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martes, 10 de febrero de 2009
Centro de Estudios Montañeses: la historia de una historia
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[10020] Comentarios[0]
Desde que en 1876 se frustrara creación de la Sociedad de Bibliófilos Cántabros, ideada por Menéndez Pelayo, había quedado pendiente esa deuda con el mayor intelectual que ha dado Cantabria. Hubo diferentes intentos, pero ninguno dio resultado hasta enero de 1934, cuando un grupo de escritores, investigadores e intelectuales se reunieron en la Biblioteca de Menéndez Pelayo para crear el Centro de Estudios Montañeses


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

A lo largo de todo el año 2009, el Centro de Estudios Montañeses celebrará sus 75 años de actividad ininterrumpida en torno a diversas áreas y ramas de conocimiento siempre relacionadas con la región de Cantabria. En estas mismas páginas ya publiqué no hace mucho un pequeño apunte de esa historia, pero mi compañero en el CEM, Fernando de Vierna, coordinador in pectore de los actos y publicaciones conmemorativas, me proporciona ahora un documento mucho más extenso y valioso por la aportación de datos. Un texto imprescindible para conocer la historia del CEM que, imagino, no importe y quite el sueño a gran número de lectores, pero que a través de Ojos de Papel queda ya a disposición de cualquiera en la red. Gracias Fernando.

“Desde que en 1876 se frustrara creación de la Sociedad de Bibliófilos Cántabros, ideada por Menéndez Pelayo, había quedado pendiente esa deuda con el mayor intelectual que ha dado Cantabria. Hubo diferentes intentos, pero ninguno dio resultado hasta enero de 1934, cuando un grupo de escritores, investigadores e intelectuales se reunieron en la Biblioteca de Menéndez Pelayo para crear el Centro de Estudios Montañeses. El propósito que tenía la nueva institución era la publicación de obras inéditas o de marcado interés bibliográfico y los resultados de las investigaciones de autores contemporáneos. La Junta que habría de dirigir los trabajos para iniciar está sociedad estaba integrada, entre otros, por Miguel Artigas, Francisco Pérez Venero, Fernando Barreda, José María de Cossío, Mateo Escagedo Salmón, los hermanos Fernando y Francisco González-Camino y Aguirre, Tomás Maza Solano, Elías Ortiz de la Torre, José del Río Sáinz, Fermín de Sojo y Lomba y Gabino Teira. Cuando hicieron público su proyecto presentaron una serie de obras que ya se estaban preparando: Memoria antiguas y modernas de la Iglesia y Obispado de Santander, de José Martínez de Mazas, en edición de Tomás Maza Solano; Cartas familiares de don Gregorio García de la Cuesta, editadas por José María de Cossío; Los maestros trasmeranos de cantería, de Fermín de Sojo y Lomba; el manuscrito del siglo XVI Antigüedades de la villa de Santander, por Juan de Castañeda, en edición de los hermanos González-Camino; El ayer santanderino, de Ramón de Solano y Polanco y Escritos no coleccionados de don Amós de Escalante, en edición de Elías Ortiz de la Torre.

En la tarde del 3 de febrero de 1934 se celebró una nueva reunión en la Biblioteca en la que quedó constituido oficialmente el Centro de Estudios Montañeses, que comenzaba así su andadura. Estaba Regido por un Patronato y una Junta de Trabajo en la que aparecían representadas las diferentes secciones que lo componían. Fue elegido como presidente al militar y cronista de Trasmiera, Fermín de Sojo y Lomba, y en ella figuraban además: el arquitecto Elías Ortiz de la Torre como vicepresidente, Fernando González-Camino como Secretario y Director de publicaciones, Fernando Barreda como Contador, y los Directores de las diferentes Secciones: de Ciencias Naturales, Juan Cuesta Urcelay; de Arqueología y Bellas Artes, Elías Ortiz de la Torre; de Historia Antigua y Media, Fernando González-Camino; de Historia Mercantil, Fernando Barreda; de Historia Moderna, Francisco González-Camino; de Genealogía y Heráldica, Mateo Escagedo Salmón; de Biografía, Marcial Solana y González-Camino; de Etnografía y Folklore, Tomas Maza Solano; de Lingüística, Enrique Sánchez Reyes; y de Historia Literaria, José María de Cossío.

Desde el primer momento comenzaron una serie de actos para darlo a conocer, sin perder de vista lo que entonces era un medio de comunicación que acababa de llegar a Cantabria, la radio, que les permitió hacer llegar su mensaje a un sector más amplio de la población. Al mismo tiempo, tenían lugar contactos de miembros del C.E.M. con distintas entidades y personalidades de la vida local, al objeto de lograr su colaboración con destino a los diferentes programas de trabajo que se proponían llevar a cabo. Entre las actividades de divulgación que se realizaron hay que destacar varias conferencias en diversos ámbitos: Ateneo de Santander, Ateneo Popular o Casa del Pueblo. En una de ellas, la pronunciada por Francisco González-Camino en el Ateneo Popular, expuso los objetivos de cada una de las secciones. La de Ciencias Naturales pretendía completar el estudio de la fauna, flora y geología de la provincia y contribuir a su divulgación por medio de folletos y guías descriptivas. La Sección de Arqueología y Bellas Artes pretendía llegar a diferenciar las características de nuestra arquitectura rural y dar a conocer el espíritu y la historia de la arquitectura civil y religiosa de la provincia. El objetivo que se había marcado la Sección de Historia Antigua y Media era el de reconstruir la vida en aquellas épocas y estudiar sus instituciones sociales. La Sección de Historia Mercantil trataría todo lo concerniente a las actividades mercantiles e industriales que se han llevado a cabo en esta región. Marcial Solana, director de la Sección de Biografía, pretendía recuperar la memoria de los montañeses ilustres cuya vida y obra permanecía desconocida. El director de la Sección de Etnografía y Folklore se marcaba como objetivo conseguir la creación de un “Museo Etnográfico de la Raza Montañesa”. El Director de la Sección de Lingüística se había propuesto publicar un Vocabulario que recogiera las formas de expresarse los habitantes de nuestros valles y montañas. Por último, la Sección de Historia Literaria, tenía como objetivo hacer una historia de la producción literaria de esta tierra y encuadrarla en el marco de la literatura española, labor a la que ya llevaba varios años dedicado su director, José María de Cossío.

Al poco tiempo de la fundación, en el mes de abril, apareció el primer número de la revista Altamira, que tenía la misión de dar a conocer aquellos trabajos de investigación que no constituían materia para una publicación monográfica. Altamira, que ha cerrado el año 2008 con la publicación de su tomo LXXVI es, setenta y cinco años después, un referente imprescindible en la investigación histórica y literaria sobre Cantabria, así como de gran interés en otras materias. Además de su propia revista, el Centro de Estudios Montañeses está actualmente encargado de editar las publicaciones de los otros institutos que constituían la Institución Cultural de Cantabria: Anuario del Instituto de Estudios Marítimos “Juan de la Cosa”, Anales del Instituto de Estudios Agropecuarios y Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”.

En septiembre de ese mismo año se publicó el primer volumen monográfico, el que daba inicio a la colección «Manuales del Centro de Estudios Montañeses», La escultura funeraria en La Montaña, un texto escrito en colaboración por varios miembros del C.E.M.: Elías Ortiz de la Torre, los hermanos Fernando y Francisco González-Camino y el marqués de Saltillo; una obra en la que se hace un recorrido por este arte suntuario regional, al que alguno de ellos llevaba dedicado varios años de trabajo y del que ya habían publicado algún trabajo menor. Sería el primer título del cerca de centenar que han aparecido hasta ahora, el último de los cuales Memoria y presente de los canteros en Cantabria, enlaza por su temática con el publicado por Sojo y Lomba en 1935, Los maestros canteros de Trasmiera.

Los últimos meses del primer año de existencia del C.E.M. traerían dos noticias relacionadas entre sí, pero de signo contrario, ya que a la consternación producida por el fallecimiento, el día 29 de noviembre, de don Mateo Escagedo Salmón; siguió la satisfacción de haber sido designado el C.E.M. continuador, como Cronista Oficial de la Provincia, de la obra del abad de la Real Colegiata de Santillana. De esa manera el legado honorífico de un fundador del Centro era recibido en herencia por la propia entidad.

Al año siguiente se celebraba en toda España el Tricentenario de Lope de Vega y aunque el comité organizador de los actos estaba en Madrid, la Diputación Provincial de Santander contactó con él para ofrecerle su colaboración de cara a realizar algunos actos en la tierra de los ancestros del escritor madrileño. En cuanto se llegó a un acuerdo la Diputación delegó en el C.E.M. la organización de los mismos y unos meses después, con el respaldo unánime de las instituciones políticas y los colectivos sociales, era inaugurada la Biblioteca Lope de Vega en el solar de sus antepasados, Vega de Villafufre.

Durante los dos primeros años de existencia del C.E.M. se hizo notar su presencia en la vida intelectual de la provincia. Los trabajos editoriales salían continuamente. Entre abril de 1934 y julio de 1936 aparecieron seis números de la revista Altamira, se publicaron dos libros y se subvencionaron otros tres, escritos por autores del Centro. La presencia de sus miembros en las dos tribunas más importantes de aquellos años, el Ateneo de Santander y el Ateneo Popular, era casi constante. La presencia pública del C.E.M. también se podía ver en algunos periódicos en los que se publicaban con frecuencia colaboraciones firmadas por distintos miembros o en la edición de algunas obras en las que se hacia constar la circunstancia de ser el autor miembro del Centro de Estudios Montañeses, en este sentido es de destacar el nombre de Antonio del Campo Echevarria.

Centro de Estudios Montañeses

Sin embargo, el paréntesis de la Guerra Civil supuso un importante receso en la actividad del C.E.M. que no retomó el ritmo de sus reuniones hasta agosto de 1939 para hacer un análisis de la situación en que se encontraba el propio Centro y sus miembros. Se organizó una nueva Junta de Trabajo presidida por Marcial Solana y comenzó a partir de entonces la incorporación de nuevos nombres a la Junta de Trabajo, entre los que se pueden encontrar los del padre Jesús Carballo, Fernando Calderón, Germán del Río, Félix López-Dóriga, Gonzalo Fernández de Velasco o Jerónimo de Hoz, por citar sólo algunos. Sin embargo, hasta 1945 no fueron recogidos en forma editorial el trabajo y la investigación que se estaban realizando durante aquellos años, ya que la situación general de España tras la guerra tenía, como una más de las consecuencias, la escasez y la carestía del papel para editar.

La situación del C.E.M. comenzó a mejorar cuando estableció mayor relación con la Diputación Provincial de Santander, ya que a pesar de poseer el título de Cronista Oficial de la Provincia, la sede seguía estando en la Biblioteca Municipal, compartiendo el escaso espacio de que disponía con materiales del Museo, de la Biblioteca y del futuro Archivo Histórico, y las necesidades de espacio de éste último cada día eran mayores, en parte por al trabajo de los miembros de C.E.M. que estaban recogiendo numerosos archivos dispersos por la provincia. El traslado al palacio de la Diputación proporcionó al Centro mayor espacio para sus actividades y el contacto permanente con la institución de la que dependía. El traslado de sede fue un primer paso en la relación entre ambas instituciones, que se vio reforzado posteriormente con la firma del Convenio el día 30 de mayo de 1941, por el que se establecía la labor que se encomendaba al C.E.M. y el compromiso permanente de la Diputación de dotarlo de los medios necesarios para poder llevarla a cabo.

A partir de entonces, cuando había alguna efeméride o conmemoración de carácter histórico que quisiera celebrar la Diputación, el organismo encargado de realizar los estudios previos necesarios y en muchos casos de organizarlo era el C.E.M. La primera de ellas no tardaría mucho en llegar; en 1948 se celebró el VII Centenario de la Conquista de Sevilla y de la Creación de la Marina Real de Castilla. El Centro presentó a la Diputación, el 25 de noviembre del año anterior, un proyecto de actividades que, una vez aprobado por la Comisión correspondiente, fue incluido en el programa de fiestas que iban a celebrarse por toda España. Los actos de Santander se realizaron a lo largo de la última semana de agosto, teniendo lugar uno de los principales el primer día, la inauguración del Museo del Real Astillero de Guarnizo, en Muslera, en el que el C.E.M., íntimamente vinculado al mundo de la mar, había puesto especial interés.

En el mes de marzo del mismo año 1948 el presidente del Centro, que seguía siendo Marcial Solana, recibió el encargo particular más importante que ha llegado nunca al C.E.M.. El Banco de Santander le había hecho saber su deseo costear los gastos de investigación y edición de una obra que se publicaría con motivo del centenario de su fundación, pero no se trataba de realizar una historia del banco, sino de una obra que recogiera las biografías de los montañeses que hubieran destacado de una manera especial en el mundo de los negocios y las finanzas. La colaboración entre ambas entidades fue completa, se formó una comisión mixta que planteó el contenido de la publicación y adjudicó los trabajos a realizar. El resultado de aquella colaboración vio la luz cuando se cumplía el centenario, en el año 1957, y constituye la primer obra importante y colectiva sobre la historia económica de Cantabria, se trata del volumen Aportación al estudio de la historia económica de la Montaña, editado por el Banco de Santander, un libro que tiene 850 páginas y cuenta con la colaboración de nueve autores.

Vinieron luego unos años de cierta decadencia en la actividad del C.E.M., originada por el envejecimiento de sus miembros y la falta de incorporación de otros más jóvenes que asumieran responsabilidades dentro de la Junta de Trabajo. A eso hay que añadir que el incremento en las necesidades administrativas de la Diputación hizo necesario el traslado del Centro a otra sede y por tanto el de su biblioteca y archivo, lo que ocasionó la pérdida de importantes materiales. Pero el empeño de algunos de los miembros de la Junta, especialmente de Fernando Barreda y Fernando Calderón, consiguió atraer a nuevos y jóvenes investigadores que sirvieron para revitalizar la Junta de Trabajo.

La creación de la Institución Cultural de Cantabria, en 1967, y la inclusión en ella del C.E.M. supuso el inicio de una nueva etapa, más brillante, que tuvo su punto cenital en 1974, cuando, al cumplirse cuarenta años de su fundación, el Centro organizó un ciclo de conferencias en el salón de actos de la Diputación Provincial en el mes de mayo, al que asistió numeroso público. Fueron cinco días de lecturas de conferencias y ponencias que se publicarían un par de años después en dos espléndidos tomos que constituyen una joya editorial. Aquella experiencia animó a la Junta de Trabajo a organizar un ciclo de conferencias sobre tema histórico de la provincia de Santander, que se celebró en el mes de abril de 1976 y en el que colaboraron el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Menéndez Pelayo. Fue muy breve, tan sólo hubo tres conferencias, pero supuso el comienzo de una serie de ciclos que continuaría en octubre de 1977 con el dedicado a «Santander y su mundo», de cuya organización se encargó personalmente el presidente, Fernando Calderón, para lo que contó con el apoyo del entonces Presidente de la Diputación, Leandro Valle González-Torre, que años después presidiría el C.E.M. Dos años después tendría lugar el dedicado a «La Guerra de la Independencia (1808-1814) y su momento histórico», en octubre 1979, cuando presidía la Junta de Trabajo Joaquín González Echegaray, que seguía haciéndolo en mayo de 1982 cuando se celebró el último, «Población y sociedad en la España cantábrica durante el siglo XVII». En la actualidad es imprescindible la consulta de las actas de estos ciclos cuando se quiere abordar el estudio de alguna de las materias estudiadas en ellos.

Como complemento a los estudios puramente científicos, en algunas ocasiones el C.E.M. ha sido la entidad de referencia a la que se dirigió la Diputación de Santander para consultar alguna cuestión de trascendencia política. Así sucedió en 1964, cuando se le solicitó un informe sobre la oportunidad de cambiar el nombre de Santander, aplicado a la provincia, por el de Cantabria, cuestión que finalmente fue desestimada al oponerse el ayuntamiento santanderino y, es muy probable, a tenor del momento histórico que se vivía, que por instrucciones de Madrid. No habían pasado veinte años cuando el Centro respondió a otra consulta en similar sentido con el estudio publicado en forma de libro Antecedentes históricos y culturales de la provincia de Santander como región, que resultó fundamental para la constitución de la Comunidad Autónoma de Cantabria.

En 1998 el Centro fue el encargado de organizar la Asamblea anual de la Confederación Española de Centros de Estudios Locales (C.E.C.E.L.). De la memoria publicada en la revista Altamira en 1999 se reproducen algunas líneas del texto en el que se hace referencia a este acontecimiento:

Fruto de esta consolidación del Centro, asumimos este año la responsabilidad de organizar y financiar la 45 Asamblea de la Confederación Española de Centros de Estudios Locales (C.E.C.E.L.), cosa impensable un año antes. El esfuerzo realizado fue muy importante para una Institución sin fondos propios como la nuestra, pero gracias al patrocinio de la Consejería de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria, de los ayuntamientos de Santander y Camargo, de la Fundación Santillana, de El Diario Montañés, y al esfuerzo desinteresado de los miembros de este Centro, especialmente de don Manuel Arroyo González, se logró algo que parecía poco menos que imposible. Creemos que el esfuerzo mereció la pena, por el prestigio que supone para este C.E.M., y por la difusión que en los medios de comunicación regionales y nacionales tuvo tal acontecimiento.

Satisfacción merecida y compartida por todos los miembros de un Centro que ha tenido a lo largo de su historia nueve presidentes, desde Miguel Artigas, Presidente del Patronato fundador; pasando por Fermín de Sojo y Lomba; Marcial Solana; Fernando Barreda; Fernando Calderón; Joaquín González Echegaray; José Luis Casado Soto y Emilio Herrera Alonso; hasta llegar a Leandro Valle González-Torre, actual presidente, que asumió el cargo en el año 1996. Una entidad a la que han pertenecido, además de los que ya han aparecido en estas páginas, nombres como los de Gregorio Lasaga Larreta, Luis Redonet López-Dóriga, Patricio Guerín, Arturo de la Lama, Adriano García Lomas, Mario García Oliva, Jerónimo de la Hoz Teja, José Simón Cabarga, Manuel Pereda de la Reguera o Leopoldo Rodríguez Alcalde. Entre los actuales hay que destacar a Joaquín y María del Carmen González Echegaray, Pedro Casado Cimiano, Salvador García Castañeda, Benito Madariaga, José María Alonso del Val, Luis de Escallada, Aurelio García Cantalapiedra, Matilde Camus, Rosa María Conde López, Karen Mazarrasa, Francisco Vázquez Quevedo, Jesús Canales, Salvador Carretero, Manuel Vaquerizo, Ángel Llano Díaz, Miguel Ángel Solla, Francisco Gutiérrez Díaz, Juan Antonio González Fuentes, Mario Crespo López y tantos otros que acuden con regularidad a las asambleas académicas.

Desde aquel lejano mes de enero de 1934 han transcurrido 75 años a lo largo de los cuales ha habido momentos desiguales en cuanto a los logros del C.E.M., altibajos que se han producido por las diferentes situaciones políticas o sociales que se han vivido en España o en Cantabria, pero en ningún momento ha faltado el entusiasmo, la dedicación y la entrega de sus miembros. 
 

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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Guillerno Cabrera Infante: La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2008)


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