En alguna otra ocasión ya
he tratado aquí las
idioteces imitativas que el
regionalismo radical (el nacionalismo, para qué vamos a andar con zarandajas) lleva a cabo o propone en mi región, Cantabria. Cuando se habla de los problemas del nacionalismo en España, de forma natural y lógica se piensa siempre en el País Vasco,
Cataluña y
Galicia, y con mucha menos frecuencia se analiza lo que ocurre en otras geografías con organizaciones regionalistas o nacionalistas menos polémicas y radicales, pero que llevan años, décadas, realizando una decidida labor de acoso y derribo a todo lo que signifique España o lo español.
No es ni mucho menos Cantabria una región española caracterizada precisamente por una posición equívoca a estos respectos, pero tampoco deja de ser un interesante laboratorio en el que estudiar con precisión cómo se construye, inventa y fomenta el nacionalismo por pequeños grupos que paso a paso van abriéndose camino en la opinión pública, en el sentir de sectores crecientes de la población y en el manejo de cada vez más importantes partidas de los presupuestos públicos.
El último caso en Cantabria se acaba de producir estos días, a raíz de la que en principio debía ser una buena noticia. El equipo de fútbol de la ciudad, el
Racing de Santander, ha realizado una de sus mejores temporadas en Primera División en sus casi 100 años de historia. El Racing ha jugado las semifinales de la Copa del Rey y se ha clasificado en sexta posición del campeonato, logrando el premio de jugar por derecho propio la próxima temporada, por vez primera en su dilatada historia, una competición europea, la Copa de la UEFA.
El Racing de Santander es un equipo de fútbol profesional que oficialmente está en manos de una empresa privada, con sus directivos, presupuestos, etc... El Racing, para subrayar su presencia la temporada venidera en los campos de fútbol de Europa, estrenará nuevas equipaciones, y al igual que ha hecho el Sevilla F.C. (ganador de dos de las tres últimas Copas de la UEFA), se ha contemplado que estas equipaciones lleven en alguna de sus partes más visibles una pequeña bandera de España. ¿Algún problema?
Pues parece que sí. De forma casi inmediata la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), organización financiada con dineros públicos, ha emitido un comunicado protestando por tan singular ocurrencia, y exigiendo a la sociedad cántabra que intervenga para evitar el supuesto despropósito. Según ellos el Racing de Santander es fundamentalmente un equipo cántabro, seguido sólo por cántabros, ilusión de los cántabros, fomentador de la identidad cántabra, detentador de valores cántabros..., y cualesquiera demás gilipolleces, ditirambos, exageraciones y espejos deformados de azogue valle-ínclanescos que al lector se le ocurran y quiera añadir aquí.
Y como tal equipo exclusivamente cántabro, el Racing de Santander, de llevar alguna, sólo debe llevar una enseña en su camiseta: la de Cantabria, claro, una franja blanca arriba y otra roja abajo. Vamos, la bandera oficial de Polonia desde el 1 de agosto de 1919.
Se da la curiosidad que entre los socios fundadores de ADIC está el actual presidente de la Región, el regionalista
Miguel Ángel Revilla, quien, por cierto, jamás ha renegado de su españolidad, más bien al contrario. Pero siguiendo con las curiosidades, no estará de más señalar que el actual presidente de la ADIC, un tal
Bernardo Colsa, según leo en la prensa local es miembro del Partido Regionalista de Cantabria, trabaja en alguna empresa pública dependiente de la Administración Regional, y tiempo atrás fue uno de los líderes de las Juventudes Verdiblancas, especie de
hooligans racingistas entre los que se dice, se cuenta, surgen los pitos y silbidos cuando con motivo de algún partido de la anecdótica selección cántabra de fútbol suena en el campo el himno nacional, el español, aclaro.
La directiva de ADIC puede opinar lo que le venga en gana y tiene todo el derecho a comunicarlo públicamente. Tiene el derecho a decir, difundir, representar y escribir incluso gansadas como la que hasta aquí nos trae. Pero lo que no puede permitir un gobierno y su administración es que las gansadas, de un modo otro, estén financiadas con dinero público. No sólo los miembros y directivos de ADIC deben reflexionar con respecto a los derroteros por los que conducen sus propuestas y posturas, debe ser toda la sociedad de Cantabria y toda la sociedad española en general la que debe de una vez por todas se detenga a analizar muy seriamente a dónde conduce el anti-españolismo que de forma larvada y lenta está calando (surrealismo puro) en su propio seno más joven y menos crítico. Y además, esta labor de zapa, de “deconstrucción” demencial e insólita, cuyo objetivo primordial es “deconstruir” desde dentro para volver a construir también desde dentro y bajo el control nuevo de la cultura de lo excluyente, no sólo está siendo tolerado por los poderes públicos que prefieren mirar hacia otro lado mientras se pliegan al viejo dicho de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, es que además está siendo financiado con fondos públicos, en un operación de suicidio social y cultural colectivo sin precedentes que sólo puede ser fruto del desvarío histórico, la ignorancia multiplicada por sí misma en operación de carácter exponencial, y la pérdida completa de juicio crítico.
Esto se está pareciendo cada vez más al camarote de los
hermanos Marx, pero este camarote no tiene ninguna gracia.