Nacimos materia. / Después llegó otra:/ la poesía. Llegó y se
encontraron. Y entre la lucha agónica de esas (…)
dos reinas que/ se
maltratan/ lo suficiente/ hasta el último verso/ que exige/ la
inteligencia/, nacería el poema —único dios posible, en busca de cualquier
reflejo de todo lo que pudiera ser amado y que habría de convertirse con el
tiempo en una obra de sobria y luminosa plenitud. La extraña metonimia
establecida en mi memoria entre las dos reinas, la del pasado en la nostalgia de
amor a un solo dios que se añade a la constatación de su ausencia, y la sentida
por la poeta contemporánea que reconstruye el mundo uniendo a la materia con la
mente, ya no resultaba banal. Quizás tampoco tan casual. Hoy, sobre mi mesa de
trabajo abre sus páginas el último libro escrito por ella, dirigido a “Todo lo
no amado”, que en su epígrafe de inicio dice: “No dio tiempo a amar”. En las
guardas descansa también, en dedicatoria personal escrita a mano, un verso:
“otra vez, vaciarme”. ¿Vaciarse para buscar un Todo ausente, perdidizo?, ¿no
encerrarán esas palabras un propósito poético semejante al de aquellos místicos
que recorren como una corriente seca el desierto de sus propias venas?, ¿ o tal
vez esos epígonos contemporáneos de los místicos más castizos del hispanismo,
atontados por un gálibo intermitente entre silencios y destellos de lo irreal? A
primera vista, parece que no.
Pero el verbo engaña a veces, se vacía el
poeta acaso en el momento de
darse
al Otro. Queda desnudo y expuesto a ser tomado por
cualquier espíritu en el trance del cántico. Tampoco parece que sea este el
caso. La palabra, en Pureza Canelo cae y sigue; fecunda la tierra de la que
brotan nuevas formas. Necesita seguir y seguir. Desde su primer libro, ella lo
sabía: “Yo ando, ando, ando”, se titula el poema que en el contrapunto del
recuerdo (3) suena en unos versos que me leyó despacio entonces con su voz
temblorosa desde la tinta fresca de la colección “Adonais”:
Lugar Común
(4) era el título del libro que escribió durante un verano entero en el que
abrió a sus primeras luces personales el espejo donde los poetas observan,
aprenden y edifican mundos movedizos:
Son deseos de elevarme del
mundo para caer más fuerte y recalcar la vereda y
bendecirme en todo y engañarme por eso como el humo; un deseo de
raíz, de no violentarme con la muerte, claro, de pertenecer y no
cansarme del misterio que soy (…) Por tal vereda la poeta ha
caminado cuarenta años sola, en una caída fuerte, que al responder a su vocación
radical, afincó su palabra en una depuración constante de adherencias e inútiles
agobios de sintaxis; sin más escucha que la interna y la pasión expresa por una
voz propia a la que pertenecer —para no cansarse del misterio al que debe
acceder por entero en el logro de
ser. Sin contar tampoco con la muerte,
que siempre se encuentra a la vuelta del camino y delimita precisamente un
“lugar común”; sin autoengaño ni disoluciones en humos míticos, supo entrar
primeramente en un auténtico Otro que resultaría fundamental en su obra: un
animal de fondo llamado /
El gigante/ metamorfoseador/ poeta inexplicable,
con quien /
Ahora mismo./ Todo lo movería/ por un verso/ suyo, pero mío.
Para tal empeño, sí, el cenobio, la celda sobria, el Zurbarán de pan y agua
en su pueblo, Moraleja, con los pies sobre la materia parda, Extremadura, y la
mente en Moguer, el Poniente violeta. Al establecer años más tarde su recorrido
en
Poética y poesía, publicado por la Fundación Juan March en 2008, se
refiere a cuál iba a ser tal esforzada vereda ya prevista desde aquel ya
primitivo
Lugar común, que se añade al decidido rechazo a la banalidad
del primer renombre inesperado —y merecido, pero que le otorga pese a su
juventud una madurez anticipada hacia todo lo que aguarda al poeta desde el
primer instante en que es leído y reconocido.
Dice en esa confesión de parte en que relata el recorrido de su
poética: “Aquel acontecimiento iba a marcar una actitud personal de rechazo a lo
social literario. He procurado estar en permanente retirada desde aquellos
tiempos complicados, porque no acababa de relacionar el “éxito” aparente con el
vértigo real, en el momento insondable de mi disposición y las dudas ante el
hecho de la escritura poética. Empezó la relación con escritores y procuré hacer
seguimiento de sus publicaciones y tertulias. A lo largo de los años setenta
intervine en actividades literarias de cara al público, sin saber decir
no por razones de timidez, educación y falta de seguridad. El tiempo y mi
falta de mayor interés fueron desdibujando los compromisos y así blindé mi casa
interior para cuidar de lo que me pertenecía: vocación a solas, la de una mujer
de no fácil compadreo en el mundo literario”.
Todo eso se dará en la
gloriosa soledad de (…) una pequeña cueva/ donde borrarme/ a solas./, tal
como podemos leer hoy que ha sucedido en este libro dedicado a cuanto no pudo
amar, publicado a través de un premio para el que no supo o pudo decir
que no, como tampoco lo hizo en otras contadísimas ocasiones en que
tuvo que cosechar esos horribles laureles falsos de los “premios”, con los que
pone a competir a sus poetas esta España
pródiga en deslealtades. Sólo decir que
aquellos premios que le otorgaron no la merecían a ella, ausente y fascinada
temprano, por fortuna, en la tarea complicada de quitarle su túnica a la poesía
—ese “momento insondable”—como le enseñó el gigante de Moguer: (…)Y apareció
desnuda toda.../ ¡Oh pasión de mi vida, poesía/ desnuda, mía para siempre!
No es tarea fácil en este país de gongorinos desleídos y garcilasos
desatados que unen indisolublemente a izquierda y derecha, prescindir de los
ropajes fastuosos de tesoros con que revistieron a aquella reina,
llamada poesía: las preseas que fue odiando Juan Ramón Jiménez hasta recuperarla
sólo vestida de inocencia en su visión de niño. No todo fue así de fácil al
principio, pero Pureza Canelo fue —andando, andando— despacio, con pocos
modelos más (yo veo también la sombra de Vallejo en algún libro posterior) que
la ayudan al despojo sintáctico, a la poda de los inútiles adverbios, los
artículos innecesarios, la puntuación que impide la escucha del auténtico
diástole-sístole del corazón de la otra reina, la pasión física
—tan próxima a menudo al éxtasis sexual—, que compone, que escribe el poema. Y
así consigue el estilo que va a modelar un personaje singular, distinto,
discreto siempre y aparte en la feria de vanidades de la llamada “vida
literaria”. Un estilo que, como el diamante de sol único que quiso ser Akenatón
en un momento histórico, ella consigue desde un centro puro con reflejos
poliédricos, plurales, en la talla bien definida por el fuego interior que tiene
su mejor representación en el libro que comentamos: Flama./ Borradora de
lindes/ temible fuerza/ en río de daño/ a su rama/.
La depuración por la poda, con la
hoguera de rastrojos sobrantes de la siega. Un libro éste, A todo lo no
amado, que es en realidad un prontuario para escribir poesía, ejemplarmente
urdido con poemas. Una nueva “poética”, la más completa debida a su pluma y la
más asequible al aprendizaje de la escritura en verso, cuya lectura convierte en
inútiles los malolientes talleres literarios. Como en un sencillo manual
agronómico o jardinero, muestra las
guías madre del arte de la poesía; mujer enamorada de la tierra y
sus latidos, del agua que la penetra y los brotes que la revelan se convierten
en voces de árboles que la acosan y conviene podar de brotes y ramas
desmedidas,
Huye del abuso
de vocablos fluorescentes
ciegan el interior latido
cuídate del verso hermoso
se vuelve cursi
no te apoques en descripción naturaleza
despeja prosaísmo
cuidado con la estrofa de amor
se
desparrama sin fuerza
cae en el silencio
haz bien el
encabalgamiento
si es voz interior la que manda.
Una
poética fiel a alguna, cuanto menos, de las definiciones de la poesía que colocó
Gerardo Diego —cuya Fundación preside Pureza Canelo actualmente junto a la hija
del poeta desaparecido—, al frente de la Antología de 1934; la primera,
por ejemplo, que reza así: “La poesía es el sí y el no; el sí en ella y el no en
nosotros. El que prescinda de ella —el de qué se yo— vive entregado a todo
linaje de sustantivos y supercherías, al demonio de la Literatura, que es solo
el rebelde y sucio ángel caído de la poesía”: “Poesía, la invisible perseguida
que llega siempre demasiado pronto a la cita, a la que nunca veremos aunque la
hayamos creado nosotros mismos”. En fin. La poeta, entre muy pocos contagios de
la gresca poética nacional, prosigue la senda de su destino, del que dice que
(…) es zarandear/ a todo ser/ que hizo servidumbre/ de existencia/ por hilo
invisible/ por hilo de las nadas/ en escaparate de mundo. Un mundo que no ha
podido ser amado, abarcado, construido, porque la naturaleza que usó el
privilegio, ahora se esfuma ella en mirarse. La naturaleza, que siempre
llegará puntual a la cita con Pureza Canelo. Hablamos al principio de estas
líneas de su lucha agónica que me recordaba intensamente al ideal kantiano en su
formulación como “Aude sapere”. Hora es pues de que nos atrevamos a saber,
guiados por sus versos, de la esencia que late bajo las ramas podadas de este
libro y que arde desde el centro de la tierra; del agon que al contener lo
aboluto como inmanencia, pretende alcanzar el centro del cielo recorriendo
entero un azimut umbilical que la separa del sol.
Pero ahí, como en el antiguo Egipto, terminan las posibles
coincidencias. En aquel sol que no proyectaba sombras, Nefertiti se funde,
Akenatón abandona y Amón regresa al atardecer. Sin embargo el fundamentalismo ya
alumbrado, dejará sembrada su semilla cegadora que trasmigrada por los hebreos,
plantada por Moisés en el desierto y regada en el pozo de Abraham, dará ya a la
humanidad de este lado del Occidente medio, el fruto transgénico de un solo dios
con tres religiones del mismo tronco. Sin posibilidad de sombra. Sin pruebas ni
sombra alguna, en un mediodía deslumbrante. El pensamiento único no las
necesita. ¡Sólo profetas! ¡Viva la épica! ¿Para qué la poesía? La lírica se dará
ya para siempre en claroscuro… pues huye de la luz intensa que la agostaría
inútilmente y necesita vivir, dar fruto: necesita alcanzar con su amparo
todo lo humano, ya que
Todo es
principio
de
mundo
Nuestra poeta extremeña quizás se haya visto amenazada en
algún momento por un deslumbre demasiado absoluto, como cualquier poeta. Y
quizás la muerte le haya mostrado ya, con el paso de los años, su huella
inevitable. A ella, a quien pertenece por derecho propio la “soledad rotunda”,
como expresa su libro anterior Dulce Nadie, marcado por el sentimiento de
la ausencia, no le afectará. Es la suya una soledad que se afinca en el cruce de
los tres vértices de un propio triángulo existencial, como aclarará en una nota:
“el desamor por tantas cosas, la ausencia materna y el egoísmo humano que nos
invade. Tanta soledad me obliga a huir a un lugar recóndito e incalculable, para
dejar de un lado lo ya reconocible”. En esa zona de penumbra opera el trabajo de
desnudar nuevamente su poesía. Busca “una nueva distancia para abandonar todo lo
que fui”, como modo de supervivencia.
Desde aquella penúltima entrega de bellísimo título y no menor
intensidad y hondura, se dan sin embargo las claves de un nuevo Ángulo de
presencia para conjurar la huida, el agua de espanto, la ciénaga de lo
mortal. Las ausencias ya aceptadas,
Lo no amado fue
y
de ello
nacieron ramas
unas deformes
todas
inocentes
en la complejidad
de un cuerpo recorrido
en el universo
La poda será implacable, a pesar de su
inocencia: a luz de umbráculo y celosía. Los vínculos han vuelto a anudarse. No
todo será desolación en la perspectiva que da el alejamiento porque /(…)
desde lejos se ven mejor/ las torres construidas/ por el hombre en su destino/
de perderlo todo/. Puede verse en definitiva todo lo que queda por amar, y a
la pregunta final de Dulce Nadie: ¿Todavía existo? ¿Decirlo al
revés? surge inmediata una respuesta: /(…) cruza indemne el olvido/
consigue liberación/ podrá juzgar a la materia/ sucesiva. Y otra,
contundente en el libro que tenemos abierto sobre la mesa, que constata que la
escritura es lento oficio donde se fragua la aceptación de lo porvenir.
En la juventud
hablaba al sol
conjugando
absoluta
torpeza poética.
Llegaron más
ocasiones
para el ser
henchido de palabras
en
el asalto
al astro.
Pasó, pasó
mi
animal de furia.
Hoy riego el papel
con alguna
flor
menos tramposa
que cobijo
en la casa.
Desear otra vida
donde no existan
los
obstáculos
del conocimiento.
Todo poeta da cuenta de su
experiencia irrepetible en el descubrimiento del mundo y su reconstrucción;
también de la presencia de ese fracaso al engarzar los nuevos poemas en esa
zona lunar, el lugar recóndito e incalculable previsto ya en Dulce
Nadie. La duda nos asalta nuevamente: ¿Quiere decir Pureza Canelo con este
poema que, como Platón creía, “la muerte es la verdadera iniciación”? ¿Que el
conocimiento sólo se da en el más allá? ¿Ha desfallecido ahora que se acerca a
su vida el objeto digno de amarse más y más aceleradamente? No lo creemos,
porque precisamente lo muestra su libro A todo lo no amado, anulando
ciertos presentimientos de un pasado inmediato. En un lúcido artículo sobre la
voluntad de vivir ha referido la filósofa Esther Díaz (5), citando el último y
breve escrito que Gilles Deleuze envió a la prensa poco antes de morir por
decisión propia —titulado La inmanencia: una vida... (6)—, que
“para hablar de “una” vida, y no de “la” vida, en primer lugar (Deleuze) pone en
pie de igualdad inmanencia y vida. No introduce un verbo entre ambos
sustantivos: la inmanencia no es una vida, menos aún la vida. Inmanencia y vida
se juntan y separan mediante un enigmático signo, los dos puntos. La vida está
en el entre, en la relación, en el agon entre ella y la otredad, en el vacío
trascendental en que irrumpe. Vida desnuda de códigos culturales, morales o
jurídicos: vida como potencia. Beatitud plena. Suspendida, porque en suspenso
siempre está una vida, como esos tres puntos que, en el título, también
permanecen en suspenso”.
Como vimos con claridad en los tres puntos del vértice de aquel
triángulo descrito en Dulce Nadie, está ya claro que venció otra
reina y que la “Razón
Poética” impera con su armadura de pensamiento complejo,
exigido hasta el último verso. Reside con autoridad en ese lugar nuevo y preciso
—Nadie entre aquí que no sepa geometría— que Pureza Canelo ha creado ahí
mismo en consecuencia inaplazable, al escribirlo en versos sobrios e intensos,
que se ha publicado luego en forma de libro al que después otros han decidido
premiar… Ahí, la decisión definitiva de Pureza Canelo —esa otra vida que
no es la vida— permanece en suspenso creando un desafío muy difícil de
superar. El último poema del libro, que mantendremos mucho tiempo sobre la mesa
e inscrito en la mente como lectores de poesía, tan solo parece dejarlo
claro.
Pues ¿quién sabe hasta dónde pueden iluminar los reflejos de ese
gran diamante central del mundo bien tallado “por nosotros” en el tas donde los
versos se golpean, hasta hacerlo poliédrico? No podemos saberlo. Sólo a partir
de ese aquí heideggeriano que habita ahora, desvelador de la verdad poética,
podremos recibir los nuevos signos de futuro que contiene su pasado. Quizás
Mallarmé hubiese aconsejado lanzar una jugada de dados para iluminar mejor las
vías órficas de la poesía. O mejor acaso, pensar como Igitur que el
gigantesco animal de fondo no se hallaba en la luz directa y cegadora tan
buscada por los místicos a la violeta, para no aparecer sino como aquel “sueño
puro de una medianoche, desaparecida en sí misma, cuya Claridad reconocida, lo
único que perdura en su realización sumergida en la sombra, resume su
esterilidad en la palidez de un libro abierto que la mesa ofrece; página y
decorado habituales de la Noche, salvo que aún subsiste el silencio de una
antigua palabra proferida por él, en el cual, al regresar, la Medianoche evoca
su sombra ya inútil y extinta, con estas palabras: Yo fui la hora que debe
endurecerme” (7).
Vemos que algo sí se puede intuir acerca de “esa hora”
que podría apuntalar mis anteriores impresiones. A saber, que las razones por
las que quiso elevarse del mundo Pureza Canelo para caer más fuerte en su
primer libro serían las mismas que hoy eligen para la cubierta del último, un
singular y delicado
dibujo de Palazuelo que sugiere una espiga cuyo corazón
interior se ha dado vuelta abajo; porque también estamos seguros del rigor de lo
que leemos: Hasta aquí. Tal es el título del poema con que esta original
escritora y maestra de vida discreta, aunque no oculta, cierra su rotunda
declaración de amor a lo que hasta el momento no dio tiempo a amar. Hasta
aquí hemos llegado… Aún a costa de vaciarme, pues en conclusión, sí, existir es
una gran jugada:
Cansada
está la mano
que se
dejó morder
de mí.
Fluir
danza
abismal.
Extraña
gran jugada
existir.
Ala
donde diccionario
no sabe.
Travesía
sin felicidad
ni muerte.
A todo lo no amado
cedí.
Fluir es danza abismal en la travesía del tiempo; Merleau-Ponty
vio con claridad la sujeción del sujeto (8): Je suis moi-même le temps.
Nada menos que el tiempo, que es otro modo de llamar a la
subjetividad en la gran tirada de dados de Pureza Canelo (“Mi gran fuente de
inspiración es mi propia vida”, decía ya en el año 70 al autor de la entrevista
en Nuevo Diario, Pureza Canelo Nuevo Diario 1.pdf y Pureza Canelo Nuevo Diario
2.pdf). Si Nefertiti
abrazó al Único en el segundo milenio anterior a la
presente era en su humananísima sed de Absoluto, el no menos absolutamente
humano Yo de la poeta española se dio de bruces con el Otro aquí y ahora, a
partir de los años setenta; labrado luego en los otros —mundos, seres— que
aguardan quizá a ser amados en el ala de la cesión anunciada en las dos últimas
sílabas que marcan su pretérito simple. Ya sabe que no podrá dejar de desnudar
la realidad vestida con aquellas preseas tratadas para siempre como harapos (9),
sustantivos, tropos y supercherías figurativas, para crear otras realidades más
dignas de ser amadas en el futuro contenido en el presente. Habrá que aguardar
pues al sueño puro de la Medianoche, cuya Claridad repara el cansancio de la
mano que debe continuar la escritura lenta, renovadora de ojos/ sin miedo a
filosofar/ a la intemperie.
NOTAS:
(1) El inteligente y excepcional
trabajo del alarife británico ha sido premiado con el “Nies van der Rohe” de
2011.
(2) A todo lo no amado, XV Premio Ciudad de Torrevieja,
Plaza Janés, 2011. Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres 1946), irrumpe en el suelo
poético español con la obtención del Premio Adonais 1970. Durante los años
1975-1983 ocupa la dirección del Departamento de Actividades Culturales
Interfacultativas de la Universidad Autónoma de Madrid, y en 1977 funda el Aula
de Cultura y Biblioteca Pública «Pureza Canelo» de Moraleja. En 1975 obtiene una
Beca Juan March de creación literaria para la escritura de Habitable (Primera
Poética), y en 1982 disfruta de una beca similar otorgada por el Ministerio de
Cultura. Coordina en 1993 la celebración nacional del Medio Siglo de la
Colección Adonais, así como el I Centenario del poeta Gerardo Diego en 1996.
Además del Adonais, ha sido galardonada con los premios de poesía «Juan Ramón
Jiménez» (1980) del Instituto Nacional del Libro Español y «Ciudad de Salamanca»
(1998). Su obra ha sido traducida ampliamente al inglés y al alemán. Impulsora
de colecciones poéticas desde mediados de los setenta, dedica un tiempo
importante a la gestión de actividades en el ámbito de la comunidad científica y
universitaria. Desde 1999 es Directora Gerente de la Fundación Gerardo Diego,
que refundó ese mismo año junto con Elena Diego. El 15 de mayo de 2007 firma la
escritura de donación de su Archivo y Biblioteca particular al
Archivo-Biblioteca de la Diputación Provincial de Cáceres. En 2008 recibe la
Medalla de Extremadura como reconocimiento a su obra literaria. Entre sus
títulos más destacados figuran Celda verde (1971), Lugar común
(1971), El barco de agua (1974), Habitable (Primera poética)
(1979), Tendido verso (Segunda poética) (1986), Pasión
inédita (1990), Moraleja (1995), No escribir (1999), Dulce
nadie (2008), Poética y Poesía (2008).
(3) Nuevo
Diario, 20/12/1070 (Suplemento cultural, LXVI, p. 159).
(4) Lugar
común, Madrid, Rialp, 1971; 2.ª ed. en Pureza Canelo (coord.), Premios
Adonais Extremeños, Cáceres, Ayuntamiento, 1992, pp. 93-175.
(5)
Doctora en filosofía y profesora de la Universidad de Buenos Aires. El texto
forma parte de un ensayo que se publicó en la edición de abril de 2011 de la
revista Imago-Ciencia.
(6) In Dos regímenes de locos, ed.
Pre-Textos.
(7) “C’est le rêve pur d’un Minuit, en soi disparu, et dont
la Clarté reconnue, qui seule demeure au sein de son accomplissement plongé dans
l’ombre, résume sa stérilité sur la pâleur d’un livre ouvert que présente la
table; page et décor ordinaires de la Nuit, sinon que subsiste encore le silence
d’une antique parole proférée par lui, en lequel, revenu, ce Minuit évoque son
ombre finie et nulle par ces mots : J’étais l’heure qui doit me rendre Dur”.
Versión de M. V.
(8) Phénoménologie de la perception, Gallimard,
Paris 1945, p. 409.
(9) Vid. “A Coat”, W. B. Yeats,
Responsibilities and other poems, New York: The Macmillan company, 1916.
Traducción y comentarios por Miguel Veyrat, notas finales de Instrucciones
para amanecer, Calima, Palma de Mallorca, 2007.