En realidad nadie hubiera dado un dólar por Jobs en 1976. Era hijo natural
de un estudiante sirio y de su novia, una norteamericana más bien neurótica.
Enseguida le dieron en adopción a un matrimonio de clase media baja: Paul y
Clara Jobs. Seguro que tuvieron mucha paciencia con un chico que no parecía
destacar en nada. Consiguió que sus padres adoptivos le enviaran a un buen y
caro colegio universitario –Red College en Portland, Oregon- pero el chico se
hartó y lo dejo a los seis meses. Asistió en el año y medio que se quedó
deambulando por los alrededores del Red College al famoso curso sobre
caligrafía.
Por mucho que las alabanzas vertidas en los obituarios
presenten a Jobs como un genio de los ordenadores, lo cierto es que apenas tenía
experiencia en ordenadores. Había trabajado para sobrevivir y pagarse un viaje a
la India,
drogas
psicodélicas incluidas. Valen sus temporadas de trabajo en
un icono de Silicon Valley como HP o Atari pero sin exagerar. De dirección de
empresas no sabía prácticamente nada.
El éxito de Jobs se debe en primer
lugar a su capacidad de persuasión. Era un genio en el manejo de la publicidad y
de los medios de comunicación de masas
El
éxito de Jobs se debe en primer lugar a su
capacidad de
persuasión. Fue capaz de persuadir a mucha gente para hacer cosas
que ningún otro hubiera logrado y para conseguir un dinero que a nadie más le
hubieran dado. Era un
genio en el
manejo de la publicidad y de los
medios de
comunicación de masas. El segundo gran factor que aúpa a
Jobs fue su capacidad fuera de lo común para escuchar a la gente. Sabía lo que
unos y otros estaban esperando. Tenía el don de interpretar los
deseos escondidos de
la multitudes.
Si a estos dos acusados rasgos de su
personalidad se le añade su carácter egoísta, despótico y pesetero se empieza a
entender su éxito universal. Un éxito que como es bien sabido pega un petardazo
hacia arriba cuando en 1984 se presenta el Macintosh y fascina a millones de
consumidores. A partir de ahí el éxito universal.
El pasado octubre
fallecía a los cincuenta y seis años el que ya era uno de los grandes genios de
nuestra época. Steve Jobs arrastraba un cáncer de páncreas detectado en octubre
de 2003 cuando la uróloga le trataba sus problemas renales. Los médicos le
indicaron cirugía para extirpar la tumoración, pero Jobs se negó y buscó otras
alternativas a base de una estricta dieta vegetariana con mucha zanahoria y
frutas variadas. Tuvieron que pasar nueve meses para que Jobs se diera cuenta de
que no se iba a curar mediante hierbas, su vidente, limpiezas intestinales
frecuentes, hidroterapia y su empeño en volcar hacia fuera las emociones
negativas.
La operación tuvo lugar en julio de 2004. El cáncer se había
extendido y los cirujanos se encontraron con tres metástasis en el hígado. Jobs
comenzó con los tratamientos de quimioterapia pero no dejó de ser un vegano
obsesionado con sus dietas ni abandonó su costumbre de purgarse y de ayunar,
algo que hacía desde la adolescencia.
El contradictorio personaje que
retrata Isaacson es el reflejo de una época espectacular y de un espacio
privilegiado: Silicon Valley
Con la
enfermedad como una losa, Jobs cumplió cincuenta años en 2005 y, para sorpresa
de todos, aceptó la invitación de la Universidad de Stanford para pronunciar el
discurso de la
ceremonia de graduación de ese año. Enmarcó su vida en tres
“historias”. En la primera narró su adolescencia y el abandono de sus estudios
universitarios. En la segunda relató cómo el haber sido despedido de Apple había
acabado por ser positivo para él. La tercera historia fascinó a los estudiantes
al hablarles de su cáncer y de la muerte como algo próximo.
Las ventas
del iPod estaban ya disparadas en el 2005, pero el Jobs visionario estaba ya en
el siguiente escalón y comenzó a preparar los equipos necesarios para poner en
marcha el iPad. Casi al mismo tiempo arranca el diseño del iPhone. Cuando salió
a la venta a finales de junio de 2007, Jobs organizó una de sus brillantes
presentaciones.
A principios de 2008 el círculo íntimo y familiar de
Jobs sabía que el cáncer se iba extendiendo. Tuvieron que hacerle un trasplante
de hígado, y sus múltiples manías fueron un obstáculo para su mejoría, pero a
principios de 2010 Jobs trabajaba con entusiasmo en un aparato “mucho más íntimo
que un ordenador portátil”. Tras el iPod y el iPhone llega el iPad. Contra
pronóstico, Bill Gates había vaticinado que no iba funcionar, pero Apple vendió,
en menos de un mes, un millón de iPads. En marzo de 2011, nueve meses después de
su comercialización, estaban vendidas más de quince millones de unidades.
Con el iPod Jobs revolucionó el negocio de la música. Con el iPad y la
puesta en marcha de la App Store comenzaron a
transformarse
los medios de comunicación, desde la edición y el
periodismo
hasta la
televisión y las películas. Tampoco eso le bastaba a Jobs,
y en el discurso inaugural de la Conferencia Mundial de Desarrolladores de Apple
celebrada en junio de 2011, presentó un nuevo servicio denominado iCloud. Un
nuevo terremoto en la era digital.
Isaacson es un buen profesional de
la escritura y proporciona al lector mucha información. Nadie ha dado hasta
ahora tantos datos sobre Jobs
Para la nueva y
emblemática sede de Apple, Jobs contrató a Norman Foster, y en el entretanto se
entrevistó con el presidente Obama. “Está encaminándose a una presidencia de un
solo mandato”, le dijo Jobs nada más empezar. A continuación atacó el sistema
educativo norteamericano por anticuado y se ofreció para buscar soluciones.
Jobs, su mujer, sus hijos, sus médicos, sus amigos y su fortuna lucharon
denodadamente contra el cáncer. Descifraron la secuencia genética de su tumor y
analizaron su ADN. Con ello –se trata de un procedimiento muy caro- los médicos
atacaron directamente las vías moleculares defectuosas que hacían que sus
células cancerígenas crecieran de un modo anormal. Pese a todo, en julio de 2011
el cáncer se había extendido a los huesos y a otras partes del cuerpo. En sus
últimos meses, tras haber dejado sus responsabilidades en Apple, Jobs reencontró
amigos y familiares. Repensó su budismo y se fue despidiendo.
Todo esto
y más está contenido en esta biografía. Fue pedida por Jobs para dejar
testimonio de su paso por la Tierra. Walter Isaacson (1952) ha tenido la fuerza
de no caer en la hagiografía y ha construido un relato que arranca en la
infancia de un Jobs dado en adopción e hijo de un padre, inmigrante sirio, al
que nunca conoció. El contradictorio personaje que retrata Isaacson es el
reflejo de una época espectacular y de un espacio privilegiado: Silicon Valley.
Culto y refinado, Isaacson ha publicado con éxito las biografías de
Einstein, Franklin y Kissinger. Su magnífica prosa aprieta al lector contra las
páginas desde principio a fin. Isaacson es un buen profesional de la escritura y
proporciona al lector mucha información. Nadie ha dado hasta ahora tantos datos
sobre Jobs como él. Sin embargo no dejemos que los árboles nos impidan ver el
bosque. Esta es una biografía de encargo y es cierto que deja caer cierta
crítica pero, ojo, sin pasarse. Del lado oscuro de Jobs queda mucho por decir.