Del pueblo de Gata al Puerto de Castilla por la Calzada Romana
La sierra de Gata ha sido considerada, hasta hace unas décadas, como un
santuario natural debido a su aislamiento y a su difícil acceso. Hoy, que cuenta
con buenas carreteras, recibe una mayor afluencia turística pero, no obstante,
conserva intactas buena parte de sus zonas de mayor riqueza biológica, donde se
esconden especies tan valiosas como la cigüeña negra y el buitre negro. La
comarca ha sido inventariada como futuro Espacio Natural Protegido en
Extremadura. La ruta propuesta recorre una vía de comunicación tradicional —la
calzada romana Via Dalmacia— entre esta comarca y su homóloga
salmantina, separadas por las cumbres de la propia sierra de
Gata.
Dificultad: Baja-media. Duración: Media jornada.
Época recomendada: Primavera y otoño. Punto de partida: El
pueblo de Gata, con acceso desde la carretera N-526 a la altura de La Fatela, en
las proximidades del puerto de Perales (fronterizo con Salamanca). Tipo de
itinerario: Lineal. Desnivel: 500 metros. Distancia recorrida: 5
kilómetros. Flora y fauna: Importantes masas autóctonas de robles,
además de pinares de repoblación. Alisedas y fresnedas en los cauces de los
ríos. Fauna importante, con presencia discutida de lince ibérico en una de sus
poblaciones más septentrionales. Aves forestales y mamíferos oportunistas como
el zorro y el jabalí.
Descripción del itinerario
Iniciamos la ruta en el pueblo de Gata y salimos del mismo
por la parte alta de su casco urbano para pasar junto al depósito municipal de
aguas. Este camino está empedrado desde el inicio, lo que delata su condición de
calzada romana. En efecto, nos encontramos en la denominada Via
Dalmacia, antaño muy utilizada por parte de los lugareños de ambas
vertientes de la sierra. La entrada en escena de las modernas carreteras
—últimas décadas del siglo pasado— supuso no sólo el desuso, sino también el
olvido para esta amplia trocha serrana, que poco a poco vio como su trazado se
iba ocultando entre la vegetación colonizadora más oportunista. Gracias al
empeño de algunos entusiastas de este tipo de vías de comunicación —como
cañadas, cordeles y calzadas— y a la creciente actividad del ecoturismo, el
camino ha recobrado nuevamente protagonismo y hoy lo siguen cientos de
excursionistas cada temporada, lo que ha incitado a las autoridades municipales
a señalizar buena parte del mismo.
Y no hemos hecho más que comenzar a caminar cuando nos llama la atención una
cruz de piedra de grandes dimensiones que se levanta a la derecha del sendero,
entre rocas y matorrales que tapizan la ladera hacia arriba y pinares de
repoblación que quedan por debajo, extendiéndose hacia el poniente, hasta el
fondo del valle surcado por el río de San Blas.
Todo el recorrido resulta más o menos cómodo, y si cabe exige más esfuerzo
por el empedrado que por la ascensión paulatina que experimenta. La primera
parada la podemos hacer al finalizar el primer kilómetro. Aquí se encuentra la
denominada fuente del Escudero, donde existe asimismo un cartel
de madera que indica el camino que debemos seguir hacia la fuente de las
Pilas. El paisaje vegetal llama la atención por su austeridad. Con la
ayuda de una guía de campo sobre botánica no tardaremos en identificar las
distintas especies que tenemos delante: brezos, piornos, cantuesos, escobas y
escasos pinos y robles salpicando zonas superiores.
Un kilómetro más adelante, tras un pequeño tramo en el que la tierra
sustituye al empedrado, nos encontramos una nueva fuente, la de
Aguasbuenas, de caudal tributario del río de San Blas que a su
vez discurre más abajo. Continuando por el camino, tras tomar una curva a la
izquierda, observamos un grupo de pilares de piedra que bien seguro nos
incitarán a intentar descubrir su significado. Y no tardaremos en caer en la
cuenta de que son los restos de una antigua conducción de aguas. Si preguntamos
en el pueblo nos informarán de que dicha tubería transportaba el agua recogida
en las Jañonas, en la cabecera del río de San Blas, hasta una fábrica de luz que
existía en el fondo del valle. Ahora sólo nos separan 300 metros del puente de
San Blas, construido sobre el cauce del río del mismo nombre, con doble arcada
superpuesta y rústicos quitamiedos. La ermita de San Blas queda
a un kilómetro escaso de distancia, que se traduce en poco más de diez minutos a
paso normal. De paso podemos disfrutar del grandioso paisaje que nos ofrece el
mirador instalado junto al camino, donde existe una placa que nos informa de los
accidentes geográficos que jalonan el horizonte.
Continuamos caminando y muy pronto aparece la ermita de San Blas, a la
derecha del camino, casi oculta entre altos pinos y precedida por una cerca, una
fuente y una cruz de piedra semejante a la que se encuentra abajo, al principio
del itinerario.
El tramo que resta hasta el puerto de Castilla se prolonga
durante algo más de un kilómetro y medio. Este trayecto tampoco ofrece
dificultad reseñable. El ascenso sigue siendo suave y sin posibilidad de
extravío. La distancia la podemos cubrir en quince o veinte minutos: sólo
tenemos que superar un desnivel de apenas 200 metros. Una vez arriba, con el
valle de Arroyopeones abriéndose paso hacia el norte para tributar en el del río
Frío, nos encontraremos en el punto final de esta ruta serrana y también a
caballo entre las comunidades de Extremadura y Castilla y León.
En la zona sur del espacio natural de la sierra de Gata se encuentra el
embalse del Borbollón, represando las aguas del río Árrago. En
1954 las obras de este embalse formaron una pequeña isla en cuyo arbolado y
construcciones abandonadas han ido nidificando distintas especies de aves.
Primero fueron las cigüeñas blancas, pero enseguida llegaron las garzas reales,
garcillas bueyeras, garcetas comunes, los milanos negros y en otoño e invierno
da cobijo a grullas, cormoranes y avocetas, por lo que constituye una reserva
ornitológica que hace las delicias de colectivos de científicos y
aficionados.
A algo más de 80 kilómetros hacia el suroeste se encuentra la localidad de
Alcántara, muy cerca de la frontera con Portugal, célebre por
su puente, su orden militar y su santo. El puente romano es una
magnífica obra de ingeniería, construida en época del emperador Trajano; mide
194 metros de longitud y ocho metros de ancho. En su parte central se levantó un
arco de triunfo en el que aún se distinguen placas conmemorativas de Carlos V e
Isabel II. La orden de Calatrava se estableció en la villa en 1218, instalando
en ella su sede en el convento de San Benito. La
iglesia de Santa María de Almocóvar se construyó en el solar de
una antigua mezquita; de su primitiva fábrica se conservan una portada románica
y otra gótica. Muy cerca se encuentra la iglesia edificada sobre la casa natal
de san Pedro de Alcántara, el santo extremeño más venerado; es
de estilo barroco.
Las perdices rojas
La popular patirroja es la pieza reina de la caza menor en España. Pero es,
además, una de las especies más importantes en el contexto de las cadenas
tróficas que se establecen en la naturaleza. La perdiz es, en efecto, una de las
presas básicas en la dieta de muchos animales depredadores, como las raras
águilas imperiales y perdiceras o los propios linces, sobre todo en los tiempos
que corren, en los que el conejo ha sido diezmado por el azote de ciertos virus
que nunca debieron salir de los laboratorios. La popular gallinácea compensa
estas bajas en sus efectivos con una alta tasa reproductora: hasta 12 y 15
polluelos por temporada. Pero sólo las perdices adultas, aquellas calificables
de viejas, son verdaderamente capaces de burlar a los carnívoros que
las acechan, de día y de noche.
Aquí, en la sierra de Gata, las perdices rojas son particularmente bravas.
Son perdices serranas, de esas que, según los cazadores, saben que basta con dar
un par de aletazos para dejarse caer como meteoros hacia el fondo del valle,
poniendo rápidamente distancia de por medio para salvar su vida.
Entre febrero y marzo transcurre la época de celo de estas aves y, por
entonces, cantan sin cesar. Éste es el mejor momento para intentar descubrir su
presencia. Unos prismáticos de ocho o diez aumentos nos lo pondrán más
fácil.
Nota de la Redacción: agradecemos a Alhena
Media la gentileza por permitir la publicación del texto
del libro de José Luis Rodríguez, Paseos
y escapadas irrepetibles por Monfragüe y norte de
Extremadura (Alhena
Media).