Camino y cae la noche.
Decido y cae la noche.
No, no estoy
triste.
He sido curiosa y he estudiado mucho.
Sé de todo. un poco de
todo.
Conozco los nombres de las flores cuando se marchitan,
sé cuándo
reverdecen las palabras y cuándo sentimos
frío.
Sé con qué
facilidad se abre la cerradura de los
sentimientos
con
cualquier llave del olvido.
No, no estoy triste.
Hubo días de
lluvia,
me instalé detrás de este
alambrado acuático
con paciencia y
discreción,
como el dolor de los árboles
cuando cae su última hoja,
y como el miedo de los valientes.
No, no estoy triste.
He pasado
por jardines, frente a fuentes
y he visto muchas estatuas que se reían
joviales
sin saber por qué.
Y pequeños cupidos, presumidos.
Sus
arcos tensos
parecían lunas menguantes en mis noches de ensueño.
He
soñado muchos y hermosos sueños
y estuve a punto de perderme.
No, no
estoy triste.
He pensado en los sentimientos,
de los míos y de los
demás,
y hubo siempre espacio entre ellos
para que pasara el dilatado
tiempo.
He pasado y he vuelto a pasar por Correos.
He escrito cartas y
las he vuelto a escribir;
he invocado sin tregua al dios de la respuesta.
He recibido breves postales:
una cordial despedida desde Patras
y
ciertos saludos
desde la torre de Pisa que se inclina.
No, no estoy
triste porque el día se inclina.
He hablado mucho. A la gente,
a los
faroles, a las fotografías.
Y mucho a las cadenas.
He aprendido a leer
manos,
y a perder manos.
No, no estoy triste.
He viajado, es
verdad. He ido aquí, he ido allá…
el mundo siempre a punto de envejecer.
He perdido aquí, he perdido allá.
He perdido por ser observadora
y
también por ser distraída.
He ido al mar.
tenía derecho a un espacio.
Supongamos que lo conseguí.
Tuve miedo a la soledad e imaginé a la
gente;
a unos los vi caer junto a un polvo tranquilo,
traspasado por un
rayo solar;
a otros junto al sonido de una campana mínima.
Y me llegó el
sonido del toque de la campana
de la soledad ortodoxa.
No, no estoy
triste.
Jugué con el fuego, y me quemé lentamente.
tampoco me faltó
la experiencia de las lunas.
Sus fases menguantes, sombrías, sobre mares y
ojos,
me han nutrido.
No, no estoy triste.
He resistido tanto como
pude a este río
cuando estaba crecido, para que no me llevase,
y cuando
fue posible he imaginado los ríos secos
que tenían agua, pero me
arrastraron.
No, no estoy triste.
A la hora precisa cae la noche.
AUTOCONSERVACIÓN Habrá sido primavera
porque este recuerdo llega
saltando por encima de las amapolas.
A
menos que la nostalgia,
tan presurosa,
haya ignorado el recuerdo.
todo se parece tanto entre sí
cuando la privación se lo lleva.
Pero
puede que el recuerdo sea correcto
y que el fondo sea ajeno;
que las
amapolas sean prestadas
de alguna otra historia,
mía o ajena.
es
capaz de algo así la evocación,
por amar lo bello y por arrogancia.
Sin embargo habrá sido primavera
porque veo también abejas
volando alrededor de este recuerdo,
con fe, y con pasión,
agolpándose sobre su cáliz.
A menos que el orgasmo fuera
regla del
pasado,
mecanismo de lo irrepetible.
¡ojalá siempre quede algo de polen
en las cosas terminadas!
Para la polinización
de la experiencia, de
la tristeza
y de la poesía.
COPISTAS DEL
OPTIMISMO II
Sí, tienes razón: se agotaron los temas. (2)
Quizás la causa es en parte
por no alejarme de esta misma parada.
Quizás, digo quizás, si hubiese visitado
alguna de nuestras hermosas
islas en las que desde lejos
te recibe vestida de blanco la cal
y
trémulo toca cantos jubilosos el azul griego
de las ventanas
mis temas
hubiesen dado para alquilar
algo diferente.
Y si acaso me hubiese
lanzado lejos
a alguna preferencia más audaz
a españa, precisamente a
españa,
adonde tantas veces estaba por viajar mi maleta
encantada,
quizás, digo quizás
alguno de mis temas hoy podría haber sido
el
Flamenco
– sus pies golpean apasionadamente el suelo
derritiendo hierros
y las manos arrojan al infierno
el ritmo endemoniado que arde sobre
las palmas fogosas.
¡Qué auto-aplauso me perdí, Dios mío!
¿Y
ahora qué? Ausencia de ideas como dices.
Nuevamente uno o dos sueños
dependiendo enteramente de un sueño
otra vez alguna estatua de gélida
inspiración
hecha de mármol auténtico
y otra vez la mar extendida
delante de mí
abierta, marcada mi última página.
¿Realmente estoy
segura de haber visto todo eso,
y que no me señaló simplemente al hojearme,
el dedo de mis obsesiones, como si fuera un álbum?
no, que no, mi
última página
marcada, esa sí, estoy segura
de haberla visto.
CARNAVAL DEL ALMENDRO Día soleado en el
parque,
hermoso como el de Alcíone
disfrazado de traje matinal,
deslumbrante,
tradicional, reparte gratuitamente
niños globos banquitos
caretas de Arlequín para el buen humor
un airecillo invita a bailar a
las serpentinas
palomas limpiabotas lustran
con confeti sus polvorientos
picos
rosquillas disfrazadas de pirata con un solo ojo
alas de mariposa
de hojalata
sobre juguete mutilado con ruedas
empujado por un fugaz
ruido disfrazado de niño
mi nieta más pequeña de odalisca
los otros
mayores de caballo de troya
globos broches disfrazados de reloj
estallan
¡plaf! ensordecedores globos
niños llantos banquitos tranquilos
tranquilos, aislados toman el sol
sentados inexpresivamente sobre
ancianos.
EDIFICIO La verdad: ¿cómo fue
aquella gran empresa de sentimientos
que habías montado?
Supe
que acabó contigo.
¿Al menos acabaste con tus obligaciones?
¿Ayudaste al
olvido a construir?
Durante años soñaba
con una familia propia
con
una casa propia
lejos
lejos del recuerdo
de aquellos que amaron a
ambas.
SÍMBOLOS SOLUBLES Hermosa calle
opulenta, aristocrática.
A veces me encanta recorrerla
a escondidas,
culpándome
ya que las excavaciones
me asignaron al barrio bajo
según
los escasos hallazgos
de alguno de mis pergaminos asalariados.
Joyerías.
Se rajan los escaparates de tanto brillo
rubíes esgrimen con
amatistas
se agita el firmamento de las cruces
mientras asciende el
precio del martirio
en clavos de brillantes.
Uno teme mirar en
demasía
no sea que le obliguen a pagar.
Entre nosotros, así nos hemos
enriquecido: mirando.
Ciertamente se han empobrecido las manos
pero las
cuelgas del revés
con la cabeza hacia abajo
atadas con una cuerdecita
en una habitación oscura
y desecas el tacto
tal como se conserva
desecada
la aterciopelada lozanía de las flores.
Anillos rumbosos
enfatizan
el bello encuentro del delirio
cuando el amor llegó a ser
padre.
Y después el anillo de platino por la artritis deformante,
pero en el quiosco
acostumbro a comprar anillos
hechos de humo
de fumador
en todas las formas estrafalarias
que has imaginado en tu
vida
de todos los tamaños solubles,
por el noviazgo de la brisa con el
almendro
por el cumpleaños de la pregunta:
Concesión, ¿te casaste
conmigo por amor?
Anillos soñados, obsequios
sentimentales del humo
a su amada disolución
adornando los dedos de todas las caricias;
se
llevan también
en la caricia suave del dedito falso.
Si fuera preciso.
LA ETERNIDAD SELECTIVA «Créeme te amaré
eternamente»
repite a cada rato Caronte
a la eternidad
y ella
quejándose
por tan desafortunada certeza
¡ay! por qué no serías
mentiroso
lo maldice.
NOTAS:
(1) La
selección de poemas del libro de Kikí Dimulá es obra de la profesora,
poeta
y
traductora Marta López
Vilar, a quien agradecemos su esfuerzo y generosidad.
(2) Este poema está escrito como contestación a algunas personas que han
comentado que la poeta repite los temas.