Se ha roto el pacto Se ha roto el pacto del silencio y
de la hierba.
Lo inevitable se rebela
y te convoca
y no puedes
escapar a sus designios,
y te dice
que todo existía ya en la
putrefacción
de los días torturados.
Se ha roto el pacto del
silencio y de la hierba.
Palabras que no llegaron a decirse
reclaman
su permanencia en el recuerdo.
Un lienzo grande y blanco cubre
aquella imagen de la primavera.
Mi infancia sigue perdida en algún
atardecer.
Sola Sola
llegué
tras un
sufrimiento
que no recuerdo.
Sola
transmutaré.
Sola
descanso,
ovillada —mínimo círculo—
en el gran ombligo
del Universo.
Si fuera posible Si fuera posible
caminar
dejando atrás
el peso de cualquier conocimiento.
Si
fuera posible
avanzar
ligeros,
sin el óxido del tiempo,
como
cuando los dioses habitaban los árboles
de los que manaba leche y miel
o cuando la superstición
se alimentaba en los bosques.
Aún
hay alguien que espera
un tiempo circular,
calcificado,
como el ojo
de un ave
giratorio
y prehistórico.
Mientras no mueras y resucites de nuevo,
eres un desconocido para la oscura tierra. Goethe
Sólo
algunas mariposas Sólo algunas mariposas son de aceite,
y
arden sin brillar
en una lentitud redondeada.
Sobre la mesa más
pequeña,
cerca de la lluvia,
trascienden los límites de su pequeño
océano
y alumbran a los muertos.
Algunos se han quedado en los
orígenes,
no han traspasado las orillas
y no encuentran su camino
hacia la Nada.
Nunca te nombro Nunca te nombro
para quererte.
Indecible
tu nombre puede hacerse expansivo
como el
ruido sobre el mar.
El tiempo
recupera temores
pese al silencio.
Me distancio.
Me distancias.
Pese al obligado silencio.
Ojos de agua Imprevisibles,
se entornaron tus
ojos de agua,
y la posible Muerte
comenzó a abrirse paso entre las
charcas,
en pos de tu inocencia diluida.
Descabalgó un jinete en el
espacio.
Se fragmentó la estrella de la muerte.
Palmo a palmo Recorreré tu cuerpo
palmo a palmo,
tu cuerpo recto y firme.
Me pararé
en la
curva de tu vientre,
principio y fin del mundo.
Extenderé
mis
brazos a los tuyos,
que buscan la luz.
Y alcanzaré tus piernas
hasta allí
donde se juntan, al fin,
las paralelas.
Sin tan
siquiera resguardarme de la lluvia.
Metáfora
Pasados los años
puedes transgredir,
desmoronar la metáfora
que acuna el primer beso.
Recomponerlo en la osadía,
en la que
todo es posible.
Crear un beso incierto.
Un beso
que roce apenas
las aristas
al otro lado del olvido.
Abril Se me
va deshojando tu figura
como una margarita entre los dedos.
En el oscuro
centro del sentido
una sombra alarga
su victoria.
Y en el recuerdo,
resbalarán mis palabras
como peces huidizos bajo el agua.
¿Dónde la
risa? ¿Dónde tu boca
que comía por mí, trigo y canela?
¿Dónde la luz de
arena, que cabía
toda en tus ojos en el mes de abril?
¿Dónde tus
cabellos de espigas,
cuando mis dedos inventaban caracolas?
¿Dónde la
canción con la que me adormecías?
Ahora mueves tus manos
buscando la
caricia del instante.
No queda tiempo para la nostalgia.
Las sombras
aceleran.
Mientras,
en el vacío,
la vida acecha.
Entre los espejos Busqué entre los espejos, en
el fondo del arca.
Descorrí las cortinas
que velaban la luz.
Atravesé el reloj.
Entre los puentes
de los recuerdos
busqué
tu alma.
Inventando respuestas, busqué, sin encontrarla.
Sería mejor Sería mejor no hacerte ningún caso;
desdeñar tus palabras cuando hablan de olvidos.
Desfigurar tu voz
enfebrecida
que llega hasta mí como si fuera nieve,
y no
identificarte desde la lejanía.
Sería mejor no precisar
si alientas
el camino con los pies desnudos
o son sólo las huellas
del negro charol
de tus zapatos.
Nota de la Redacción: agradecemos a
Ediciones
Carena en la persona de su director,
José
Membrive, la gentileza por permitir la publicación de este
fragmento del poemario de
Josefina Navarrro, Luz y
penumbra (Ediciones Carena,
2009).