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martes, 19 de junio de 2007
Marc Fumaroli: El Estado cultural (Acantilado, 2007)
Autor: ojosdepapel - Lecturas[17006] Comentarios[2]
La obra narra el extraño destino de un ámbito, el de la cultura, que sirvió al gaullismo para compensar la agraviada grandeza de Francia y al socialismo para gratificar una ideología derrotada.

www.ojosdepapel.com

Título: El Estado cultural (ensayo sobre una religión moderna)
Autor: Marc Fumaroli
Traducción: Eduardo Gil Bera
Editorial: Acantilado
Lugar y fecha: Barcelona, 2007
Páginas: 461
Precio: 25 €

Miembro de la Academia francesa y profesor del Collège de France, Marc Fumaroli se reveló en 1991 como un polemista brillante y provocador al publicar El Estado cultural, una indagación histórica de las raíces de la moderna política cultural francesa. La obra, que suscitó encendidos debates, narra el extraño destino de un ámbito, el de la cultura, que sirvió al gaullismo para compensar la agraviada grandeza de Francia y al socialismo para gratificar una ideología derrotada. Con una prosa en la que se respira la herencia de Montaigne y Bossuet, entre la erudición jovial y la polémica admonitoria, Fumaroli advierte en El Estado cultural de los nefastos resultados de una política cultural invasiva e ideologizante. Teniendo en cuenta su importancia en la política cultural europea, el presente libro adquiere una extraordinaria actualidad y vigencia.

Marc Fumaroli (Marsella, 1932). Catedrático de la Sorbona y del Collège de France, ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de la retórica y de la literatura francesa. Fruto de este trabajo son, entre otros, sus libros L’Âge de l’éloquence (1980), La Diplomatie de l’esprit (2001), L’École du silence (1994), Chateaubriand. Poésie et Terreur (2004) y Exercices de lecture de Rabelais à Paul Valéry (2006). Ha recibido numerosos premios, entre los que se destacan el premio Monseigneur Marcel de la Academia Francesa, el Balzan, y, en el año 2004, el premio Combourg. A partir de la publicación de El Estado Cultural (1991), Fumaroli se ha colocado en el centro del debate sobre la política cultural europea.

De la reseña del escritor, ensayista y crítico Juan Malpartida para el ABCD las Artes y las Letras (16-2007), titulada El valor de la memoria, hemos seleccionado los siguientes párrafos:

El Estado cultural fue publicado en 1991 en Francia, y aunque algunas de sus páginas tienen fecha, sus análisis históricos y su actitud crítica siguen teniendo actualidad. Y no sólo para los franceses; también para los españoles, que, además de un Estado que trivializa la cultura desposeyéndola de su historia y de su relación translingüística, tenemos el Estado de las Autonomías, donde la cultura y la educación son tareas centrales de sus gobiernos como herramientas ideológicas al servicio de una mónada provincial o identitaria. El meollo del análisis de Fumaroli es la formación del Estado cultural francés, especialmente en la V República (desde 1958 hasta hoy), y que tiene por figura central al controvertido Malraux, creador del Ministerio de Cultura, y, en el momento en que escribe, al mucho menos interesante Jack Lang. Su crítica liberal está lejos de ser un laissez faire meramente economicista; de hecho, Fumaroli es un denodado luchador contra cierta frivolidad del positivismo, por eso cree en la educación como memoria. Ni ignora que la iniciativa privada también se constituye en grupos de poder con todos los viejos vicios estatales. La idea liberal es la del equilibrio entre igualdad y libertad, y Fumaroli critica de la política francesa la disminución de la libertad en un igualitarismo que está lejos de ennoblecer a nadie.

Otro de sus objetivos es desenmascarar la cultura de la distracción, unida a la ansiedad de los gobiernos por satisfacer los ocios de los ciudadanos en detrimento de la cultura de la intensidad y la morosidad. El Estado desconfía de las fiestas populares no dirigidas, de la iniciativa no organizada, y por ello articula una idea de la cultura como consumo. (Nosotros tenemos como recientes ejemplos los delirios del V Centenario de El Quijote y el medio siglo de Cien años de soledad para darnos cuenta de que, amparado en indiscutibles realidades culturales, el Estado convierte en feria colectiva y simulacro cultural lo que pocos pueden vivir en intimidad, mientras en la educación secundaria y universitaria la lectura brilla por su ausencia.)

Fumaroli defiende la noción de obra (libros, cuadros) frente a la invasión de «acciones», «lugares», «espacios» y su corolario de estadísticas de visitas. Censura la improvisación, el despilfarro, la funcionarización y el clientelismo de las artes y las letras. Al sospechar de la tradición del intelectual (figura a la que opone la del estudioso, menos pretenciosa pero más real culturalmente hablando, según él), Fumaroli hace la crítica de cierto terrorismo, de Breton a Sartre, pasando por Brecht y Barthes, negadores, en nombre de la Historia, de los «lugares comunes», que identifican con productos de la burguesía. Fumaroli, como Borges, defiende esos lugares comunes (el amor, los celos, la muerte, la libertad, la verdad, la felicidad) porque son «la materia misma de esa jurisprudencia de la vida humana que es la literatura desde Homero y Sófocles». Libro polémico, lo es por su grado de información y su valiente inteligencia.

En este mismo número del ABCD las Artes y las Letras (16-2007) se recoge una entrevista del escritor Sergi Doria a Marc Fumaroli en la que destacan estas respuestas:

Afirma que la cultura se ha convertido en una palabra-percha. ¿Qué entiende por cultura?

La cultura animi de Cicerón, que implica «maduración del espíritu». Abonar el alma como el campesino abona la tierra. Frecuentar los mejores autores, la buena educación, eso era ser cultivado. Desde la segunda mitad de siglo XX, los etnólogos calificaron a los pueblos por sus armas, sus ritos religiosos, su cocina? La Cultura devino un término holístico, global. Hubo un desplazamiento del nombre, que pasó a designar todas las formas de expresión de la sociedad ultradesarrollada. El Estado oficializó formas artísticas como el rock y el rap, cuya circulación comercial no necesitaba de presupuesto público para imponerse. Cultura en Francia designa la religión del Estado.

¿La cultura francesa participa de la «obsesión antiamericana» que denunció Revel?

El antiamericanismo francés, solidario con Cuba, la URSS y las revoluciones tercermundistas, se dedica a «afrancesar» lo norteamericano. El antiamericanismo es una vieja tradición francesa que viene del Romanticismo. Unos modos y maneras que pretendemos únicos y opuestos a una cultura que acabamos adoptando. Ahí tiene los blue-jeans y todo lo que Jack Lang, ministro del show-business, afrancesó, como la cultura del people. Nuestro discurso antiamericano es pura hipocresía.

¿Prescindiría del Ministerio de Cultura?

No estoy en contra de un ministerio que vele por el patrimonio artístico y la educación nacional... Pero que se arrogue el papel de guía cultural, promotor del arte de vanguardia y árbitro del gusto me parece un abuso.

Identifica en la Revolución Francesa y la Prusia de Bismarck la raíz del Estado cultural: religión moderna que deviene totalitarismo.

La Kulturkampf de Bismarck es el primer Estado cultural, precursor de los ministerios de cultura popular fascista, la MiniCultPop: cine pagado por el Estado y diversiones fáciles para las masas. En la Francia de Vichy también se articuló un pequeño MiniCultPop. La URSS es otro modelo de identificación entre cultura y comunismo. En el combate cultural, Mussolini, Stalin y Hitler estuvieron en el mismo bando.

La Documenta 12 de Kassel considera a Ferran Adrià un artista contemporáneo...

Hace tiempo que el mercado del arte contemporáneo determina quién es artista y quién no. Las ferias internacionales trabajan en común para dictar el gusto del público. Una obligatoriedad de admirar ciertas obras que no han seleccionado artistas, sino marchantes o funcionarios del Estado. En una Bienal de Venecia consideraron esculturas unas fortificaciones nazis de la Segunda Guerra Mundial. A eso le llamo «cultura-pizza»: sacraliza el dinero y confunde categorías: un vídeo-artista pasa a ser pintor, un fotógrafo de esculturas, escultor, el autor de una instalación efímera aparece como arquitecto? Y el público, aturdido, cree vivir una experiencia estética.

Afirma en su libro que «no se aprende de la masa» porque necesitamos «maestros, no animadores colectivos ni "walkmans"». Denuncia que el Ministerio de Cultura se confunde con el de Turismo y Tiempo Libre.

La televisión, la publicidad y las imágenes confusas del zapping deconstruyen las potencias del alma. Memoria, imaginación y voluntad se vaporizan? Las artes han de aportarnos placer, pero también construir nuestra libertad y ampliar nuestras capacidades estéticas. La dispersión nos sume en la melancolía. No es casual que una de las exposiciones más exitosas de los últimos años fuera la dedicada a la melancolía: reflejaba la crisis patológica de Occidente, ante una cultura y un arte que no lo son.

(...)

¿La cultura estatalista es de izquierdas?

Es una vieja idea del Komintern, pero ese totalitarismo cultural ha sido desplazado por mecenazgos trasnacionales. No creo en la división derecha-izquierda. La derecha clásica era antisemita y hoy es proisraelí, mientras que la izquierda apoya a los palestinos. Esta derecha que cree ciegamente en el capitalismo es inédita, porque el capitalismo es deslocalización, nada que ver con las raíces del pensamiento tradicionalista. En estos momentos, la izquierda es más inmovilista que la derecha.

¿Y el Estado?

Está siendo relevado por los trusts y la banca: el capitalismo ha ganado la partida. El mayor de los errores es imitar el modelo francés de Estado cultural. El Estado no debe intervenir en la creación contemporánea, sino cuidar el patrimonio y las escuelas. Si todo eso se tiñe de política resulta malsano. La verdadera vida es la del alma. Y la verdadera cultura somos nosotros. No es el Estado.

Por último, se puede encontrar una breve reflexión sobre el conjunto de la obra de Marc Fumaroli, titulada Contra el estado demagogo, elaborada por el veterano periodista y escritor Juan Pedro Quiñonero en este mismo sumplemento cultural del ABC.

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NOTA: Este blog es una suerte de Escaparate dedicado a los libros y revistas, pero no a la crítica, sino a dar noticia de ellos a través de la información que proporcionan las editoriales, la prensa y las revistas y suplementos culturales.


Comentarios
03.07.2007 0:42:40 - carmelo merchan arnaud
Comentarios ...Gracias a Acantilado por ofrecernos la posibilidad de leer en castellano a Fumaroli, yo particularmente lo estaba esperando como agua de Mayo. Y menos mal que ahora el Estado no puede intervenir libros como éste de Fumaroli, aunque como el escritor dice, sí que lo hace en cierta medida. Saludos, Carmelo Merchan Arnaud.

14.06.2010 23:19:26 - omaira trujillo
Respuesta al comentario de carmelo merchan arnaud el 03.07.2007.

Estoy de acuerdo con el Sr Carmelo. Al Sr Fumaroli lo conoci, por aquella hermosa frase, "Los referentes de verdadera grandeza han desaparecido". lo cual Nunca en mi vida como artista plastica habia escuchado, una verdad tan rotunda como esta, Gracias Sr Fumaroli por existir y tener una mente preclara. A usted le debo el haberme reafirmado como persona y como creadora. Si las obras no tienen alma y poesia, no estan sustentadas por la vivencia, estan muertas.










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