Corría el año 1887 cuando
Buffalo Bill Cody, nacido en la Frontera, en Kansas, jinete y tirador de élite
freelance primero para el ejército regular nordista y luego para el ejército federal americano, recaló con su espectáculo
El drama de la civilización en el Londres aún victoriano.
El
show lo había estrenado William Cody en el Madison Square Garden de Nueva York con notabilísimo éxito al menos un año antes. El espectáculo, con mucho de circense y un algo de museo natural de ciencias etnográficas, duraba cerca de siete horas y movilizaba a centenares de comparsas entre indios y blancos. En el gigantesco escenario se cabalgaban decenas y decenas de caballos, se “disfrutaba” de un auténtico poblado indio en acción, se conmemoraban batallas importantes, se representaban danzas ancestrales, etc, etc...
En la capital todavía en alza de un imperio a la baja como el británico, las representaciones tuvieron lugar en el Earl’s Court. El aplauso y entusiasmo del público inglés logró que el heredero
príncipe de Gales se acercara para observar tan insólita “obra teatral”, e incluso recomendó el evento a su señora madre, la
reina y emperatriz Victoria. Esta, la reina, no había salido apenas de su reclusión monárquica desde que quedase viuda de su amando
príncipe Alberto, pero le hizo caso a su principesco hijo y acudió al espectáculo acompañada del circunspecto primer ministro
Gladstone.
William Frederick "Buffalo Bill" Cody (1846–1917) (fuente: wikipedia)
A la reina Victoria, cuya biografía escrita por
Lytton Strachey recomiendo aquí vivamente, no le desagradó del todo la puesta en escena con galopes, tiros, polvo, danzas exóticas, gritos y colt 45 humeantes como representación pintoresca y legendaria de lo que era o había sido el
far west. Y cuando le preguntaron al respecto se declaró encantada por lo visto. La condescendencia enseguida fue engrandecida por la prensa norteamericana, quien inventó nada más y nada menos que la reina imperial se había levantado respetuosamente cuando la bandera de las barras y estrellas le fue presentada al dar comienzo el show. Ese levantamiento imperial jamás se produjo.
José Luis Rodríguez Zapatero emuló con su gesto a la reina Victoria, aunque sin saberlo y seguro que por distintas razones e ideas.
La cuestión es que el supuesto gesto de la reina, fabulado por la prensa amarilla estadounidense del momento, fue vendido, y nunca mejor dicho, en los USA como la prueba definitiva de que el gigantesco y todopoderoso imperio de los primos ingleses había legitimado la entrada de los EEUU en el club de las grandes naciones.
Estados Unidos le debe al circo ecuestre y antropológico del aventurero Buffalo Bill el saludo de la reina Victoria, y con él, su espaldarazo definitivo en el selecto grupo de la diplomacia de altas miras. Al menos esto cuenta la leyenda, y ya se sabe, cuando la leyenda se escribe..., a la historia se le borran unas líneas.