los microrrelatos de Miguel Ibáñez incluidos en
El lobo veloz. Si después de su lectura no buscan el libro por todos los medios imaginables hasta hacerse con él, acudan sin dilación a un buen médico: sin duda, algo les ocurre, algún trastorno les amenaza.
LA PERPLEJIDAD DE EDIPO
Y entonces, mi mamá me contestó: eso se lo dirás a todas.
PREÁMBULO
-¿Me quieres? –le preguntó su mamá a Edipo.
-Hummm…, define “querer” –respondió Edipo.
HELENA DE TROYA SE CONFIESA
Primero ese idiota me secuestra, después el otro tarado monta una guerra, llevan diez años sacándose las tripas los unos a los otros, y yo, como no se dé prisa alguien en inventar el
ménage à trois, voy a acabar de los nervios.
SIEMPRE PUEDE HABER OTRAS NATIVAS
Emma Bovary, Ana Karenina y Ana Ozores se conocieron, se hicieron amigas y descubrieron que se puede ser algo más que víctimas, algo más que amigas, algo más en general.
REVOLUCIÓN
El general les ordenó: ¡Disparad!, y eso fue exactamente lo que hicieron.
Haber dicho en qué dirección.
POR QUÉ HAY QUE ESCRIBIR OTRA VEZ NOVELAS-RÍO
Porque ya todos los horteras presumen de leer a Monterroso.
APOCALIPSIS KITSCH
Todos los relojes de cuco se pusieron de acuerdo para dar la hora final.
GUERRA CIVIL
El ruido del disparo retumbó en los montes, atravesó el valle, chocó en las paredes de las casa del pueblo y fue a parar, ya exhausto como un pájaro herido, al patio de la escuela donde alguna vez la víctima y el asesino habían jugado juntos.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .