Recibo un correo electrónico de un amigo que vive desde hace muchos, muchos años en Alemania. Me envía un foto asegurándome que le aseguran que dicha imagen está colgada en un bar o restaurante de mi ciudad, Santander. La imagen es una fotografía de
Franco junto a la que alguien ha escrito: “
joderos, conmigo se podía fumar”. Bueno, en realidad creo que la frase incluye una pequeña errata o una gran falta de ortografía: “con migo”. Bien.
Mi amigo me pregunta si es verdad que dicha imagen está en el escaparate de un local santanderino. Inmediatamente le contesto: “no tengo ni la menor idea, pero lo cierto es que no me extrañaría nada de nada”. Al rato le mandé a M. la foto con la leyenda, pensando que sin duda la anécdota tocaría su curiosidad. No tardó mucho en contestarme M. desde Madrid: ya le había llegado la imagen con anterioridad, y le aseguraban que el cartelito estaba colgado en un establecimiento madrileño.
Ya de madrugada, después de haber sacado a pasear al bueno de
Miller, recibo un correo de un amigo santanderino contestando al común amigo que vive en Alemania. Al parecer, el “alemán” había realizado consultas con varios de sus conocidos santanderinos, y uno de ellos nos ponía al cabo de la calle a todos. En efecto, el cartelito de marras al parecer está colgado, exhibido, en un restaurante o bar muy cercano al nuevo domicilio de mi amigo santanderino, concretamente en la calle Lealtad de la
capital de Cantabria.
Tal vez no merezca la pena entrar a considerar el mensaje como tal. Tal vez sí merezca la pena confirmar su localización y subrayar su existencia y presencia como una evidencia de los residuos aún presentes de determinadas formas de pensar y vivir que alguna vez pensamos erradicadas.