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Álvaro Pombo: Virginia o el interior del mundo (Planeta, 2009)

Álvaro Pombo: Virginia o el interior del mundo (Planeta, 2009)

    TÍTULO
Virginia o el interior del mundo

    AUTOR
Álvaro Pombo

    EDITORIAL
Planeta

    OTROS DATOS
Barcelona. 350 páginas. 20,50 €



Álvaro Pombo

Álvaro Pombo


Reseñas de libros/Ficción
Álvaro Pombo: Virginia o el interior del mundo (Planeta, 2009)
Por Juan Antonio González Fuentes, miércoles, 1 de abril de 2009
De forma completamente inhabitual en mí, comenzaré esta reseña por su conclusión final: Virginia o el interior del mundo es una de las cumbres de la novelística de Álvaro Pombo (Santander, 1939). Es más, no me duelen prendas en afirmar que la literatura española de estos primeros años del siglo XXI ya tiene gracias a esta novela pombiana, algunos personajes de referencia para la historia de la novela española actual, la propia protagonista principal de la novela, Virginia Montes, y los principales secundarios, el matrimonio formado por Cayo y Leonora Bárcena.
Dicho lo cual, quizá sea necesario señalar también que la nueva novela de Álvaro Pombo no supone ningún avance perceptible en sus planteamientos narrativos, ni siquiera presenta cuestiones novedosas desde un punto de vista temático en los asuntos más habituales tratados por el escritor en sus historias. En este sentido estamos ante unas páginas pura y estrictamente pombianas, unas páginas que no establecen ningún punto y aparte dentro del universo narrativo del santanderino. Entonces, ¿qué hace de esta novela una cumbre dentro de la obra de nuestro autor y de la novela española del presente?

Voy a intentar responder a la pregunta, lo que en principio no me parece muy complicado. Virgina o el interior del mundo es, sencillamente, la destilación más perfecta hasta la fecha de la manera de novelar pombiana, es el fruto más decantado y sofisticado de su forma de escribir y entender las novelas, de su arte de novelar, de levantar estructuras narrativas.

Referentes esenciales para establecer un paralelismo con las intenciones narrativas de Pombo serían, por ejemplo, Jane Austen, Henry James y Virginia Woolf

Como narrador Álvaro Pombo no inventa absolutamente nada, y además está en las antípodas de pretenderlo. Pombo, el contador de historias, asume y continúa una herencia con árbol genealógico claramente establecido, que hunde sus raíces principales en la novela burguesa anglosajona del siglo XIX y en la narrativa modernista inglesa. Referentes esenciales para establecer un paralelismo con las intenciones narrativas de Pombo serían, por ejemplo, Jane Austen, Henry James y Virginia Woolf. En efecto, no muy distintos a los de estos autores del pasado son los ingredientes que Pombo introduce en su particular alambique de novelista con la intención de destilar una historia: personajes muy complejos a los que se accede a través de una detallada introspección psicológica, riqueza concentrada en las descripciones, pasajes protagonizados por la reflexión y el pensamiento, ausencia casi completa de acción materializada en movimientos y sucesos, diálogos circulares construidos como fórmulas de tanteo e introspección y como herramientas eficacísimas para desnudar el alma de los personajes, aliento lírico en determinados momentos clave, preponderancia de los personajes femeninos como impulsoras de la historia, prosa de raíz clásica y cuidada perfección formal, singular riqueza del lenguaje, presencia sustancial de la mirada irónica del narrador como palanca impulsora de situaciones o como fórmula resolutiva, omnisciencia del narrador en tercera persona...

En el caso que nos ocupa viajamos en el tiempo hasta la pequeña ciudad de Santander, capital de provincia del norte de España en la que los reyes pasan el verano en aquel tiempo que discurre antes de la proclamación de la II República y después de los primeros grandes desastres de la guerra en Marruecos. Santander en los años 1920. La sociedad santanderina está perfectamente jerarquizada: por un lado está la alta burguesía comercial y cuasi aristocrática que habita las casas del muelle, frente a la bahía; por otro la gran masa de población conformada por jornaleros, trabajadores de todo tipo, sirvientes...; y en medio, una pequeña elite de profesionales liberales situados en terreno de nadie y que ideológicamente tiene veleidades socialistas, republicanas y regeneracionistas.

Este es el concreto marco geográfico, histórico, social y cultural (conocido muy de primera mano por el autor, habitante en su infancia precisamente de un gran piso del muelle) en el que Pombo sitúa a su protagonista, Virginia, un personaje felizmente redondo en su construcción literaria, que le sirve al autor para con él y desde él elaborar nada más y nada menos que un intento de comprensión total y globalizador del mundo, tanto en su conformación exterior, como en su complejidades interiores. Virginia, así, viene a servirle a Álvaro Pombo como personificación del mundo (al menos de un mundo), tanto por dentro como por fuera.

Un mundo (una forma de entender el mundo mejor dicho), todo un universo social, político, económico, cultural que Pombo pone en escena, materializa literariamente en la geografía física y espiritual de la ciudad española que le vio nacer, Santander

Un mundo (una forma de entender el mundo mejor dicho), todo un universo social, político, económico, cultural que Pombo pone en escena, materializa literariamente en la geografía física y espiritual de la ciudad española que le vio nacer, Santander. Sí, Santander es el mundo, una representación del mundo en un momento histórico muy determinado, el del máximo esplendor de una forma de vivir y de entender la vida encarnada por la familia Montes, un remedo nada disimulado de la propia familia Pombo. Harineros y comerciantes de la provincia palentina que, establecidos en el puerto de Santander, se enriquecen con el comercio en pocas generaciones llegando a convertirse en aristócratas con título, en un poder económico y político de estructuras en principio inalterables, en toda una forma de ser y estar en el mundo.

La primera parte de la novela es una honda y sutil descripción analítica y sentimental de todo ese mundo externo e histórico al que pertenece Virginia desde el rechazo espiritual, desde la clara conciencia de su decadencia, de su decrepitud, de su caducidad inexorable, de su necesaria, cercana, implícita desaparición. El deambular por el piso del muelle y sus alrededores de Virginia lo utiliza Pombo para dibujarnos el atlas preciso y concretísimo de la geografía física y moral de Santander años 20, de España años 20, del mundo años 20, de la burguesía como ámbito físico y metafísico, como cosmovisión.

La segunda parte supone la ruptura queda, no verbalizada, de Virginia con el mundo exterior, y su apartamiento geográfico y espiritual del mismo, preparándose así para la inevitable inmersión en el interior del mundo. Virginia Montes, en esta segunda parte del relato, abandona Santander para establecerse en la mansión de su difunta abuela situada a las afueras de la ciudad, en un lugar con algo de fantasmal, de escenografía victoriana propicia a las apariciones, a los espectros, al contacto con otras realidades.

Quien quiera saber más que lea la novela (...) No saldrá defraudado de la experiencia, al contrario, entrará de lleno en contacto con la narración poderosa, fuerte, excelente de un escritor construido a sí mismo en una de las tradiciones más poderosas de la novelística occidental

En este particular espacio Virginia intentará adentrarse en el interior del mundo (de su propio mundo hecho conciencia e inconsciencia de sí misma y de sus circunstancias), explorarlo con la ayuda ridícula, bufonesca del teósofo Cayo Bárcena y de su mujer, la alocada espiritista y médium Leonora, dos personajes también redondos y ya me atrevo a decir que imprescindibles para la novela española de este siglo.

Virginia, a través de la irracionalidad como medio de religarse a la vida, intentará explorar ese espacio de lo posible improbable en el que pretende encontrar la/s razón/es que no le otorga para su supervivencia la carnalidad cotidiana y manoseada del mundo. Virginia se sabe condenada de antemano al fracaso, pero no desiste aceptando la tragedia de golpearse contra la dureza agreste de lo no posible. Y esta tragedia presumida y anunciada por los elementos del contorno, por los grises plomizos, azules y verdes de la escenografía levantada por Pombo, no tiene ni mucho menos latidos de vulgar y consabido melodrama decimonónico, sino que está resuelta con el lirismo brillante de la propia vida, la que dejó atrás otra Virginia, Woolf, remedo adecuado, preciso, ajustado de nuestra Virginia santanderina.

Quien quiera saber más que lea la novela, que conozca de primera mano a Virginia (Montes, Woolf), a los Bárcena, al doctor Anselmo, a Gabriel Montes, a Manuela, a Casimiro (el fantasma Casimiro, un espectro que recorre toda la novela y hace de puente entre mundos para Virginia)... No saldrá defraudado de la experiencia, al contrario, entrará de lleno en contacto con la narración poderosa, fuerte, excelente de un escritor construido a sí mismo en una de las tradiciones más poderosas de la novelística occidental, y tomará necesariamente distancia con la narrativa débil y “moderna” que ahora nos habla de nocillas, pixels, y otras moderneces bastante insultas, pesadas y en último término aburridas.

Lean lo último de Pombo con urgencia. Llenarán su mente, ¿podrá decirse dejando a un lado el cinismo universal, “y también su corazón” con los aires exigentes de la gran novela universal.
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