¿Qué encontramos cuando
abrimos las páginas de Reina Lucía y
Mapp y Lucía, las dos novelas de la
saga que, por el momento, podemos disfrutar gracias a la editorial Impedimenta? Muy fácil. A
Lucía, su principal e indiscutible protagonista, quien deberá lidiar a lo largo
de la saga con varias advenedizas y usurpadoras de su trono en el Olimpo social
en una lucha encarnizada y, en ocasiones, al borde de la muerte. Porque Emmeline
Lucas, a.k.a. Lucía entre los
habitantes del pueblo donde reside, Riseholme, es la reina del lugar y bajo su
yugo se dictan los usos sociales en su pequeño reino. Ella decide por todos. Lo
que es o no de buen gusto. Lo que ha de ponerse de moda. La música más elegante.
Cómo debe ser una fiesta o velada “en condiciones”. Nadie tiene derecho a
hacerle sombra. Y, cuando alguien se atreve a levantar la mano, surge el
conflicto. Y, por tanto, lo mejor de estas obras.
Lucía en peligro
La primera novela de la saga,
Reina
Lucía (Queen
Lucia, 1920), nos sitúa en el corazón de la burguesía rural inglesa,
concretamente en el pueblo de Riseholme, el feudo de su protagonista.
Allí sus habitantes no tienen otra cosa que hacer que pasear, mirar tras el
visillo de la ventana, chismorrear y divertirse asistiendo a fiestas organizadas
por la Reina, conocedora del auténtico buen gusto y dominatrix del “ocio elevado”. Todos
confían en ella como adalid del refinamiento artístico y cultural porque Lucía
sabe tocar el piano, hablar italiano (que utiliza “fluidamente” en la intimidad
de su hogar con su esposo y entre sus amigos) y sólo tiene en su jardín
variedades de flores citadas en las obras de Shakespeare. Todo trascurre de
manera tranquila y encantadora hasta que, un día, llega al pueblo Olga Bracely, una cantante de ópera que
amenaza con poner en peligro el reinado de Lucía. ¿Y cómo puede una forastera
amenazar ese trono? Evidenciando que la señora Lucas ni es tan culta, ni tan
inteligente ni tan mundana como pretende hacer creer.
Tras el combate con la
advenediza Bracely y una serie de acontecimientos que afectarán su vida para
siempre, Lucía siente que Riseholme se le queda pequeño. Nada hay en él que
dominar, por lo que decide extender su reino a un nuevo y encantador lugar, Tilling, una localidad rural junto al
mar que supone el fin de una era y el principio de un nuevo reinado. Allí decide
irse de vacaciones una temporada y allí comienza la siguiente novela, Mapp y
Lucía (Mapp and Lucia, 1931), más delirante y
divertida si cabe que la anterior. Porque el pequeño y delicioso Tilling ya
tiene una reina, Elizabeth Mapp, que
no estará dispuesta a dejar el control de su feudo e intentará por todos los
medios desenmascarar a Lucía de la misma manera que Olga Bracely. Si la anterior
novela, Reina Lucía, resultaba
hilarante en las escenas en las que la protagonista desplegaba sus dotes de
mujer “culta” y refinada, no lo es menos Mapp y Lucía, donde se libra un combate
sin igual entre dos adversarias similares. Lucía y Elizabeth son igual de
retorcidas, envidiosas, repelentes y ridículas, y de sus luchas dialécticas y de
las absurdas situaciones que se desarrollan para tomar el control de Tilling se
extrae lo mejor de esta novela.
Sonría, querido
La saga de Mapp y Lucía es, ante todo, muy
divertida. Se trata de novelas que se leen con una sonrisa perpetua en la boca y
que ofrecen momentos en los que no se puede evitar una carcajada. No sólo por el
retrato irónico de la sociedad rural burguesa de la Inglaterra de principios de
siglo XX que hace su autor, sino también por la recreación de sus personajes,
adorables y ridículos a partes iguales. De hecho, la fuerza y virtud de las
novelas reside en esa construcción fina e inmisericorde de sus
personajes.
En este sentido, el humor de
las obras de Mapp y Lucía viene
motivado por la manera que tiene Benson de caracterizar y de tratar a sus
criaturas. Por ejemplo, en los comentarios del propio autor que, por
aclaratorios, resultan hilarantes. Así, en una escena de Mapp y Lucía, la protagonista Lucía lleva a cabo un brillante discurso
aparentemente improvisado. A lo que aclara Benson:
“No era totalmente improvisado, pues Lucía llevaba horas
pensando en ello, en concreto desde la hora del baño. Pero resultaría un tanto
especioso explicarlo.” (1)
Las reglas de esta sociedad
dominada por el astro-rey Lucía son fácilmente asumidas y comprendidas por el
lector, que de este modo adquiere su postura de superioridad alimentada por los
divertidísimos comentarios y aclaraciones a lo que está sucediendo de Benson,
entrelazando así una sutil relación con él. Una relación en la que el lector
entiendo que Benson se ríe de sus
personajes:
“Lucía se sintió
ligeramente avergonzada de haberse apropiado de todo el mérito. Qué difícil era
luchar contra la costumbre.” (2)
Lo cierto es que el escritor
británico mira a sus personajes “desde arriba”, como el dios unamuniano que mira
a sus criaturas desde el Olimpo creador, pero al contrario que en Niebla, el británico los trata con una
mezcla de sorna y cariño. Si bien son ridículos, los personajes fascinan y
divierten precisamente por sus defectos, retratados de manera
cómica.
Desde lo alto de ese Olimpo,
el autor también basa su sentido del humor en los escenarios en el que sitúa las
tramas y en la sociedad que vive en ellos: el mundo rural británico, en concreto
en su burguesía. El Riseholme de Reina
Lucía es un pueblo isabelino de turistas, lugar de paso para ser admirado y
fotografiado superficialmente para después abandonarlo. La sustancia del lugar
es como la de sus propios habitantes: escasa y en ocasiones ridícula. Igualmente
sucede con el costero Tilling, repleto de habitantes bobalicones que entienden
la cultura y el buen gusto como monedas de cambio para ser “mejores” que sus
vecinos. Porque, entre otras cosas, Reina
Lucia es un libro en el que se expone el vacío en pequeños pueblos rurales
ingleses, donde no hay nada que hacer salvo vigilar la vida de los vecinos, y el
propio vacío de las mentes de los personajes.
E.F.
Benson es un experto en la construcción de personajes y de
situaciones hilarantes y ridículas. Tanto Reina Lucía como Mapp y Lucía mantienen un nivel
constante en el que el humor es pieza clave. El retrato de estos universos
extravagantes poblados de situaciones hilarantes nos recuerda a otros autores
británicos como Stella Gibbons con su saga de
Flora Poste o la inefable Nancy Mitford. Pero dos
novelas saben a poco. Esperamos expectantes que la editorial Impedimenta nos
regale una nueva edición de las aventuras de Lucía Lucas. La espera merecerá la
pena.
NOTAS
(1) BENSON, E.F.: Mapp y Lucía,
Madrid, Impedimenta, 2012, página 54.
(2) Ibidem, página
253.