Juan Antonio González Fuentes
A comienzos de los años 1960, la autora entre otros del libro
Memorias de África,
Isak Dinesen (Karen Blixen, Copenhague, 1885-1962) y la autora entre otros del libro
Reflejos en un ojo dorado,
Carson McCullers (1917-1967), se encontraron en un viaje que hizo la primera a Nueva York.
La casi octogenaria Dinesen estaba muy enferma, pero decidió aceptar la invitación de diversas universidadades norteamericanas para dar conferencias sobre sus libros y su vida en África, y en la ciudad de los rascacielos McCullers desempeñó el papel de anfitriona. Antes de emprender el viaje a los EE.UU, la narradora danesa confesó a los que la iban a recibir un deseo: quería conocer a la actriz de moda, al sex-symbol por antonomasia del momento, a la figura que en gran medida personificaba a la mujer despampanante y algo corta de luces que se hacía querer por su vulnerabilidad; quería conocer a
Marilyn Monroe, quien acababa de rodar con
George Cukor El multimillonario e iba a empezar a trabajar en la película de
John Huston Vidas rebeldes, junto a
Clark Gable y Monty Clift.
Isak Dinesen
La Monroe tiene 35 años edad, está casada con
Arthur Miller y el matrimonio no funciona, ha tenido ya varios abortos, está relacionada con el clan
Kennedy y empieza a ser muy conocida por sus problemas de disciplina y concentración trabajando. Pero también está en el momento más álgido de su carrera y de su belleza y rotundidad física: deseada por cualquier hombre, y pudiendo elegir proyectos, cada vez más decidida a demostrar que además de poseer curvas de vértigo está capacitada para transmitir emociones y hacerse con las riendas de los personajes que le encarguen.
Isak Dinesen tiene 75 años, apenas llega a los cuarenta kilos de peso, y la impresión física que da a quienes la conocen es que está a punto de quebrarse con cualquier movimiento brusco. No puede haber, en apariencia, dos mujeres más dispares en todos los sentidos: Dinesen y Monroe, Isak y Marilyn.
Marilyn Monroe
McCullers organiza una cena para que se conozcan, y al final de la misma, las dos mujeres, las dos celebridades tan radicalmente diferentes, terminan la velada bailando descalzas sobre la mesa ante la incrédula mirada de todos los que allí estaban. La escritora danesa disfrutó tratando a los escritores que conoció en Nueva York, a Carson McCulleres y a Miller entre ellos. Pero quien la dejó pasmada fue la actriz, fue Marilyn. De ella escribió: “No es que se hermosa, aunque lo es de un modo casi imposible, es que irradia a la vez una vitalidad sin límites y una increíble inocencia. Me recordó a un cachorro de león extraviado que me trajeron en África mis criados nativos. No me quedaría nunca con ella”.
No, no se quedó con ella. Las dos murieron al año siguiente, casi a la vez, con la sincronización de dos seres que han bailado juntos, muy juntos.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.