José Membrive
Dicen que el Cid Campeador ganó una batalla después de muerto. Para ello tuvieron que colocar su cuerpo sobre Babieca y hacer que éste se lanzara contra los musulmanes. No es un caso único. Luther King, el luchador contra la discriminación racial en EEUU, acaba de ganar una batalla electoral muchos años después de su muerte. Los numantinos erigieron una leyenda y con ella un espíritu que sigue ganando batallas después de siglos.
Recientemente unos desarrapados se han rebelado contra su propia muerte y la han vencido: Chris, Gustavo, La Sorda y unos pocos más, se hundieron mientras Miguel Rubio, trabajador social, se esforzaba por evitarlo. Él también pudo sentirse fracasado al verlos hundirse irremisiblemente. Pero la muerte de este grupo de marginados no constituyó su final, sino el inicio de la victoria. Inocularon su vida, su espíritu en uno de sus allegados que tuvo el don de revivirlos en unas páginas memorables.
Curiosamente, cuando esta novela llegó a la editorial también nos dábamos por muertos: la quiebra de un par de empresas distribuidoras nos habían puesto más que al borde de la tumba empresarial. Los sintecho nos hicieron surgir de nuestras propias cenizas y nos arrastraron hacia su gloria final. Afortunadamente estos “desafortunados” muertos nos insuflaron su aliento. Y es que, conforme uno va conociendo algo más de la vida, la frontera entre la victoria y la derrota, entre la muerte y la vida, es cada vez más borrosa.
Miguel Rubio: Ahora que estamos muertos (Ediciones Carena, 2008)
Ediciones Carena apuesta siempre por los que menos voz tienen. Nuestra línea narrativa se ha consolidado en dos direcciones: una social y otra humorística. En realidad son dos caras de la misma moneda. Dos maneras de cuestionar algunos de los presupuestos ideológicos que, en nuestra sociedad, dan cobijo a la injusticia.
Pero tenemos claro, que antes de su contenido social o contestatario, la novela ha de ser una obra de arte independientemente de su tema y de las intenciones que impulsen al autor. Ahora que estamos muertos, además de ser un vivo documento social de primer orden es una epopeya literaria, incluso si le aplicamos los más severos preceptos clásicos: de unidad de tiempo, de espacio y de acción. La novela empieza al amanecer y acaba por la noche, con la misma frase con la que comienza. Se trata de un día en la vida de sus protagonistas que se entrecruzan, en el mismo espacio: Madrid. El estilo también es clásico: directo, transparente y condimentado con unos diálogos vivos, crudos como el presente de los protagonistas.
Quienes dentro de quinientos años quieran conocer la manera de vivir de los menos afortunados de nuestro tiempo tendrá que recurrir a novelas como esta. Quienes simplemente quieran deleitarse con una obra de arte humana, redonda, también recurrirán a esta novela.
Miguel Rubio
Esta es la principal aspiración de nuestra editorial. Yo siento atracción especialmente por las novelas en las que el autor “desaparece”, los personajes se adueñan del escenario y fluyen, viven, sienten, hablan, sin mediador alguno. Este también es el caso de Ahora que estamos muertos. Si además estos personajes son los derrotados, aquellos cuya sola presencia golpea el falso espejismo de “sociedad del bienestar”, mucho mejor. Todo lo que sea acabar con los malos entendidos, falsedades sociales y autoengaños, nos aproxima a la realidad y a lo mejor de nosotros mismos. Es la literatura predilecta en Carena. Ahora que estamos muertos sigue la estela de Los hijos del Ararat (sobre el silenciado genocidio armenio), El abrazo de Fatma (sobre las tragedias ocasionadas en Mauritania por las “silenciadas” guerras interétnicas) y de la recientísima La Escuela Rota, sobre el racismo y la exclusión social creciente que asola nuestro sistema escolar.
Un valor extra de Ahora que estamos muertos es que tanto el espacio como el tiempo son muy cercanos. Se trata de un tipo de literatura que, aunque formalmente pudiera parecerse al reportaje -tan de moda en la actualidad- tiene poco que ver con él, o al menos, lo separa una diferencia esencial: el reportaje lo escribe un periodista que pasaba por allí, utilizando las imágenes e historias de los afectados y en este tipo de literatura son los personajes los que hablan utilizando al escritor.
Literatura de alto voltaje. Pálpito social. Drama. Vida. Humor. Humanidad. Belleza. Desgarro. Todo está presente, hablándonos, zarandeándonos la conciencia con unas voces tan claras y contundentes que nos hacen creer que somos nosotros los que, cadavéricos, nos desplazamos sin chispa de vitalidad, de ahí que, después de leída la obra uno tenga la sospecha de que los verdaderos muertos son los que aún no hemos traspasado el umbral que ya habitan estos egregios resucitados.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.