El escritor y músico sueco
Adolf Paul (1863-1943) fue buen amigo del que para muchos ha sido el último y más enigmático gran sinfonista de la historia, el finlandés
Jean Sibelius, quien escribió para Paul algunas piezas de música incidental. De la notable singularidad de Adolf Paul habla de forma indirecta el que fuera también amigo del genial dramaturgo sueco
August Strindberg y del pintor expresionista noruego
Edvard Munch. Como podemos ver, todas amistades escandinavas.
Cuenta la leyenda que Adolf Paul le hizo una visita de cortesía a Munch en 1894, poco después de que éste hubiera finalizado su cuadro más famoso,
El grito. Munch trajinaba en el estudio intentando pintar a una modelo que tenía el pelo muy largo y rojo, semejando llamas que caían sobre sus hombros como si se tratase de sangre congelada. El pintor, al ver a su amigo, le ordenó a voz en grito, casi fuera de sí, que se arrodillase delante de la modelo y posase su cabeza junto a sus pechos. El escritor obedeció las imperiosas órdenes, y la modelo se inclinó sobre él, dejando sus labios prietos contra el cuello masculino, y haciendo que su melena cubriese la cabeza y hombros del escritor. Poco tiempo después de esta escena, Munch terminaba un lienzo que, con el título de
Amor y dolor, forma parte del importante ciclo de pinturas llamado “El Friso de la vida”. La pintura causó un sonoro escándalo cuando se mostró por vez primera en 1902, en una exposición de “obras secesionistas” en Berlín, y fue adquirida en 1903 por el coleccionista de Munich,
Johann Anker.
Sin embargo, la pintura que durante aquella visita casual quedó plasmada en el lienzo es popularmente conocida con otro nombre. Todos la llaman
El Vampiro, y saldrá a subasta el próximo día 3 noviembre en la sala Sotheby’s, en su sede neoyorquina, por una cantidad inicial de 30 millones de dólares. Munch pintó 4 obras de tema semejante, y ésta a la que ahora nos referimos es la única que sigue en manos privadas. Las otras pueden verse en museos de Oslo y de Gotemburgo.
Edvard Munch: Amor y dolor (1894)Amor y dolor y
El Vampiro, dos títulos para una misma obra. El primero lo puso el autor, el segundo la gente. Algunos críticos han querido ver en la obra una alusión u homenaje a las prostitutas que formaban parte de la vida cotidiana del artista. Otros, sin embargo, ven una especie de metáfora sobre la temprana muerte de la hermana del pintor, un hecho que dejó una honda huella en su vida.
Sobre un fondo oscuro que lo mismo remite a una noche de tintes tenebrosos que a una habitación en penumbra, una mujer joven, de piel muy blanca e iluminada por un fogonazo de luz, con los cabellos largos y de un rojo intensísimo, abraza a un hombre que ya no parece muy joven por lo descubierto de su amplia frente. Él parece también abrazarla, pero su abrazo carece de carácter, es un abrazo sumiso, el abrazo laxo de quien recibe y no del que da. El hombre se deja querer, se deja consolar, se deja devorar, se ofrece a ella, por así decirlo, se entrega en posición horizontal. Es la mujer el personaje central de la escena, su columna vertebral (de aquí su posición vertical). La mujer es quien ofrece consuelo, amor, ternura, o quien devora, quien se hace con el otro ser, lo incorpora a sí. Para el autor ella es la representación del amor, él es la representación del dolor desconsolado. Para mucha gente ella es un
vampiro, un depredador nocturno y terrorífico de hombres; y él es una víctima, un ser atacado, la carne, la sangre que debe saciar la sed y el hambre del depredador.
La escena, como vemos, es susceptible de varias
lecturas, y por tanto de recibir varias explicaciones y diversos títulos. Pero la cuestión que ahora más me intriga es ¿por qué si el autor llamó a su cuadro
Amor y dolor, todos lo conocemos como
El Vampiro? ¿Por qué razón en vez de ver amor vemos un depredador? ¿Por qué en vez de ver dolor y desconsuelo vemos sólo a una víctima indefensa de un ataque salvaje? Percibamos las similitudes, los juegos de significados que se establecen: Amor = Vampiro = Depredador y Dolor = Víctima = Desconsuelo = Indefensión.
Prosigamos con las preguntas. ¿Qué se subastará el 3 de noviembre en Nueva York, un simbología del amor y el dolor, o el retrato de un vampiro devorando a su víctima? ¿Qué percepción es la equivocada?, ¿qué mirada se equivoca al ver la pintura? O ¿no hay ninguna equivocación, y estamos ante dos caras de una misma moneda?