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Soledad Caballero Castro: <i>Labios del tiempo</i> (Grupo Cero, 2009)

Soledad Caballero Castro: Labios del tiempo (Grupo Cero, 2009)

    AUTORA
Soledad Caballero Castro

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Madrid (España), 1965

    BREVE CURRICULUM
Master en Dirección y Organización de Recursos Humanos. Alumna de la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero desde 2002. Integrante desde 2003 del taller de poesía de Alcalá de Henares, coordinado por Carlos Fernández. Socia de Honor de la revista de poesía Las 2001 Noches, de la Asociación Pablo Menassa de Lucia y de Juventud Grupo Cero



Soledad Caballero Castro

Soledad Caballero Castro


Creación/Creación
Soledad Caballero Castro: Labios del tiempo
Por Soledad Caballero, miércoles, 1 de abril de 2009
Como señala el poeta Miguel Menassa, “Toda luz, toda creación, todo misterio, toda inteligencia, sólo es tiempo y deseo”, y esa combinación: tiempo y deseo es el hilo conductor de Labios del tiempo (Grupo Cero, 2009), de Soledad Caballero Castro. Es una poesía sentida donde las manifestaciones del amor transcienden cualquier silencio pronunciado y en la lectura se va viendo una búsqueda en los territorios de la creación, del amor, de la ausencia, la soledad, la muerte, el deseo …, creando un universo poético alrededor de labios, palabras, miradas y tiempo.
LA HERIDA QUE CAUSA LA VIDA

Hubo un tiempo
en que la vida,
- noche silenciosa -,
tenía el sonido de la ausencia
donde oscila el oscuro viento herido.

Las tumbas buscaban
el óvalo de los muertos,
y una brizna de hierba,
cubría de carne la lluvia,
balbuceando perfumes
en el baile de la existencia.
Giraba y giraba para dibujar sílabas
en un verano de infancia,
y el secreto se alimentaba,
con ráfagas de olas
en la esquina del farol,
donde oscila el viento herido.


TODAS LAS MUJERES QUE ALGUNA VEZ HABITARON EN MI NOMBRE

Hubo una mujer, lo adivino
en el vacío del aire,
Tejiendo bordes azules
a la secreta memoria
tendida en alas de la vida.

Su mirada,
en cada sorbo,
envuelta en piel estremecida,
y yaciendo traspasada
en la llanura humedecida.

Sus pasos, enigma resumido
en la herida del instante.

Goces vanos,
en cruzadas de humildad,
un pecho sin aliento,
impalpables telarañas de colores
confundidas en el calmo rugir
de los cedros.

Se fragua una sonrisa de niña dormida
saltando en el vientre de su nombre,
liberando jaurías con dagas de ceniza.
erizando barricadas en su sangre
al despertar a la vida,
en el borde del abismo.

Hubo una mujer, lo adivino,
cargada de sombras,
cayendo de su cuerpo,
desplegando raíces en su pecho
y una lágrima abierta al universo.
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