Juan Antonio González Fuentes
El ya celebérrimo “¿por qué no te callas?” del Rey de España dirigido a Hugo Chávez en la reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile, parece haber concitado el general aplauso y la aquiescencia de la gran mayoría de los españoles que aún quieren serlo.
De manera casi instantánea, la “frase real” recorrió de una punta a otra el ciberespacio, siendo reproducida, emitida, comercializada, difundida..., por millones y millones de personas en todo el mundo y de miles y miles de maneras diferentes.
No, no creo que la razón de tamaño éxito planetario sea la mayoritaria proporción de monárquicos entre los consumidores de información de todo el globo, ni que, por ejemplo, los anti Chávez sean ahora una legión innumerable y militante. Tampoco creo que estemos todos “muy puestos” en geopolítica hispana, o que millones de personas se hayan indignado antes las ofensas a Aznar vertidas como lava hirviendo por el militarorzuelo (¿neologismo?) venezolano.
No, yo creo que el generalizado ¡hurra! provocado por el “¿por qué no te callas?”, nace de que el Rey de España ha conseguido verbalizar en voz alta y con bastante desparpajo una frase que encierra en sí misma un mensaje nítido que todo humano ha querido expresar alguna vez, al igual que el Rey, en voz alta y mirándole a los ojos a alguien (emplearé únicamente el género masculino para apuntar las posibilidades que se me ocurren a bote pronto): a alguien del trabajo, un jefe, un amigo, un conocido, una suegra, una novia, una mujer, un vecino, un familiar muy próximo o lejano, un conferenciante, un cura, un político, un jefe de escalera, un escritor, un futbolista, un camarero, un desconocido en el cine o en el teatro o en la ópera, un pelmazo en la barra de un bar, un dependiente de una tienda, un tertuliano radiofónico, el policía que te multa, un bancario que te explica el cobro de comisiones en tu cuenta, la persona que te toca en el asiento de al lado del autobús o el tren o el avión o el barco, el que habla por el móvil junto a ti, el mecánico del taller que te explica la cuantía fabulosa de su factura, un profesor en clase, un funcionario de la administración que en vez de atenderte rápido habla con sus compañeros o por teléfono, el guía turístico de turno, el cantante de moda...
Añadan a partir de ahora a esta lista cualquier otro ser al que alguna vez les hubiera gustado gritar, insisto, mirándole a los ojos, en voz bien alta y dirigiéndole además un dedo de la mano: ¿por qué no te callas? Si fuera posible, muchos psiquiatras y psicólogos acabarían sin trabajo. Estoy seguro.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.