José Membrive
Es muy posible que gran parte del inmenso capital que, con impuestos y sacrificios de los ciudadanos, los gobiernos están aportando para sanear la economía, acaben en paraísos fiscales. Es, como si para salvar la economía, tirásemos los millones a los contenedores de basura. Y la metáfora no es muy descabellada: analizando el índice de grandes empresas que negocian en paraísos fiscales, hemos de concluir que dentro de sus dirigentes hay mucha basura humana.
En España 20 de las 35 empresas del Ibex 35 operan o tienen sociedades radicadas en paraísos fiscales incluidos en la lista de la OCDE, según datos relativos a 2007 del observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, que analiza las memorias anuales de las grandes compañías españolas. Entre ellas se encuentran los principales bancos: Santander, BBVA, Banesto, Popular y Sabadell los cuales tienen actividad en lugares como las Islas Caimán, Bahamas o la Isla de Jersey.
En Estados Unidos, un informe del Congreso americano cifra, en enero pasado, en un 83% de las empresas made in US con divisiones o sucursales permanentes en paraísos fiscales o centros off-shore. Entre otras, Citigroup, Morgan Stanley o Bank of America, todas ellas beneficiarias de los 700.000 millones de dólares del plan de rescate bancario aprobado en los últimos meses de la Administración Bush para hacer frente al colapso de los mercados del pasado mes de septiembre.
Todo una fuga de recursos de las arcas federales que coincide en el tiempo con el presupuesto con mayor déficit del país -que superará los 1,5 billones de dólares, superior a la economía española, al término del próximo ejercicio fiscal- y con la petición de la Reserva Federal de mayores recursos de los contribuyentes para auxiliar a la banca estadounidense. Por si fuera poco, los paraísos fiscales atesoran 7 billones de dólares de riqueza, el equivalente al 13% del PIB mundial, circunstancia que propicia que Bermudas ostente la mayor renta per capita del planeta.
Además, este cheque al portador de territorios con fiscalidad benévola triplica los 2,2 billones de dólares en los que el FMI calcula los activos tóxicos bancarios aún sin extirpar y que agudizan la mayor recesión global desde la Segunda Guerra Mundial.
Cuando la corrupción afecta a más del 80% de las grandes empresas del país que lidera el capitalismo y casi el 60% de un país secundario como el nuestro hay que hablar sin ningún tipo de duda de corrupción generalizada del sistema productivo y financiero, corrupción que comenzó a acelerarse hace veinte años. Esto quiere decir que, si se aplicara la justicia con equidad, la mayor parte de los grandes empresarios y banqueros deberían de estar en la cárcel.
Justamente desde que la caída del Muro de Berlín rubricó el triunfo del capitalismo sobre el sistema socialista. Cuando, ya sin sombra de oposición, los dirigentes del mundo occidental con Thatcher a la cabeza, se lanzaron sobre la yugular de la sociedad del bienestar y sobre los sindicatos.
Isla de Jersey (foto wikipedia)
Y es que es sólo el triunfo y la posterior aplicación del pensamiento sin tapujos ni oposición de cualquier líder o concepción política puede determinar la valía o no del sistema que defiende. En este sentido es curiosa la diferencia de actitud de los líderes cuando necesitan el apoyo de otros partidos para sacar adelante sus proyectos que cuando gobiernan por mayoría absoluta. Felipe González y Aznar lo ejemplifican bien.
También el comunismo triunfó en Rusia, China y países satélites. La plasmación de las científicas ideas de Marx, la victoria sobre los zares constituyó el comienzo de su naufragio. Y es que, bajo mi punto de vista, uno no puede fracasar verdaderamente sin haber triunfado antes. Quienes murieron en defensa del proyecto capitalista, fascista o socialista no fracasaron: morían por la esperanza de un mundo mejor, incitados siempre por quienes se harían con el poder. El triunfo de Hitler en Alemania constituyó la debacle radical del movimiento nacionalista (aunque el mundo esté sembrado aún de jefezuelos de esta índole). El vencedor absoluto de este belicoso triángulo ha sido el capitalismo que, desde la caída del Muro de Berlín, eliminado todo rastro de enemigo, se lanzó a convertir sus convicciones en hechos.
Es cierto que la postvictoria es más difícil que la postderrota. El arrollador desfile de las tropas fascistas por los países colindantes permitió que el mundo, horrorizado, pudiera contemplar lo que había detrás de las seductoras palabras de Hitler.
También muchos consideran que el comunismo no murió envenenado de sí mismo, sino de burocratización. Pero los campos de concentración, el holocausto y los crímenes soviéticos, las torturas en Irak, las cárceles ilegales y la “cárcel de concentración” de Guantánamo se han perpetrado en pleno triunfo de sus presupuestos ideológicos.
El último fracaso, no menos patético y criminal que los anteriores, está siendo el del capitalismo cuya secuela de consumismo compulsivo está propagando el hambre, la desertización y el deterioro del planeta.
El fin del capitalismo no puede estar siendo más patético: la imagen de botarates billonarios, estafándose mutuamente con paquetes hipotecarios contaminados, para agrandar más y más sus réditos hasta hundir el sistema que los enriquece, da la medida de un cretinismo mental difícil de creer.
Pero todo tiene sus ventajas. La acelerada putrefacción que, desde los “paraísos” capitalistas se está extendiendo hasta la médula del sistema, nos permite, ya sin ningún tipo de duda y oxigenados por la esperanza, comenzar a poner en marcha, sin prisas, sin odios, sin sangrientas revoluciones, otro sistema de relaciones humanas que recoja las aportaciones de los sistemas difuntos (los derechos humanos, la aspiración a la justicia universal) y aportando sus propios ingredientes (podrían ser: la consideración de los afectos humanos por encima del necio economicismo) ponernos a la tarea ilusionante de construir un mundo nuevo.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.