Juan Antonio González Fuentes
A la refinada y revolucionaria política bolivariana de Chávez y sus muchachos no le gustan ni un pelo los fascistas, vamos, los fachas, que decimos por estas orillas frías del Atlántico español. Y como no le gustan los fascistas, la municipalidad bolivariana y revolucionaria de Caracas ha decidido acabar con el oprobio de la presencia en una de sus plazas de la estatua de un fascista de tomo y lomo, genocida para mayor escándalo, de nombre Cristóbal, y apellido Colón. Y así, ni corta ni perezosa, cortando por lo sano, con dos cojones bien rojos y socialistas, una autoridad municipal y revolucionaria de la capital de Venezuela ha ordenado que al Colón de metal se le ate una soga al cuello y se tire de él hasta su perdición, o mejor dicho, hasta que se cayó de su pedestal. Toda la obra representada ha sido aplaudida con regocijo y presupuesto administrativo revolucionario por ese salvador socialista de la patria caribeña llamado Chávez, todo un dechado de finura política, un estilista del socialismo, un rostro venezolano que destila sofisticación y alta cultura por todos sus poros revolucionarios y castrenses.
Colón, al parecer, era un redomado fascista, un genocida bajo cuyas botas asesinas millones de indios americanos sucumbieron en un baño de sangre sin precedentes ni antecedentes. Colón era, según los revolucionarios socialistas y bolivarianos, un maldito gringo del otro lado del océano cuyo único objetivo era convertirse en uno de los mayores asesinos en serie de la historia. La municipalidad capitalina venezolana, aplaudida por el Napoleón del Caribe, ha expresado con claridad meridiana su opinión: Colón, don Cristóbal, bien español de pura cepa, bien italiano de buena hornada, bien el primer travesti explorador de la historia con peluca, está a la altura de el mismísimo Hitler como líder histórico del fascismo internacional.
Colón, don Cristóbal, no deja de ser para los bolivarianos chavezcos venezolanos un maldito canalla al que los buenos revolucionarios de la gran revolución bolivariana sólo pueden escupir con desprecio a su jeta de bronce tras apearla con maromas socialistas del funesto pedestal que la hispanidad le había otorgado.
Chávez: No celebremos el genocidio de nuestra historia (vídeo colgado e YouTube por tvessex)
Colón, el del católico peluquín cortado a lo paje, concita ahora el desprecio iracundo de los más grandes venezolanos, de los más americanos de los americanos socialistas actuales. Por eso Chávez ya no celebra el día de la Hispanidad (ni falta que hace), sino algo así como el día del levantamiento heroico, marxista-leninista y libertario de los indígenas americanos frente al hispanismo fascista, capitalista, explotador, imperialista y multinacional. Ahí es nada.
Que le bajen del pedestal a don Cristóbal es algo que, francamente, no quita el sueño a casi nadie por estos lares. Por estos lares, los míos cultivados aquí gracias a la paciencia de Ojos de Papel, ya estamos cansados de ver cómo al pedestal de la historia se suben y se bajan, sin solución de continuidad, borricos de toda índole, raza y rebuzno. Lo gracioso del caso que comentamos es que un borrico de la estirpe de Hugo Chávez se ponga a impartir clases de historia, asignatura en la que está suspendido hasta septiembre a perpetuidad. ¿Pero cómo iba a ser fascista don Cristóbal si cuando él navegaba el fascismo era una entelequia de la ficción más radical? ¿Pero cómo iba a ser un genocida de peor calaña que Adolkf Hitler en el tiempo, en la era preindustrial que le tocó vivir?
¿Qué opinan Chávez y sus socialistas bolivarianos de ese venerable anciano habanero de apellido Castro? La verdad, si yo fuera estatua en la Caracas de Chávez estaría suplicando el favor de los dioses del bronce para que de una vez por todas me desmocharán, y así no tener que compartir espacio público con volúmenes de bronce como los que sin duda se preparan en Venezuela para subirse al pedestal: primero don Fidel, y a no mucho tardar, el propio revolucionario socialista bolivariano, sublime cultivador de indigencias, Hugo Chávez.
A Colón no hace falta mandarle callar, él sabe hacer un elegante mutis venezolano por el foro.
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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-Justo Serna: Héroes alfabéticos. Por qué hay que leer novelas (PUV, 2008)