Llevo años haciendo reseñas de libros. Las he hecho o las hago para periódicos locales, para revistas, para estos
ojosdepapel electrónicos. La tarea en principio es simple y sencilla. Te ponen en las manos un libro, te piden que lo leas y que luego, por escrito, emitas una opinión, cuentes si te ha gustado o no, si el libro te parece importante o uno más de la inmensa montaña de páginas impresas que salen a la luz año tras año, meses tras mes, semana tras semana, día tras día.
Pero tal sencillez se vuelve un peso casi insostenible si uno se detiene dos segundos a pensar sobre el asunto. Como crítico (¿quién decide que lo eres?, ¿la suerte?, ¿las circunstancias?, ¿la incompetencia de quien te hace el encargo?...) debes juzgar, opinar, calificar…, el trabajo de meses, quizá de años, de alguien a quien no conoces, y de quien, generalmente, no conoces ninguna de sus circunstancias vitales, personales… Se trata de juzgar desde el propio gusto, desde la propia sabiduría, sencillamente desde el propio y personal parecer. Es aterrador. ¿Se trata de un oficio?, ¿una disciplina?, ¿un juego?... Quien escribe juzgando el trabajo literario de otro necesariamente ¿debe tener algo de loco, de desquiciado, de cínico, de prepotente, de osado, de inconsciente, de desvergonzado, de desahogado…?
Leyendo el prólogo a la selección de obra selecta del crítico
Edmund Wilson, que ha preparado para la editorial barcelonesa Lumen
Aurelio Major, me topo con la siguiente reflexión en torno a la crítica y los críticos del poeta
W. H. Auden, palabras en traducción al español de mi compañero poeta el asturiano
Jordi Doce. Las palabras de Auden me parecen de una sabiduría rayana en lo sobrenatural que siempre aparenta lo que está cargado de sentido común. Toda una lección sobre crítica literaria y artística en unas pocas líneas. ¡
Thank you, Mr. Auden!
Edmund Wilson:
Obra selecta (Lumen, 2008)
“Una de las razones por la que los buenos críticos literarios son más escasos que los buenos poetas o novelistas es la naturaleza de egoísmo humano. Un poeta o novelista ha de aprender a ser humilde ante el tema de su escritura, que es la vida en general. Pero el asunto del crítico, el tema ante el cual debe aprender a ser humilde, está compuesto de otros escritores, es decir, de individuos humanos, y esta clase de humildad es mucho más difícil de adquirir.
¿Cuál es la función del crítico?
Acercarme obras o autores con los que no estaba familiarizado hasta ahora.
Convencerme de que he menospreciado determinadas obras o autores porque no los he leído con la suficiente atención.
Mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que nunca habría podido descubrir por mi cuenta porque no tengo conocimientos suficientes y nunca los tendré.
Ofrecerme una lectura de la obra que acreciente mi comprensión de la misma.
Arrojar luz sobre el proceso de construcción artística.
Arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etc…
Los tres primeros exigen erudición, los tres siguientes un grado mayor de perspicacia, cuando las cuestiones que suscita el crítico son nuevas e importantes”.