Antes de que entremos en el contenido del último libro en castellano a
disposición del lector, se hace necesario un pequeño apunte sobre la especial
biografía de Bauman y sobre su manera de escribir y publicar. Como en pocos
autores, vida y obra se entrelazan hasta fundirse en pensamiento y
escritura.
La mejor biografía de Bauman es la de Dennis Smith, Bauman.
Prophet of Postmodernity (Polity Press, 1999). Hasta donde yo sé no se
traducido a ninguno de los idiomas peninsulares, y es una lástima porque muestra
un profundo conocimiento de la obra de Bauman y de su génesis. De un modo muy
sintético, lo que conviene señalar es que en 1935 la familia de Bauman huye de
Polonia (del antisemitismo polaco queda mucho por estudiar) y se instala en
Rusia. En 1943, a los 18 años, se alista en el ejército y vuelve a Polonia, con
el grado de mayor, con su familia. Entra en el Partido Comunista Polaco y milita
en los años de plomo del estalinismo. Comienza a estudiar en la Academia de
Ciencias Sociales de Varsovia en unos tiempos en los que la ortodoxia marxista
es asfixiante. Por poner un ejemplo, conviene recordar que Florian Znaniecki,
coautor con William I. Thomas de la monumental obra El campesino polaco en
Europa y en América (CIS, 2002), es ignorado como si no existiera. Como si
no hubiera escrito textos ineludibles de la sociología internacional. Su pecado
era vivir en Estados Unidos y tener un pasado de clase
alta.
Lo cierto es que conceptos suyos
como el de "modernidad líquida" o "amor líquido" se han incorporado al acerbo
cultural común del siglo XXI, concebido éste como una época en la que los
vínculos tradicionales se están
evaporando
En 1948 conoce a Janina, una joven estudiante de periodismo y de ciencias
sociales, su “sólido apoyo para toda la vida”. Bauman ha dejado escrito:
“Gramsci me dijo qué, Simmel, cómo y Janina para qué".
Janina Bauman publicaría en 1986 Winter in the Morning (Free Press), un
texto de carácter autobiográfico en el que relata su experiencia vital en el
gheto de Varsovia entre 1939 y 1945. Tras estudiar en la London School of
Economics, una plaza fuerte del socialismo y el laborismo inglés, Bauman retorna
a Varsovia para toparse en 1967 y 1968 con un ambiente antisemita que le hace
reconocerse a sí mismo como judío y, por último, abandonar el país con su mujer
y sus tres hijas.
Hasta 1971 enseña en la Universidad de Tel Aviv, año en
el que se traslada a la Universidad de Leeds como docente y director del
Departamento de Sociología. Aunque Bauman publica y desarrolla una provechosa
vida académica, apenas es leído y conocido. Conviene recordar que su universidad
no pertenece al núcleo comandado por Oxford y Cambridge de la enseñanza superior
de prestigio. Otro judío, un gigante intelectual del siglo XX, Norbert Elias
(1987-1990), “tan sólo” pudo ser catedrático de sociología en la Universidad de
Leicester, también en la periferia del sistema educativo británico.
Todo ahora, a diferencia de antaño,
es fluido. El Estado era en el pasado una referencia, una sólida estructura, que
ha sido substituida por unas fuerzas globales que parecen surgidas de algún
lugar obscuro
En realidad Bauman no empieza a ser conocido hasta que
aparece en 1989 Modernity and the Holocaust (Polity Press. La traducción
española es de 1997 a cargo de la editorial Sequitur). Un año después, en 1990,
recibe por dicha obra sobre el exterminio nazi el Premio Amalfi y es entonces, a
partir de los 65 años, cuando Bauman comienza a publicar la obra que le ha dado
fama y notoriedad mundial. Títulos como Modernity and Ambivalence (Polity
Press, 1991), Liquid Modernity (Polity Press, 2000), Society Under
Siege (Polity Press, 2002), Liquid Love (Polity Press, 2003), o
Wasted Lives (Polity Press, 2004), por no citar las más evidentes,
convierten a Bauman en un intelectual traducido y aclamado en todo el mundo.
Como ya hemos visto al comienzo de esta recensión, Bauman sigue
construyendo su obra de tal modo que cada libro sirve de base al siguiente. Cada
texto se apoya en el anterior. Quizá demasiado. Lo cierto es que conceptos suyos
como el de "modernidad líquida" o "amor líquido" se han incorporado al acerbo
cultural común del siglo XXI, concebido éste como una época en la que los
vínculos tradicionales se están evaporando. Bauman contempla la familia, el
trabajo o la pareja en medio de una profunda crisis que provoca fuertes zozobras
personales y la sensación de que la vida es un tiempo desperdiciado. Todo ahora,
a diferencia de antaño, es fluido. El Estado era en el pasado una referencia,
una sólida estructura, que ha sido substituida por unas fuerzas globales que
parecen surgidas de algún lugar obscuro. El mercado de trabajo se ha
flexibilizado de tal manera que se ha hecho incierto si mañana tendrás el mismo
puesto de trabajo o si tus habilidades seguirán sirviendo de algo. La duración
media de un trabajo en Sillicon Valley, escribe Bauman, es de ocho meses. Las
reglas, en su opinión, no es que hayan cambiado, es que han
desaparecido.
No sabe Europa cuál es su lugar en
el proceso de transformación que está teniendo lugar en estas últimas décadas.
Falta el deseo de seguir la vieja vocación. Limitada en sus recursos, Europa se
ha visto "pillada" por el proceso de globalización
En Europa. Una aventura inacabada Bauman vuelve a reflexionar en torno
a lo que sigue siendo una de sus preocupaciones básicas: el paso de la
modernidad a la postmodernidad. Un cambio en el que el viejo orden se rompe y
transforma por completo. De este modo se pasa de las regulaciones normativas a
la seducción y sus estrategias. Asimismo, las pautas de las políticas públicas
pasan a entenderse como relaciones públicas. El imperativo de la ley se
transforma en simple advertencia. El nexo entre dominio y conquista territorial
y administración de la misma, tan íntima en los tiempos de la modernidad
"solida", se quiebra. En la lucha por el poder en nuestros días nadie quiere
asumir los problemas de la administración de un territorio. Del compromiso a la
falta del mismo.
Europa constituye en opinión de Bauman una magnífica
ilustración de la nueva sociedad "líquida". Durante dos mil años ha desarrollado
las cualidades mejores para el progreso y el avance de la humanidad: su
capacidad para la autocrítica, su impulso para autotranscenderse, su capacidad
para la exploración y la experimentación de todo tipo. Europa, como afirma
Bauman en estas páginas, ha mantenido a lo largo de los siglos su creencia en
que es posible desarrollar formas alternativas, mejores formas de convivencia
entre los seres humanos. Europa ha tratado siempre de poner en marcha su
creencia en la posibilidad de mejora de las personas y de la
sociedad.
Por desgracia, escribe Bauman, Europa ha cambiado, ha perdido
su fisonomía en este tránsito de la modernidad a la postmodernidad. Insegura de
sí misma, ha perdido la fe en su capacidad para cambiar el mundo. No sabe Europa
cuál es su lugar en el proceso de transformación que está teniendo lugar en
estas últimas décadas. Falta el deseo de seguir la vieja vocación. Limitada en
sus recursos, Europa se ha visto "pillada" por el proceso de globalización. Un
proceso que separa el poder de la política. Un proceso éticamente ciego ante la
expansión incontrolada del mercado y la cada vez mayor mercantilización de la
vida humana.
Concluye Bauman su Europa. Una aventura inacabada con
unas reflexiones que al lector le resultan un tanto de mampostería porque
contradicen lo que es central en este volumen, y que no es otra cosa que una
aguda reflexión sobre la decadencia de Europa. Quizá Bauman se quiera consolar
cuando escribe que a pesar de todo Europa tiene todavía mucho que decir y que
enseñar en la vorágine de los grandes cambios que se están produciendo en el
siglo XXI. Tiene Europa, escribe Bauman, la capacidad de cambiar un mundo
hobbesiano en el que “el hombre es un lobo para el hombre” en otro inspirado en
Kant en el que la humanidad pueda unirse pacíficamente. Ojalá fuera
así.