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Juana Manuela Gorriti: <i>El pozo de Yocci y otros relatos</i> (Cátedra, 2010)

Juana Manuela Gorriti: El pozo de Yocci y otros relatos (Cátedra, 2010)

    TÍTULO
El pozo de Yocci y otros relatos

    AUTOR
Juana Manuela Gorriti

    EDITORIAL
Cátedra

    EDICIÓN Y ESTUDIO CRÍTICO
Leonor Fleming

    OTROS DATOS
Madrid, 2020. 430 páginas. 12 €



Juana Manuela Gorriti (fuente: wikipedia)

Juana Manuela Gorriti (fuente: wikipedia)


Reseñas de libros/Ficción
Juana Manuela Gorriti: El pozo de Yocci y otros relatos (Cátedra, 2010)
Por José Cruz Cabrerizo, martes, 4 de enero de 2011
La lectura es fuente (o pozo) de vida. Por eso en cuestiones de lectura es fácil equivocarse. Tan fácil como en la vida. Durante el gastado tesoro de mi juventud me asomé a las rimas y leyendas de Bécquer, allí donde un arpa en un rincón oscuro permanecía cubierta de polvo si no recuerdo mal. Le hice la cruz. En unos momentos en que uno chorreaba testosterona mirando películas de Bruce Lee y Perros callejeros, me pareció un tostón y una mariconería y juré que no iba a leer más románticos. Que el único romanticismo permitido iba a ser el de Fausto Pappeti, el italiano que ejecutaba música apta para el soñado e improbable acercamiento carnal con alguna gachí.
Cuando en el completísimo y riguroso estudio crítico de El pozo de Yocci y otros relatos me encontré con que Juana Manuela Gorriti fue una autora argentina romántica (del Romanticismo con mayúscula, literario, no de pista de baile ni jukebox) me vino a la mente aquella lectura romántica mía en una era geológica pasada. Pero es bueno ser un ignorante. Porque luego te alegras por dejar de serlo. En resumidas cuentas: que en cuanto pueda sacar el libro del altillo de mi cochera, le debo una lectura a Bécquer.

En la vida ya sabemos que nadie escarmienta en cabeza ajena. En la lectura, si acaso tengo por ahí algún alma gemela, decirle, recomendarle amigablemente o mediante declaración jurada, que este libro perfectamente anotado hasta el último detalle (de hecho no hay ni que molestarse en buscar en el diccionario porque muchos vocablos incluso conocidos vienen definidos a pie de página), lo disfrute y no tema a los excesivos perifollos del lenguaje romántico, porque si tenemos en cuenta el tiempo transcurrido es natural que resulte ñoño y arcaizante. Que se deje deslumbrar por el preciosismo, por el perfecto pulimento de unas frases grandilocuentes que ciegan por su brillo, pero harto preferibles al minimalismo-simplismo de parte de la literatura industrial que inunda de papel el mercado. Y que goce la calidad de esta nada irrisoria cantidad de relatos breves, novelas cortas, testimonios históricos bordados en el bastidor de la literatura, cuentos antropológicos, folletines románticos, que tienen tres valores añadidos.

Uno, el estar escritos por una mujer nacida en 1812. En el estudio crítico se señala que la irrupción de las mujeres en las letras argentinas es uno de los síntomas determinantes de la modernidad. Literatura moderna es “El ángel caído”. Ausencia de cualquier adorno innecesario, acción casi trepidante, perfecto engranamiento sicológico de los personajes, sabia administración de la información, cierta pulsión erótica al final cuando el criminal confiesa algunas de sus obras… Moderno es “Quien escucha su mal oye. Confidencia de una confidencia”, donde el relato de una confesión deja en ascuas al protagonista, a quien inocula el veneno de la curiosidad, pero es que también se lo administra al lector, que al igual que el escuchante se queda sin el final de la historia.

Gorriti se nos muestra como una escritora camaleónica, no dispuesta a permanecer por muchas páginas en un mismo registro

Dos, la variedad temática: desde la recreación propia de prensa amarilla o rosa de los bailes de gala, del lujerío, de los amores imposibles entre hombres y mujeres que pertenecen a bandos políticos diferentes, o que incluso finalmente resultan ser hermanos (“El pozo de Yocci”), hasta la crítica a la injusticia social que se ceba en el indio y que se reparte por muchos relatos, pero que es el eje central en “Si haces mal no esperes bien”, donde Gorriti al principio ataca también el fariseísmo de muchos falsos progresistas. Otros relatos se ocupan de ajustar cuentas con la historia. Una historia en la que primero se lucha contra el español que quiere perpetuar su presencia en el territorio americano (en “El postrer mandato”, con grandiosidad de superproducción de Hollywood, tenemos la ignominiosa muerte de Atahualpa a manos de los españoles). Y en la que luego el propio pueblo americano tiñe el mapa de sangre a base de guerras civiles y territoriales, vertiente desde luego desconocida o bastante poco dada a conocer por la historiografía de estos lares nuestros.

En “Perfiles divinos”, que envuelve un cruel acontecimiento histórico como es el fusilamiento de una joven y de un cura por mantener relaciones, se adivina la aversión de la autora por aquel hecho terrible. En “El chifle del indio” deberíamos apuntar que es un compendio del alma humana. Mediante la figura del cuento antropológico que citábamos, se da cuenta de la situación del campesinado indio, de la codicia incurable del blanco por el oro, de la enfermedad social de ciertos segmentos de la jet-set (limeña en este caso), que vive entregada a la disipación… Gorriti se nos muestra así como una escritora camaleónica, no dispuesta a permanecer por muchas páginas en un mismo registro.

Tres, a pesar de la distancia geográfica es una obra que no se vio afectada por Pangea y que uno adivina muy conectada con la literatura de ese tiempo y de otros lugares. “El emparedado” nos recuerda al Poe de “El gato negro”, así como la lucha que entre razón y superstición se da en “Yerbas y alfileres”, o el registro fantástico de “Una visita infernal”, en el que se supone que el diablo yació con la hermana de la narradora (que por supuesto se desmayó). Un ligero aroma a su coetáneo Poe, ya digo. Pero allí donde el borrachuzo remacha, casi apunta con el dedo en sus relatos “mire usted aquí, donde le señalo” y atosiga al lector con su insistencia, en Gorriti hay una mayor naturalidad, una ausencia total de ese rumrum que persigue fijar en el lector la idea que el escritor quiere transmitir. Ella no precisa de la sobreactuación escritoria.

Gran logro el de rescatar a una autora a la que a pesar de su talla han sepultado los años, y que por ello me atrevería a señalar como desconocida por esa masa en la que me incluyo, la de los lectores poco informados. De todas formas los mejor informados, los que han leído todos los libros de los dos popes de siempre, ya pueden ir haciéndole un hueco en sus estanterías y entre esas dos columnas de Hércules que según ellos sostienen la literatura argentina. Que yo por mi parte prometo leerme a Bécquer.
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