ENERO Hoy la acequia no corre en raudas eses
ni en las ramas las aves ni en barandas
exponen a los cielos sus
demandas.
Calla el jardín por cuanto habló otros meses.
Los humildes
naranjos, por arneses,
visten ahora unas sutiles randas,
los setos de
arrayán son blancas bandas
y fantasmas simulan los cipreses.
Entre
nubes que forman gris cortina,
como escuadra que llega por sorpresa,
su
bandera de luz el sol atreve.
Y de frente, dormida en la colina,
doncella bajo sábana holandesa,
ves la Alhambra cubierta por la nieve.
FEBRERO Pone el viento en los cielos
oleaje,
gatea por tejados y persianas,
convierte a las palmeras en
gitanas
y opone a los cipreses su coraje.
Teme el jardín su galopar
salvaje
que amenaza las puertas y ventanas,
que trastorna veletas y
campanas
y al estanque lo cubre de ramaje.
Más allá del tapial
enjalbegado
esparce los aromas amarillos
de la alegre y monástica mimosa
y, en la gran chimenea encarcelado,
ruge sin tregua por romper sus
grillos
como espectro que vuelve de su fosa.
MARZO ¡Alegre florecer de los frutales
cortejados de insectos y zumbidos,
fiesta efímera, en fin, de los
sentidos
o prodigio de luces vegetales!
Aunque muestra la sierra sus
puntales
todavía de nieve revestidos,
como nubios ejércitos vencidos
se alejan los fantasmas invernales.
A decenas se ven, astros o
esferas,
las macetas jugando a cuatro esquinas
en torno del estanque
silencioso.
Se demora la tarde en las vidrieras
con balsámico aroma
de glicinas
y el jardín se dispone ya al reposo.
ABRIL Llueve sobre el jardín y se deshoja
la primera celinda de este año,
y es el cielo un solemne desengaño
o
un anciano barbado que se enoja.
Pero al fin se le aleja la congoja,
pero al fin no se muestra tan huraño:
De este lado ya extiende un azul
paño
y descubre de aquél la tarde roja.
Brilla el agua en los
cálices abiertos;
se oye el son de las gotas en las ramas;
huele a
tierra mojada y vida nueva...
Y los fríos pasados son inciertos,
y
el verde ofrece profusión de gamas,
y es hermoso el jardín llueva o no
llueva.
MAYO Ya el tiempo gris ante el azul
fracasa
y el jardín, que conoce su hermosura,
ya la tapia escalar, ágil,
procura
para asalto y regalo de quien pasa.
Galeón cada tarde ya se
atrasa
con sus velas doradas sin usura
y en el aire se enciende una
locura
de celindas en pie y rosas sin tasa.
Ya el dios Amor reparte
galardones,
ya lo aclaman las aves con sus trinos
y la acequia lo
anuncia en sus confines.
Triunfa la vida con sus ricos dones;
mayo
enlaza colores y destinos…
¡Primera comunión de los jardines!
JUNIO Gratas las noches son, largos los
días
y el jardín ya se inclina hacia la alberca
donde suena un runrún de
mosca terca
y de avispas que atacan tal arpías.
Desde la torre donde
están sus crías,
la paloma torcaz baja y se acerca
ajena al gato que la
acecha y cerca
oculto entre las hiedras más sombrías.
Un raro viento
que semeja fuego
llega, sacude las quemadas rosas
y empuja la cancela ya
orinienta.
Cambia la luz en un instante y luego
cubren el cielo
bestias espantosas:
negras nubes que anuncian la tormenta.
JULIO Sobre el alfil ciprés que es llama
enhiesta,
sobre la hiedra que el gran muro escala
y sobre la palmera,
que es bengala,
julio reparte su sopor de siesta.
Un zumbido de
insectos pone fiesta
en la paz del jardín y nos señala
que oculto está
el enjambre tras la gala
y aún le queda al buen sol para la puesta.
Serena el agua del estanque y clara,
mil delicias promete a quien la
mira
y otros tantos secretos cela avara.
¡Tangible eternidad, dulce
mentira…!
Ni la araña en sus víctimas repara
ni la veleta en el tejado
gira.
AGOSTO ¿Cómo destilará Naturaleza
un aroma tan fuerte y delicado,
un resumen tan puro y acabado
de lo
que es el verano y su belleza?
No bien sobre el jardín la noche empieza
a extender su fulgente artesonado
ya la imita el jazmín y, constelado,
cielo ofrece sin luna por rareza.
Grietas semejan en la cal celeste
verdes salamanquesas a la caza
del insecto infeliz menos sensato.
Del grillo se oye el son –músico agreste-;
es cíclope el farol, sin
amenaza,
y rey sobre el tejado un pardo gato.
SEPTIEMBRE Encarnada sazón de los granados
bajo un cielo que anuncia la tormenta
y una palmera que al ciprés se
enfrenta
y contempla triunfante los tejados;
aromas de dompedros
constelados
tras la cancela antigua y orinienta
y un silencio de
estatuas que nos cuenta
como caen los frutos sazonados…
El jardín ya
es más íntimo y la tarde
se detiene en la esfera del membrillo
mientras
huyen las nubes a la sierra.
Arde un último instante, fulge y arde
el estanque y, después que cesa el brillo,
se estremecen las aves y la
tierra.
OCTUBRE Rojo el peral, los
crisantemos rojos
tal si hubiera el crepúsculo querido
que este mes el
jardín luzca un vestido
hilado con sus íntimos despojos.
Corre el
agua, recreo de los ojos,
serpentina de brillo y de sonido,
mientras
tejen los pájaros su nido
temiendo del invierno los enojos.
Sobre la
acequia, que dichosa corre,
caen los caquis en sazón, dorados,
y una
estrella primera de diamante.
Ya las sombras asaltan la gran torre;
los murciélagos dejan los tejados
y se enciende un farol titubeante.
NOVIEMBRE Con lentitud sagrada y ondulante
van cayendo las hojas amarillas
como vidas rotundas y sencillas
que
a la tierra buscaran por amante.
En la alberca dormida e inquietante
otras ponen efímeras anillas
mientras trepan las rojas bouganvillas
por el muro de adobe vacilante.
Hay un júbilo alado de jilgueros
que los frutos apuran del otoño
en los caquis, la parra y el madroño.
Y en un cielo con ínsulas y esteros
el sonido tenaz de las campanas
nos recuerda otras tardes ya lejanas.
DICIEMBRE
Los amarillos últimos del huerto
nos evocan el hálito silente
de
quien tiene su fin por hecho cierto
y en el lecho agoniza suavemente.
Tan sólo el macasar su flor ha abierto
junto al rincón donde con voz
doliente
la soledad de Pan, su desconcierto,
susurra sin cesar la
humilde fuente.
Va quedando prendida en la enramada
como roja camisa
desgarrada
la luz final y en las vidrieras arde.
Y las aves avisan a
los cielos
con locura de trinos y de vuelos
la inminente derrota de la
tarde.
Nota de la Redacción: agradecemos a
Ediciones
Carena en la persona de su director,
José
Membrive, la gentileza por permitir la publicación de este
fragmento del poemario de
Fernando de Villena:
La hiedra y el
mármol (Ediciones Carena, 2010).