No es el primer poemario de Planas que cae en mis manos. En su día expresé
la grata impresión que me había causado la lectura de
El
bálsamo de la indiferencia (Calima, 2008) y no hace mucho me
deleité con la penúltima creación del autor, un
Tratado
de las cosas sin nombre (Calima, 2009) que fue magníficamente
acogido entre el público y la crítica, como acredita el Premio de la Asociación
de Editores de Poesía que le fue concedido el año pasado. Negar que existe un
aire de familia, un hilo conductor – por difuso y discutible que sea – en
la producción poética de Planas sería negar lo evidente; se aprecia en el
interés por unos mismos temas que reaparecen en varios de sus poemas y se nota
en la afirmación de un estilo personal y reconocible. No obstante, con la poesía
de Planas no vale formarse una idea previa, no procede la precaución ni resulta
la cautela. Sin reservas y con el ánimo dispuesto a disfrutar del viaje
kavafiano: así es como creo que conviene leer a Planas; así es como he leído
Los lugares del sitio.
En el último poemario de Juan Planas se
lleva a la máxima expresión uno de los principios que informan toda la obra
poética del escritor mallorquín: la identidad entre forma y contenido, la
imposibilidad de separar aquello que expresa el poeta del cómo lo expresa. En
efecto, los seis poemas que integran
Los lugares del sitio son seis
partes – individuales y asimétricas entre ellas – de un todo que solo adquieren
su sentido cuando el lector les da vida y conforma con esas piezas un puzle, el
trayecto final de ese viaje iniciado sin mapa con el primer verso. Como sucede
en esos otros poemarios de Planas en los que la forma y el lenguaje también son
protagonistas, en
Los lugares del sitio el autor se desdobla en dos voces
distintas (una de las cuales se expresa y se diferencia por el uso de la letra
cursiva) que se interpelan, que se afirman y se niegan, que se interrogan y se
contradicen, creando un diálogo entre perspectivas de cuyo encuentro o
desencuentro nace la poesía.
Sobrevolando todas las páginas del
libro de Planas se encuentra el que para mí es protagonista principal de Los
lugares del sitio: el tiempo; el tiempo y la imposibilidad total del ser
humano por atraparlo, por aprehenderlo
Los
lugares del sitio no es un pleonasmo. El sitio que imagina Planas no es el
espacio físico, sino el asedio, la embestida y el hostigamiento al que se ve
sometido el individuo en esa batalla cotidiana que es la vida. Es la imagen de
una ciudad cercada que todos conocemos: la defensa del hombre moderno ante los
ataques que contra su existencia tranquila le sobrevienen desde múltiples
frentes, desde esos lugares donde se trama el sitio, el acoso a la felicidad
anhelada. En un sugerente ensayo titulado
Las ruinas, Georg Simmel dice
de la arquitectura que es “el único arte en que se salda con una paz auténtica
la gran contienda entre la voluntad del espíritu y la necesidad de la
naturaleza, en el que se resuelve en un equilibro exacto el ajuste de cuentas
entre el alma, que tiende a lo alto, y la gravedad, que tira hacia abajo”. Son
varios los pasajes del poema de Planas que remiten a esa lucha entre el alma
creadora del hombre que intenta construirse – física o metafóricamente – su
fortaleza, y esa presión de la naturaleza y el tiempo que lo degradan y lo
quiebran todo convirtiéndolo en ruinas, en restos de lo que un día fue:
La
ciudad refulge entre las dunas. El fuego / transforma los deseos en
escombros (p. 16);
Pero el tiempo es infiel. Estas líneas corrompen / las
urbes arrasadas y las convierten en ruinas, / en cuerpos de charol, en proeza
frustrada, / en lánguidos suspiros de impotencia (p. 25).
Sobrevolando todas las páginas del libro de Planas, o al menos así es
como yo lo he percibido con mi lectura, se encuentra el que para mí es
protagonista principal de
Los lugares del sitio: el tiempo; el tiempo y
la imposibilidad total del ser humano por atraparlo, por aprehenderlo. La
voluntad del hombre por frenar la inercia que lo empuja y lo transporta contra
su voluntad (
No sentimos la voluntad sino la inercia, p. 15) y el paso
inexorable del tiempo (
Pero este instante desaparece y ya es otro, p. 17)
se convierten en una certeza, en un sentir que ya no es posible recuperar el
tiempo perdido, las horas y los días consumidos o el momento en el que todo pudo
cambiar y no lo hizo:
Nunca regresaremos al instante huérfano donde se
decidió el futuro (p. 33). Ni siquiera el lenguaje, esa invención del hombre
a la que tantos versos ha dedicado Planas, es capaz de fijar con sus
herramientas, de congelar con sus palabras, un fragmento de tiempo que se
evapora irremisible:
Tantos signos nos causan más confusión / que esperanza.
La crónica de un instante se borra al escribirla / pero la página en blanco sólo
existe en nosotros (p. 40). Aunque pensemos en disfrutar cada segundo,
conscientes de su valor irrepetible –
Cada instante es único y su soledad nos
agobia (p. 37) –, la memoria nos traiciona y el desasosiego nos
vence.
La voz poética de Planas nos
recuerda un pálpito que el hombre ha sentido a lo largo de su historia: el
convencimiento de vivir lo ya vivido por sus antepasados, de repetir casi
miméticamente los mismos gestos, los mismos errores cometidos en otros tiempos y
en otros lugares
En
Los lugares del
sitio subyace esa inextinguible sensación de repetición cíclica de la que ya
nos habló Nietzsche en
Así habló Zaratustra: “el eterno retorno”. La voz
poética de Planas nos recuerda un pálpito que el hombre ha sentido a lo largo de
su historia: el convencimiento de vivir lo ya vivido por sus antepasados, de
repetir casi miméticamente los mismos gestos, los mismos errores cometidos en
otros tiempos y en otros lugares:
No iremos mucho más lejos que nuestros
ancestros / ni escaparemos al vaivén de los días (p. 24);
No somos nadie.
O sí. Somos Ulises / burlando a Polifemo. Los orgullosos descendientes / de una
tribu en viaje hacia el reino del olvido (p. 39);
Sabemos que este
instante se repite; / que ahora doblamos la misma esquina / que doblaremos
luego, cuando ya sea tarde (p. 40);
Cada instante remite, único y
encadenado, al oleaje sucesivo que lo extingue (p. 49).
En
definitiva, se trata de una lucha, de una dialéctica entre lo que queremos ser y
lo que sabemos que somos; “El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He
ahí – decía Flaubert – la razón por la cual se nos escapa el presente”. Pero
esta lucha es una lucha desigual, una guerra perdida de antemano en la que el
peso de la tradición, “una náusea de siglos y un hedor incierto”, recae sobre
nuestras espaldas condicionándonos, limitándonos:
Hay en el cuerpo la huella
de otros cuerpos (p. 49). El resultado de este asedio, la natural reacción
de autodefensa y una actitud de duda, de ese escepticismo que se ha enseñoreado
del individuo moderno, del hombre supuestamente racional:
Dicen que unos
pocos iluminados / pregonan la llegada de un nuevo Mesías. / Otros perseveramos
en los colores ocres / de la decrepitud y la fatiga, en el sondeo / titubeante y
móvil de las celosías. / – Quisiéramos creerles pero la fe escasea / en estos
tiempos de naufragio personal / y fiebre colectiva. Irreal catástrofe (p.
41).
Lo dice Planas en un verso demoledor que lo condensa todo:
Estamos donde siempre y el lugar es incierto (p. 32). No hay más que eso;
no puede haber nada más que eso. ¿Pesimismo? ¿Derrotismo? No lo creo;
sencillamente la verdad, el destino del hombre. No existen inocentes o
culpables, no hay buenos y malos; hay simplemente la capacidad disolvente del
tiempo. Eso, y la seguridad – ¿seguridad? – de esa teoría nietzscheana sobre el
eterno retorno y de saber, como intuye Planas en los versos finales de
Los
lugares del sitio, que el asedio continúa:
Otras ciudades y otros cuerpos
nos aguardan, suicidas / con sus venas suplicantes, sus páginas abiertas, / sus
torreones y sus criptas, sus pliegues sucesivos, / su íntima voluntad de
destruirse y renacer / de entre las ruinas irreales con otro nombre / otro
silencio, otra tensión igual de insoportable (p. 57).
El profesor Justo
Serna presenta los últimos poemarios de Juan Planas
Bennásar y de Javier Jover el 30 de marzo de 2011 en
Valencia (vídeo colgado en YouTube por JPlanas)