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Federico Nogara (foto de Jesús Martínez)

Federico Nogara (foto de Jesús Martínez)

    AUTOR
Federico Nogara

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Montevideo (Uruguay) 1948

    BREVE CURRICULUM
Escritor y profesor de idiomas. Residente en Barcelona desde 1983. Es director de la revista virtual Malabia. Obra publicada: Desencuentros y búsquedas (Editorial Latina, 1995), Regreso al desconcierto (Editorial Carena, 2004) y Ciudad (Editorial Sirpus, 2008). Participación en la obra colectiva Poemas y relatos desde el Sur, organizada por Aitana Alberti (Editorial Carena, 2000). Artículos y cuentos publicados en revistas y periódicos de diversos países




Opinión/Entrevista
Entrevista a Federico Nogara, autor de Regreso al desconcierto (Ediciones Carena)
Por Jesús Martínez, martes, 1 de diciembre de 2009
La búsqueda. Dudaba entre dos frases. “Los pequeños dedos empujaron la bola de madera a lo largo de uno de los alambres del ábaco” o “Los pequeños dedos acariciaban las bolas con la suerte de los principiantes”. Se quedó con la primera. Encajaba mejor con el sentido del texto. Federico Nogara (Montevideo, Uruguay, 1948) comenzó con la aritmética de los dedos su libreto Regreso al desconcierto, publicado en Ediciones Carena. Entre estos dedos menudos y afilados como una hoz y esta otra frase que pone fin a la obra: “Sólo nos queda pegarnos al suelo y resistir” han pasado 56 años de aprendizaje de párrafos zombis y voladitas con escoba, años en los que se ha embebido de literaturas apátridas y de clásicos griegos sahumados en las últimas galerías de las bibliotecas públicas. Su estilo, descarnado, engañoso, arcano, es fruto de la búsqueda que aquí les narro.
¿Qué es la literatura?

Federico Nogara define su estilo con la seguridad del vencimiento de una deuda y el análisis de Jorge Valdano sobre las Aptitudes de los Centrocampistas y su Juego Determinante: “En mi estilo propio, después de años de búsqueda incesante, vigilo tanto lo que digo como cómo lo digo. Yo no soy un escritor realista; la realidad es un concepto complejo. No hace falta enseñarla, todos vemos la situación, y es compleja, como digo, porque incluso la situación mundial…”.
Darle cordura a este galimatías es tarea harto difícil: “Yo escribo los mecanismos que llevan a esa realidad, mecanismos humanos…”.
Le pregunto de nuevo lo que antes ya le había preguntado, con la impaciencia de las descargas de Youtube, porque aún no he obtenido una contestación clara y tajante: “Pero ¿qué es la literatura, según usted?”…
Antes de llegar a una conclusión definitiva sobre el porqué literario, Federico ha recorrido el desierto prosaico de los arameos, descalzo, con un sol sin sombra y una esterilla de arena bajo sus pies.
Descendiente de la tribu global, con la mezcla de sus ascendientes brasileños, italianos, franceses y españoles, Federico es un joven a quien no le llegará la vejez, y en el promontorio de su corta edad, con las tiras de asado de sus angustias políticas, alimentadas para que no fueran capitulaciones, quiso cambiar el mundo: “El joven de hoy es individualista. En los sesenta se pensaba como un colectivo. Vivíamos una realidad que nos superaba. De todas formas, no teníamos posibilidades de ganar”.
Se sumó al Frente Amplio, en 1971, un conglomerado de organizaciones y grupúsculos de izquierda cuyos postulados comunes pivotaban sobre el mismo eje de la distribución de la riqueza (“el Partido Comunista de Uruguay era el más fuerte, pero estalinista”). Los tupamaros del MLN-T preconizaban la lucha de guerrillas de tipo “foquista”: “Ocupar un sitio para luego expandirse. Se trató de implantar en el campo, pero el Che ya lo había dicho: ‘El campesino es un pequeño burgués, quiere la tierra para sí’”.
El Che, “la luz de mi generación”.
“Nosotros queríamos seguir el ejemplo de Cuba, referente para América Latina y un impulso importante, y donde existe aún hoy la revolución, frenada por un bloqueo espantoso. Se ha hecho un gran trabajo en educación y sanidad, lo que ha permitido concienciar a la población para que sostenga el régimen; si no, la revolución hace tiempo que habría caído. En Cuba, el pueblo es muy culto, pero se ha burocratizado el sistema, igual que ocurrió en la URSS”, deplora este mogote de idearios incólumes con la obstinada vocación por el oficio de escritor.
De Cuba ha extraído una lección insalvable, que es la consagración de un manual insurgente: “Cualquier movimiento revolucionario, si se queda aislado, muere”.
El 23 de junio de 1973, con el apoyo taimado de Juan María Bordaberry, a la sazón presidente del Gobierno, las Fuerzas Armadas dieron un golpe de Estado en Uruguay, uno más en el Cono Sur.
Federico Nogara huyó a Australia; no huye, hacen que huya: “No me exilié, me exiliaron”. (Uruguay es uno de los países americanos con más población fuera de sus fronteras.)
En Australia, Federico, el escritor que aún no le había sacado punta a los pequeños dedos que empujan bolas de madera, trabajó en muchísimas cosas, y se despidió de muchos mostradores antes de aceptar el ofrecimiento de la compañía telefónica de Sídney, que en sus oficinas le había dado cabida para que atendiera las solicitudes de conferencia de los canguros aislados.
En 1982, Federico abandonó el país que le había acogido, y con el inglés aprendido de los bourbons, viajó a Barcelona, donde se cobijó en las casas de los amigos que pronto verían cómo la dictadura en la que no creyeron porque la odiaron se esfumaba por la puerta de atrás, merced a las leyes de “impunidad y caducidad” que impedían llevar ante la Justicia a los responsables de las matanzas sin testigos.
En Barcelona montó con Martha Giordano, su pareja, una academia de inglés, aun a falta de un estilo propio con el que escribir sus “artefactos” literarios. Se llama Wellington House Idiomas, en memoria del mariscal de campo Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, quien derrotó a Napoleón: “Acabemos con los emperadores”.
“Estamos hablando en este momento…”
Federico Nogara empieza así sus palimpsestos verbales, glosas metafísicas sobre el ser y el devenir: “Estamos hablando en este momento sobre por qué empecé a escribir tarde. No sé, no encontraba mi estilo, y lo buscaba. Yo era un gran lector. Con 13 años ya había leído a Erich Maria Remarque, Maxence van der Meersch y Karl Cronin. Mi concepto de escritura es que hay escritores (quienes hacen libros), escribidores (como Vargas Llosa llama a quienes escriben culebrones) y hombres de letras, con una curiosidad que se extiende al ensayo, la crítica, la poesía… Yo quiero ser un hombre de letras”, clasifica Nogara, envuelto en la neblina de sus propios recuerdos. “Pues resulta que yo empecé a escribir tarde. En 1986 me presenté a un concurso de cuentos en la Casa de Uruguay de Barcelona. El jurado estaba encabezado por José María Valverde. Presenté un cuento surrealista sin título sobre un hombre que iba a buscar unos papeles a una oficina y allí se quedó atrapado. Era la búsqueda interior de uno mismo. Quedé finalista.”
Ahí empieza la búsqueda del estilo propio y de esa respuesta para cuya pregunta has de pasar un par de semanas encerrado con una digresión de Sartre: “¿Qué es la literatura?”.
Animado por lo que parecía ser la carrera fantástica de los relatos cortos contra los obstáculos de la técnica y sus aliteraciones, personificaciones y reduplicaciones, la mujer de Federico, su acicate, le apuntó al taller literario de la argentina Zulema Moret, ubicado en una librería feminista. Los cuentos que nacieron de su imaginación con quijadas abiertas se publicaron con el nombre de Desencuentros y búsquedas (Editorial Latina).
“Pero no le veía sentido a todo esto. Según Vázquez Montalbán, todo buen escritor que se precie ha de pasar por esta etapa en la que no le encuentra sentido a lo que hace.”
En los ensayos críticos del novelista Ricardo Piglia halló aquello que durante las cinco primeras décadas de su vida se le había resistido. “Encontré mi lugar en la literatura, mi lenguaje propio. No creo en el arte por el arte. Me centré en los escritores freudianos. Empecé por (William) Faulkner, quien mareaba al lector, pues su obra parece más bien que esté escrita por un borracho: se pierde en la espesura, con frases que ocupan una página entera... Seguí con (Franz) Kafka, (James) Joyce y acabé en (José Luis) Borges y (Juan Carlos) Onetti”, pasa lista, y comparte conmigo la relación del matrimonio de cada uno de ellos con las letras. Nogara es consciente de que no se puede enseñar a escribir. En su taller literario online Ahora Cuento intenta mejorar los textos mediante los trucos de la sintaxis y los amagos gramaticales.

Jesús.—¿Sabe por fin qué es la literatura?

“¿Que qué es la literatura? La literatura, en palabras de Oscar Wilde, es más importante que la vida, porque nos han educado mediante los libros. La literatura sirve para reflexionar. No hace falta que hables de la realidad —ese concepto complejo—, porque ella siempre aparece; la política está implícita como una esencia”, descubre, y pone punto final a un proceso de búsqueda que ha tardado una catedral en construir, una búsqueda palaciega, viril y apopléjica.
El escritor Federico Nogara, que ocasionalmente trató con Mario Benedetti, su paisano, trabaja en una novela negra, “tipo Chandler”, que no podía tener otro nombre que este que se basa en su “compleja realidad”: La búsqueda.
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