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miércoles, 14 de abril de 2010
Dublinesca de Enrique Vila-Matas, y Joyce, Pound, Eliot, Ulises y Santander
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[8498] Comentarios[1]
Ayer día martes y 13, me tocó en suerte la responsabilidad de presentar en Santander, en la Tribuna Literaria de Caja Cantabria, a Enrique Vila-Matas y su último trabajo, “Dublinesca”, reseñado por Justo Serna en esta revista. Para la ocasión escribí un intervención muy breve partiendo de un viejo texto sobre Joyce que ya había publicado hace años en no sé qué publicación. Acudí a la presentación más o menos tranquilo, parapetado tras mis cuartillas. Pero la sorpresa llegó cuando el responsable del acto me comentó que la idea era mantener un diálogo con el autor sobre la novela. Debí quedarme blanco y en blanco. No respondí nada porque en mi cerebro sólo estaba la idea de echar a correr, y refugiarme bajo mi cama durante el resto de mi existencia. ¿Hablar de tú a tú con un autor-mito (sobre esto ironizó más tarde el propio Vila-Matas)?


 

Juan Antonio González Fuentes

Ayer día martes y 13, me tocó en suerte la responsabilidad de presentar en Santander, en la Tribuna Literaria de Caja Cantabria, a Enrique Vila-Matas y su último trabajo, Dublinesca (Seix Barral), reseñado por Justo Serna en esta revista.

Para la ocasión escribí un intervención muy breve partiendo de un viejo texto sobre Joyce que ya había publicado hace años en no sé qué publicación. Acudí a la presentación más o menos tranquilo, parapetado tras mis cuartillas. Pero la sorpresa llegó cuando el responsable del acto me comentó que la idea era mantener un diálogo con el autor sobre la novela. Debí quedarme blanco y en blanco. No respondí nada porque en mi cerebro sólo estaba la idea de echar a correr, y refugiarme bajo mi cama durante el resto de mi existencia. ¿Hablar de tú a tú con un autor-mito (sobre esto ironizó más tarde el propio Vila-Matas)?

Bueno, respiré hondo y me aferré con fuerza al poder mayúsculo de lo inevitable. Creo que al final la cosa no salió mal del todo, y he de decir que Enrique Vila-Matas ayudó muchísimo mostrándose amable y afable, comunicativo, abierto al diálogo, atento a lo que se le comunicaba. Fue un verdadero placer. Bien, el texto que leí al comienzo de la presentación fue el siguiente. Él me lo ha pedido, no sé si querrá colgarlo en su propia página. No lo sé, quizá se trató tan sólo de un gesto educado y amable, como es él. Yo lo ofrezco aquí para mis lectores más fieles. Espero que no les defraude y, sobre todo, que sientan curiosidad por la novela y la lean con calma, gusto y sosiego.

“En una noche de 1904, en Dublín, Joyce se acercó a una mujer que estaba acompañada por un soldado, sin que el escritor lo advirtiese. El militar golpeó con dureza a Joyce dejándolo tendido en el suelo, de donde fue ayudado a levantarse e ir hacia su casa por un judío conocido en la ciudad gracias a las continuas infidelidades de su mujer. Joyce, al reflexionar más tarde sobre el episodio, descubrió en él una mezcla grotesca de dos mitos de la cultura clásica: Ulises retorna al hogar ayudado por el Judío Errante, esposo de una desleal Penélope.

La idea comenzó a desarrollarse en 1906 como otro de los trabajos destinados a formar parte de Dublineses, pero una vez enfrascado Joyce en la tarea, el relato tomó unas proporciones mayores y más ambiciosas de las que en un principio había esperado, encontrándose así ante lo que con el tiempo se convertiría en su opus magnum, el Ulises.

Joyce terminó la novela en 1920 en París, ciudad a la que había viajado desde Trieste, una vez finalizada la Gran Guerra, aceptando una invitación de Ezra Pound, a quien conocía desde 1912, cuando éste, además de solicitarle unos poemas para una antología, había conseguido que se comenzase a publicar en la revista The Egoist, la parte ya conclusa del Retrato del artista adolescente. También fue en París donde por primera vez se publicó la obra, aunque con dos años de retraso respecto a su finalización, debido, principalmente, a las constantes correcciones y añadidos que sobre el original un Joyce medio ciego realizaba sin descanso. El primer ejemplar impreso del Ulises lo recibió el escritor irlandés como regalo el día en que cumplió los cuarenta años.

Un año antes, en 1921, Eliot, después de ser psicoanalizado en Lausanne, y siguiendo el ejemplo de Joyce, marchó a París para encontrarse con Pound, al que había conocido en Londres en circunstancias nunca bien precisadas.

En París, Eliot hizo entrega de un número no muy elevado de folios manuscritos a Pound, quien efectuó sobre ellos una importante serie de correcciones y cortes, y colaboró en la reelaboración conceptual de la obra. En 1922 apareció en la revista The Criterion, fundada con anterioridad por el propio Eliot, The waste land (Tierra baldía), considerado hoy por buena parte de la crítica como el más decisivo e influyente poema del siglo XX.

Ulises y The waste land, son dos piedras angulares de la más influyente escritura del pasado siglo. Las dos publicadas en el mismo año en inglés, las dos escritas por dos exiliados de sus países y de sí mismos, las dos con París como escenario al fondo, las dos intervenidas de alguna manera por Ezra Pound, otro poeta, y otro poeta exiliado. Ulises y The waste land, dos cimas alcanzadas dentro de la galaxia Gutenberg, galaxia por la que Samuel Riba, el editor que protagoniza la última obra de Vila-Matas, Dublinesca, organiza junto a tres amigos una especie de Réquiem, de misa de difuntos, en un cementerio de Dublín el 16 de junio de 2008, el Bloomsday que conmemora anualmente el Ulises de Joyce.

Enrique Vila-Matas: Dublinesca (Seix Barral, 2010)

Enrique Vila-Matas: Dublinesca (Seix Barral, 2010)

Uno de los principios esenciales del arte poética del Ulises quedó definido por Eliot en su trabajo “Ulysses, order and myth”, publicado en la revista The Dial en noviembre de 1923: “Utilizar mitos y formas del pasado –escribe Eliot- para dar estructura al caos del presente, preparando así la superación de éste, de cambio a algún orden o creencia vagamente soñados o añorados”. En su ensayo, Eliot venía a afirmar que la aplicación del mito clásico al caos moderno era un modo de procurar forma y significación al inmenso panorama de futilidad y anarquía que era la historia contemporánea; además, aseguraba que la implantación en el campo de la literatura de este principio básico era tan importante como el de la relatividad de Einstein en el de la Física.

Mucho de esto, creo, hay en Dublinesca. Vila-Matas, en mi opinión, utiliza el mito ya clásico del Ulises de Joyce, mito surgido de uno de los mitos clásicos por antonomasia, para construir un cuadro, un escenario, una secuencia cinematográfica, una partitura…, un maravilloso artefacto literario que viene a plasmar un “estado de la cuestión”. ¿Qué cuestión? La nuestra, nuestra cuestión hoy y en nuestro tiempo, nuestra contemporaneidad futil y anárquica, el desaliento muy parecido y completamente diferente al que plasmó Joyce en su Ulises hace ya casi un siglo.

La galaxia Gutenberg que está despidiéndose en estos mismos momentos y con ella quizá la literatura, la galaxia digital sobre la que cae casi a partes iguales el escepticismo y el entusiasmo, la ausencia de verdaderos genios en el mundo de la creación artística tras la II Gran Guerra, el enigma del lector, de los lectores, la desaparición de los editores, la muerte del autor, una tras otra las épocas que se superponen a la nuestra dejándola sin aire e insuflándola perentoriedad, el fin de la palabra, del lenguaje, el juicio final, la vejez, la muerte que acecha sosegada…, muchos de los asuntos clave de nuestro tiempo pululan por las páginas de Dublinesca como fantasmas, como una niebla más allá de una modernidad ya sin género: novela, poema en prosa, libro de amigos, autobiografía, ensayo cultural…, todo está en Dublinesca, en la escritura de Vila-Matas. He dicho fantasmas, sí, fantasmas. Los fantasmas que Vila-Matas coloca en distintas escenas de esta novela polifónica y compleja, y entre los que yo destacaría el fantasma de lo que uno pudo haber sido y no fue, ese personaje enigmático que convive con todos nosotros, y a quien Henry James dedicó un relato memorable, El rincón de la dicha, si no estoy muy confundido.

Hablando de la novela de Elisabeth Smart En Gran Central Station me senté y lloré, confesaba Enrique Vila-Matas en un reciente artículo que cuando le preguntan si es fácil distinguir una buena novela de otra que no lo es, él explica que basta siempre con examinar la relación de la novela con las “altas ventanas” de la poesía. Las buenas novelas, dice nuestro autor, están en sutil conexión con la alta poesía. Dublinesca presenta esa sutil conexión con las altas ventanas de la poesía de Charles Simic, de Wallace Stevens, de Mark Strand, de John Ashbery, de Philip Larkin.

Un poema de este último poeta, Philip Larkin, le ha servido a Enrique Vila-Matas para dar título a su novela y para inspirarla, en cierta forma. No estará de más poner punto final a esta presentación leyendo el poema que Riba, el protagonista de Dublinesca, lee en el cementerio de Dublín en su particular réquiem por la “vieja gran puta de la literatura”:

Down stucco sidestreets,
Where light is pewter
And afternoon mist
Brings lights on in shops
Above race-guides and rosaries,
A funeral passes.

The hearse is ahead,
But after there follows
A troop of streetwalkers
In wide flowered hats,
Leg-of-mutton sleeves,
And ankle-length dresses.

There is an air of great friendliness,
As if they were honouring
One they were fond of;
Some caper a few steps,
Skirts held skilfully
(Someone claps time),

And of great sadness also.
As they wend away
A voice is heard singing
Of Kitty, or Katy,
As if the name meant once
All love, all beauty.



Por las callejuelas de estuco
donde la luz es de peltre
y en las tiendas la bruma obliga
a encender las luces sobre
rosarios y guías hípicas,
está pasando un funeral.

La carroza va delante,
pero detrás la acompaña
a pie una tropa de mujeres
con anchos sombreros floreados
vestidos hasta los tobillos
y manguitos de carnero.

Hay un aire de amistad
como si rindieran honra
a una que era muy querida;
algunas se alzan las faldas
diestramente y dan saltitos
(dos palmas marcan el tiempo);

y también de gran tristeza.
Mientras siguen su camino
se oye una voz que canta
para Kitty, o Katy, como
si el nombre hubiese albergado
todo el amor, toda la belleza.
  

***

Últimas colaboraciones (Abril 2010) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica, 2009)

CINE: Kathryn Bigelow: En tierra hostil (2008) 

LIBRO (marzo 2010): Patrick McGilligan: Biografía de Clint Easwood (Lumen, 2010)

CINE (marzo 2010): Martin Scorsese: Shutter Island (2009)

LIBRO (febrero 2010): Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)

LIBRO (enero 2010): Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009)

CINE (enero 2010):  James Cameron: Avatar (2009)

LIBRO (diciembre): Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009)

-LIBRO (noviembre): Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)

-CINE (noviembre): Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)

-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)

-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)

-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

-LIBRO (septiembre):  P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009)

-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios
14.04.2010 17:47:05 - Paco



Claro que la cosa no salió mal del todo. Es más salió muy bien: entre los dos edificásteis un acto estupendo. Lástima que se terminara tan pronto, porque el maestro Enrique da para mucho más. Y tú supiste darle buena réplica. Paco V.










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