Juan Antonio González Fuentes
Desde hace unos años tenemos la costumbre de pasar los días de vacaciones del aniversario de la Constitución, a principios de diciembre, en alguna ciudad importante europea no muy lejos de Madrid. Ya han sido varias las ciudades así visitadas,
las más recientes Dublín y en 2008, hace apenas un mes,
Milán.
Ante la Casa de Alessandro Manzoni
No nos habían llegado referencias de que Milán fuera una ciudad especialmente hermosa o animada, y sin embargo nos ha seducido de principio a fin. No teníamos muchos días por delante, pero creo que le sacamos bastante juego a la estancia, quedándonos ganas de volver a visitarla cuando la ocasión lo propicie. En apenas 48 horas paseamos por las calle del centro milanés, engalanadas esperando la Navidad. Visitamos el teatro de la Scala y su museo construido en torno a la ópera. Entramos en la catedral, absolutamente fastuosa, y recorrimos las casi inabarcables estancias del castillo de los Visconti/Sfoza. Nos quedamos extasiados ante la Pietá Rondanini de
Miguel Ángel, igual que ante las pinturas de
Leonardo. En la tienda que tiene Ricordi en la Galería Vittorio Emanuele compramos el
Réquiem de
Verdi dirigido por
Victor de Sabata y una caja con 26 discos de la
Callas. Anduvimos de principio a fin el llamado Quadrilatero della Moda, donde jamás vimos mayor nivel de vida y poder adquisitivo en torno a las tiendas de
Prada, Gucci, Armani, Dolce & Gabbana, Gian Franco Ferré, etc... Estuvimos en la casa del poeta
Manzoni y recorrimos de principio a fin la calle que lleva su nombre, en la que tiene su ubicación el Gran Hotel, establecimiento que ha tenido como clientes a la Callas,
Visconti, Verdi
, Puccini, Caruso... Cenamos en un restaurante justo al lado de
Galiani, uno de los capos del legendario equipo de fútbol que pasea por el mundo el nombre de la ciudad. De compras por la Galería Vittorio Emanuele descubrimos a un ex ministro socialista y a un ex miembro de la Trinca. En Prada los Reyes Magos encargaron una cartera para Ella y para mi un reloj en una relojería de la calle de la Espiga. Probamos un excelente vino veneciano y no le hicimos asco ni a la pasta ni a los arroces. En fin, que no desaprovechamos mucho al tiempo, a la espera de un futuro inmediato que no promete tantas bondades.
En el interior del Teatro alla Scala
Y a mi me dio incluso tiempo de escribir o rematar algunos poemas que espero vean la luz este nuevo año, en la editorial barcelonesa DVD, bajo el título
La lengua ciega. Son poemas en prosa milaneses, y aquí quedan esbozados, a la espera de su condescendiente lectura. Muchas gracias, como siempre.
Ante el cartel del Teatro alla Scala
Hoy sé...
Hoy sé que hay campanas que llaman a la oscuridad, que buscan las señales rojas de la hora adormecida.
Sé que fluyen en las constelaciones del océano a través de azules chimeneas, de propósitos firmes que toman partido en la conversación del superviviente, en la justicia de toda una vida diagnosticando el crepúsculo que nos ha leído con el nombre de las horas, con el color del día ciego que regresa a la forma innata de sobreponerse.
Tiempo inmóvil
Y dentro de lo visto, se rige por la herida el tiempo inmóvil como un viento simple y sin adornos, una espuma sin motivo que desmorona con cuidado el espacio quedo de la única luz culpable.
Sin giro alguno
Sin giro alguno, el eco sube sobre los metales que celebran su peligro; sube por encima de la hierba que conjetura la medida de lo que no alcanza. Y tras el surco blanco del olvido, de otro modo, poco a poco, danza a la vez el eco sin mensaje, respetando la forma que entre llamas se desliza, y emite en torno el sonido largo del aire cuarteado, de la proximidad intacta e inicial que a recogerse invita.
Te dices...
Te dices lograda por la noche, y bajar sabes un alto brillo del esplendor más claro. Y abdicas de la nieve que no sueña en el otro, y además redimes el veneno triste que se acrece lava fragante en el transcurso suave de la estrella.
Todo es noche en ti, noche que aguarda el eco insistente de otro tiempo, de un tiempo demasiado cercano en un nunca es nunca de habitación cerrada, de espino abierto al color sereno de los niños que dibujan la letra fácil de la hiedra extraviada.
Camino alto
Se hace eco el fragor ajeno ungido bajo la hierba. Y sin orden posible, se torna olvido el presente en la certeza que viene impresa tras el juego dado por la nube venidera.
Pero trazo a trazo nada es el aliento que consume un vendaval ardiente y sin estirpe, esa luz del azogue que arranca azul de su flecha, y luego alcanza para siempre la réplica alzada de un camino alto, impávido y ciego por condena.
Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-Stieg Larsson: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008), segunda parte de la trilogía Millennium, que se inició con el título, Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.