Más o menos así arranca la primera novela de Luis García Jambrina,
El
manuscrito de piedra (Alfaguara, 2008), que tras cuatro o cinco ediciones
desde que la primera apareciese en el mercado editorial español en los últimos
meses del pasado año, ahora se dejará ver por nuestras librerías en versión
bolsillo, tras haberse alzado con el Premio Internacional de Novela Histórica
Ciudad de Zaragoza 2009. Y es que esta novela de Jambrina se ha revelado como
una de las indiscutibles y más felices sorpresas del año literario hispano,
destapándose su autor como un competente narrador cuyo objetivo primordial no
es, a Dios gracias, escribir imperecederas obras maestras, sino buscar y atrapar
a un tipo de lector instruido y en forma que quiera entretenerse leyendo páginas
bien escritas e interesantes, historias bien construidas que no sean simplezas
infladas y huecas. En este sentido Jambrina está en la senda, por poner un
ejemplo rotundo, del sueco
Stieg
Larsson, cuya
trilogía
ya ha sido reseñada en
estas mismas
páginas.
Luis García Jambrina (Zamora, 1960) es profesor titular
de Literatura Española en la Universidad de Salamanca desde hace ya algunos
años, y a sus facetas de crítico, ensayista y docente, debe sumársele con
inusitada fuerza la de narrador de raza, habiéndonos dejando ya muestras mas que
notables al margen de
El manuscrito de piedra. Me refiero a los libros de
relatos
Oposiciones a la Morgue y otros ajustes de cuentas (1995), y a
Muertos S.A. (2005).
Jambrina utiliza la trama y sus
acontecimientos para reflexionar en torno a temas de tanto calado como la
heterodoxia, el Humanismo, la tolerancia cultural y racial, la libertad, la
racionalidad, los abusos del
poder...
Jambrina ha planificado su debut en
el terreno de la novela como un inteligente general plantea una batalla que
necesita ganar a toda costa. Ha elegido un escenario físico por él muy bien
conocido para que la trama planteada y los personajes de la misma se
desenvuelvan con comodidad, seguridad y solvencia (Salamanca); ha recreado un
protagonista inolvidable construyéndolo a trazos de realidad histórica y de fina
invención novelesca; y ha desplegado sobre las páginas en blanco una historia
plagada de ingredientes atractivos para muchos tipos de lectores; me refiero a
ingredientes que hacen que lo narrado pueda ser conceptuado como novela
histórica, de misterio, policiaca, de campus universitario…, pero Jambrina le ha
dado en
El manuscrito de piedra además una vuelta de tuerca al asunto, no
“cayendo” finalmente en ninguno de los tópicos al uso de los mencionados
géneros, y encontrando un hilo conductor que cose todos los mencionados a la
piel de la historia, pero trascendiéndolos practicando un simbolismo muy eficaz,
irónico y nada ramplón.
Así, Jambrina, además de regalarnos una novela
de asesinatos y detectives que tiene lugar en la Salamanca universitaria y
oculta del siglo XV y cuyo “héroe” protagonista es un personaje real de fama
universal convertido en arrojado detective, además, digo, Jambrina utiliza la
trama y sus acontecimientos para reflexionar en torno a temas de tanto calado
como la heterodoxia, el Humanismo, la tolerancia cultural y racial, la libertad,
la racionalidad, los abusos del poder…
El manuscrito de piedra es
una novela escrita desde la erudición pero no para la erudición. Es una novela
escrita para entretener, para que el lector disfrute de las sorpresas, peligros,
trampas…, con las que Rojas se va topando en su intención decidida de resolver
el entuerto de las muertes e intrigas que le van saliendo al paso mientras
deambula casi lupa en mano por la Salamanca oficial y ortodoxa de curas,
estudiantes y nobles, y por la Salamanca fantasmal, mágica, subterránea que está
habitada por la heterodoxia, por brujas, librepensadores y espectros.
El
manuscrito de piedra nunca se pone ni por encima ni por debajo del lector.
En este sentido es una novela inteligente, escrita desde una inteligencia que
busca la inteligencia del lector, al que trata de igual a igual, con sumo
respeto, y procurando encandilarle con los elementos que en la novela han
funcionando desde siempre: una buena historia bien escrita. Jambrina lo ha
logrado con creces y brillantez. ¡Ah!, y no desvelo quién es el asesino, lean la
novela y sorpréndanse.