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martes, 9 de septiembre de 2008
Gianni Schicchi, el Puccini de Woody Allen
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[9385] Comentarios[2]
El cineasta Woody Allen acaba de estrenarse como director escénico de una ópera en Los Ángeles. Invitado por el director del teatro angelino, Plácido Domingo, Woody Allen ha dirigido Gianni Schicchi, pieza que forma parte de Il Trittico de Puccini

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

John Ford, uno de los directores de cine más importantes de la historia, el mismo que en una reunión de cineastas se presentó a sí mismo haciendo gala de ironía y modestia diciendo eso de “Me llamo John Ford, y hago western”, siempre quiso dirigir una ópera en un gran teatro y nunca lo logró. No, no es que no gozara de la oportunidad. Al parecer, la Ópera de San Francisco le propuso en varias ocasiones dirigir una ópera, pero siempre le propusieron la misma, la única ópera de la historia ambientada en el lejano oeste, La fanciulla del West de Puccini, cuando la ópera que él quería dirigir era La Bohéme, del mismo compositor.

No han sido pocos los directores de cine llamados a dirigir también óperas en escena. Apuntemos tan sólo algunos nombres muy conocidos de la historia del séptimo arte: Visconti, Polanski, Zeffirelli, Mankiewicz, Robert Altman, Francis Ford Coppola, Herbert Ross, John Schlesinger, Anthony Minghella, David Cronenberg... Y ahora le ha llegado el turno a Woody Allen. Sí, el mismo Allen que en breve estrenará en España su última película, Vicky Cristina Barcelona, él mismo que desgrana notas con su clarinete formando parte de la New Orleáns Jazz Band.

El sábado 6 de septiembre, Woody Allen estrenó su montaje de Gianni Schicchi, una de las tres óperas breves que conforman Il Trittico de Puccini, conjunto estrenado en el Metropolitan de Nueva York en 1918, hace ahora 90 años. El debut operístico de Woody Allen tuvo lugar en el teatro de ópera de Los Ángeles, dirigido desde hace años por Plácido Domingo. Fue el tenor madrileño quien logró convencer al cineasta para que asumiera el reto y se sumase así a la gran celebración que está llevando a cabo el teatro entorno a los 150 años del nacimiento del compositor de Lucca.



Placido Domingo canta "Ch'ella mi creda" de la ópera La Fanciulla del West de Puccini en el Covent Garden 1983 (vídeo colgado en YouTube por vladutze84)

Las otras dos pequeñas piezas que conforman Il Ttrittico, es decir, Il Tabarro y Suor Angelica, también tuvieron un director de escena venido del mundo del cine. Nada más y nada menos que el veterano William Friedkin, director entre otras cintas de El exorcista y de French Connection. El norteamericano James Conlon, director que estuvo a punto de dirigir las últimas apariciones de Maria Callas en el teatro, y director musical titular de la Ópera de Los Ángeles, se encargo de dirigir a la orquesta del teatro y a cantantes como Anja Kampe, Thomas Allen y Salvatore Licitra en este estreno de temporada operística angelina.

Mientras escribo estas líneas aún no sé cómo habrá resultado el estreno de Woody Allen sobre la tablas de un teatro de ópera. Lo que sí sé es que habrá huido a toda prisa de la gran ciudad, pues así lo auguró en una entrevista concedida poco antes: “Lo haré lo mejor que pueda, y luego huiré de la ciudad”



Angela Gheorghiu interpreta "O mio babbino caro" de la ópera Gianni Schicci de Puccini en el Lincoln Center el 3-12-2005 (vídeo colgado en YouTube por AliceBathory00)

A nadie debe extrañar que cada vez sea más frecuente que los directores de cine se enfrenten al reto de dirigir la escena de un montaje operístico. Varias son las razones que pueden apuntarse, pero la más evidente la subrayaba ya en 1977 James Levine, el director musical del Metropolitan neoyorquino, en una entrevista televisada que recientemente he podido ver en formato dvd. Apuntaba Levine durante la grabación en su teatro de un Rigoletto protagonizado entonces por Plácido Domingo, Ileana Cotrubas y el gran Cornell McNeille, que el público contemporáneo está muy acostumbrado a ver historias contadas en el cine, es decir, con todo el fantástico realismo y la verosimilitud de la que son capaces las grandes producciones. Cuando ese mismo público acude a un teatro, es muy difícil que entre en el imaginativo juego de recreaciones y sobreentendidos que se le proponen, pues afín a las propuestas escénicas que le hace el cine, “no traga” con telones al fondo, montañas de cartón piedra, mares con olas que se mueven a mano y decorados de brocha gorda.

Por eso, las propuestas escénicas que invaden las nuevas y más arriesgadas producciones operísticas llevadas a cabo a lo largo de las últimas décadas, con frecuencia cuentan con profesionales llegados del cine, pues se presume que ellos están habituados a plantear puestas en escena más creíbles a la que vez que espectaculares y eficaces. Incluso ahora no es nada infrecuente que sea el propio cine el que haga acto de presencia en las tablas de un teatro de ópera. En este sentido, recuerdo la representación el verano del pasado año, dentro de la programación del Festival Internacional de Santander, de una Tosca imaginada por el argentino Hugo de Ana en la que los cantantes actuaban sobre una proyección cinematográfica, lográndose así una extraña mezcla de realismo y magia que, a mi, me entusiasmó. Y eso que Hugo de Ana no proviene del mundo del cine.

Bueno, ojalá pudiera verse por estas geografías el trabajo de Allen y de William Friedkin. Siento curiosidad por ver cómo estos dos grandes directores de cine han resuelto los grandes problemas que plantea una ópera en escena.


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente


Comentarios
29.09.2008 18:46:47 - carlos turmo perez



¡Qué artículo tan bien hecho, rico en contenido y calidez de comunicación! Hoy en día hay bien poco de cuidado en comunicar cultura...
Gracias.


20.11.2009 23:54:07 - Snows



Lógico: Allen dirige a Allen.










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    El Reino del Ocaso, de Jon Juaristi (reseña de Inés Astray Suárez)
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