Magazine/Cine y otras artes
El viento sopla, se derrama la sangre
Por Eva Pereiro López, martes, 31 de octubre de 2006
1920, un pueblo de la campiña irlandesa, Condado de Corck, Irlanda es una colonia del Imperio Británico y las tropas conocidas como los “Black & Tans” – soldados mercenarios de la primera guerra mundial – han sido enviadas para sofocar el movimiento independentista irlandés. Damien (Cillian Murphy) está a punto de irse a Londres para seguir con su carrera de medicina, pero después del asesinato de un compañero a manos de las tropas británicas por negarse a decir su nombre en inglés en vez de en gaélico, decide abrazar la causa republicana y unirse a su hermano Teddy (Pádraic Delaney) en una unidad del IRA.
El viento que agita la cebada – título procedente de una canción tradicional irlandesa sobre la rebelión de 1798 - se llevó una gran ovación en el último festival de Cannes y, de paso, la Palma de Oro 2006. El tándem Loach-Laverty, como en otras contadas ocasiones - Tierra y Libertad (1995), La canción de Carla (1996), Pan y rosas (2000) -, deja su fuente de inspiración natal, los barrios de Manchester, para rememorar un capítulo doloroso de la historia británico-irlandesa.
El viento... se centra en el seguimiento de los pasos de Damien, Teddy y sus camaradas más que en describir minuciosamente el contexto político (y económico), focalizándose así en el plano personal y local del conflicto, lejos de la capital, Dublín. A Loach, tan comprometido como siempre, le interesa sobre todo mostrar por qué hombres y mujeres campesinos acabaron tomando las armas ante un ejército que consideraban de ocupación. Construye, el veterano director británico, un poderoso drama basado en eventos que rara vez se discuten en su país y que siguen siendo heridas abiertas para muchas familias irlandesas.
Se puede o no estar de acuerdo con su punto de vista, pero en cualquier caso, El viento que agita la cebada es una película inteligente, técnicamente buena e interesante
La película no ha sentado bien en sectores conservadores británicos cuyo eco ha recogido parte de la prensa tachando a Loach como poco de anti-patriótico – y eso que muchas críticas fueron expresadas sin ni siquiera haber visto el film. Los hechos pueden no haberse tratado con el rigor histórico propio de los estudiosos, pero el planteamiento de la película es honesto y claro. El director británico critica la opresión de los gobiernos, muestra su preocupación por la politización del pueblo y la muerte del sueño de una Irlanda socialista independiente, temas todos ellos que le son gratos y que ha tratado a lo largo de su filmografía. Se puede o no estar de acuerdo con su punto de vista, pero en cualquier caso, El viento que agita la cebada es una película inteligente, técnicamente buena y sin duda alguna más que interesante.
Ninguno de los bandos, el británico o el del IRA, sale más limpio que el otro de esta película. Los “Black & Tans” y sus abusos, violencia, torturas etc. se verán sustituidos por la actitud similar del ejército del Estado Libre después del Tratado de 1922, dejando el país ante un agónico futuro de guerra civil.
Los dos hermanos, unidos por la causa antes de las negociaciones, con las manos manchadas de sangre, acabarán luchando el uno contra el otro hasta la muerte en un dolorosísimo final de sinsentido y barbarie humana, porque de eso se trató, de una guerra fraticida. Damien exultante al principio cuando se entera de que Churchill se sentará a negociar, verá cómo la oportunidad de crear una república libre y socialista se evapora con la partición de Irlanda del Norte. Como otros tantos, decidirá seguir luchando. Las divisiones internas del IRA fueron complejas y quizá se nos muestren de manera simplificada, reagrupando las disidencias internas en dos bandos: el anti-tratado, idealista, y el pro-tratado, sometido al poder del Imperio y por consiguiente traidor a la causa, según el primero, pero en ningún caso se da una visión angelical de las facciones que lucharon en guerrillas contra las tropas británicas, amparados por el conocimiento del terreno y por el apoyo del pueblo, un pueblo que se moría de hambre.
La terrorífica escena en la que Damien ejecuta a dos delatores, un landlord inglés y un chaval de los suyos que se había ido de la lengua por estar muerto de miedo, marca claramente el desgarro y perdición del protagonista, que ya no podrá salir de la espiral de violencia, así como la inexistencia de buenos y malos. La guerra es la guerra, se pierde la ética, se pervierten los ideales, se mata, se tortura. Queda claro también el guiño de Loach y Laverty a situaciones actuales como la que se vive en Irak – con ecos monstruosos de lo sucedido en Abu Ghraib, por ejemplo.
Con un reparto impecable y convincente de actores irlandeses no excesivamente conocidos, con un Cillian Murphy magnético en su rol de héroe local, las melodías de los acentos, el susurro del viento que sopla en las colinas barriendo el horror, y el buen hacer de Loach que sabe crear situaciones de ahogo sin pasarse, El viento que agita la cebada es sin duda una de las películas del año.