Juan Antonio González Fuentes
Está previsto que sea uno de los acontecimientos culturales de la temporada en nuestro país. Me refiero a la exposición que tendrá lugar en el madrileño Museo Thyssen a partir del próximo día 5 de febrero, y que tendrá como principal protagonista a uno de los grandes artistas de vida más bohemia y casi maldita del pasado siglo, el italiano Amedeo Modigliani (Livorno, 1884-París, 1920).
Concretamente podrá verse en el Thyssen parte significativa de la obra, pinturas y esculturas, que el italiano creó a partir del año 1906, es decir, el año de su llegada a la que entonces era la capital mundial del arte, París. Los trabajos de Modigliani se mostrarán “enfrentados” a los de otros creadores relacionados con él, bien como maestros, bien como compañeros de aventura artística o amigos. Así, obras de Chagall, Picasso, Brancusi, Cézanne…, estarán en diálogo y relación con las personalísimas, alargadas y estilizadas figuras del italiano.
Amedeo Modigliani: Desnudo (1917)
Fueron precisamente las figuras femeninas desnudas, estilizadas, de bocas diminutas y de piñón, los ojos de rasgos casi orientales, los hombros poco menos que inexistentes y las redondeces de una sensualidad elegante y algo pérfida y tenuemente lasciva, las pinturas que más problemas le causaron con la censura imperante entonces en el París de la gran eclosión burguesa, pero también fueron las que hoy en día constituyen la seña de identidad de su forma de pintar, los retratos que cualquier aficionado reconoce de un simple vistazo, las figuras que se reproducen por doquier en objetos de consumo cotidiano, los trazos y colores que se llevan imitándose todo un siglo, con todos sus días y sus horas.
Menos conocidas del gran público, pero quizá más influyentes en el mundo de la plástica creativa de la primera mitad del siglo XX fueron sus esculturas de radical influencia africana, creaciones cuya sombra se alarga contagiando el pulso escultórico europeo de las últimas seis o siete décadas.
Amedeo Modigliani
Pero además de artista de primer nivel y aura mítica, Modigliani fue un prototipo y símbolo de la bohemia parisina anterior de la Primera Guerra Mundial, quizá la “bohemia” por excelencia. Hombre de escasa estatura pero una belleza moderna y llamativa, Modigliani vestía casi de manera permanente con trajes de terciopelo y un “escandaloso” fular de color rojo. Pasó todas las estrecheces imaginables, desde el hambre a la enfermedad, pasando además por el alcoholismo o la dependencia del hachís. Todo en su existencia, incluyendo experiencias con un número cuantioso de amantes, contribuyó a que Modigliani fuera visto, incluso dentro del propio ambiente artístico de la ciudad, como el símbolo viviente de la marginalidad, del creador situado al margen de los movimientos y los grupos.
Escultura de Amedeo Modigliani
Con poco más de 35 años Modigliani murió atendido en un hospital para indigentes, y el que había sido el verdadero amor de su vida, Jeanne Hebuterne, con la que tuvo una hija y a la que retrató en decenas de ocasiones jamás desnuda, se mató arrojándose por una ventana cuando estaba embarazada del artista. Elementos todos estos de un melodrama digno de ser llevado al cine por maestros como Vicente Minnelli o Douglas Sirk, y que sin duda contribuyen a subrayar la condición legendaria, mítica, de un artista cuya obra y cuya vida llevan casi un siglo ejerciendo una potentísima atracción magnética sobre los aficionados al arte de todos los rincones del globo.
Pues bien, en breve, en Madrid, tendremos la oportunidad de “enfrentarnos” con sus trabajos cara a cara, y hacerlo, además, en comunicación abierta y directa con los de otros contemporáneos suyos. Una experiencia con ropajes lujosos y que sería una estupidez dejar pasar por delante sin intentar aprovecharla.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.