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miércoles, 15 de septiembre de 2010
Memorias del futbolista Zarzamora: fútbol y literatura (1)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[6879] Comentarios[0]
En el mes de julio de 1923, el periódico santanderino “La Atalaya”, puso en marcha el proyecto de publicar una novela compuesta por treinta capítulos, cada uno de los cuales sería redactado por un escritor vinculado de alguna manera al diario. La dirección del proyecto no puso ninguna traba a la imaginación de los colaboradores, pudiendo cada cual sumar los lances y las peripecias que juzgase oportuno, siempre, claro está, que lo añadido no hiciese perder el hilo del asunto


 

Juan Antonio González Fuentes

En el mes de julio de 1923, el periódico santanderino La Atalaya, puso en marcha el proyecto de publicar una novela compuesta por treinta capítulos, cada uno de los cuales sería redactado por un escritor vinculado de alguna manera al diario. La dirección del proyecto no puso ninguna traba a la imaginación de los colaboradores, pudiendo cada cual sumar los lances y las peripecias que juzgase oportuno, siempre, claro está, que lo añadido no hiciese perder el hilo del asunto.

Reunidos en el Ateneo de Santander los treinta colaboradores, entre los que estaban los poetas José del Río y Jesús Cancio, y los escritores José María de Cossío y Víctor de la Serna, se sorteo el capítulo que correspondía a cada uno, tocándole el suerte el capítulo tercero a mi autor, José de Ciria y Escalante, jovencísimo poeta vanguardista del que estos días preparo para la editorial barcelonesa Icaria, junto al poeta Alberto Santamaría, unas obras completas que espero estén en las librerías a no mucho tardar.

A la novela en tandas se le puso un curioso y significativo título: Memorias del futbolista Zarzamora, en clara alusión, imagino, del que fuera mítico portero Ricardo Zamora, y los días 19 y 29 de agosto de 1923 vio la luz el capítulo tercero escrito por José de Ciria; capítulo que leeré dentro de unos momentos. Los eruditos consultados constatan que la novela en marcha quedó definitivamente interrumpida hacia el capítulo sexto, no encontrando una explicación plausible. Yo creo haberla encontrado. La recién estrenada Dictadura del general Miguel Primo de Rivera no veía con buenos ojos la corriente de opinión defendida por La Atalaya y a finales del año 1923 cerró el periódico.

Repasemos el orden de factores. Estamos en una pequeña ciudad de provincias de la periferia de la periférica España de 1923. Nos encontramos con un periódico local que quiere publicar por entregas una novela de treinta capítulos, con un autor distinto para cada uno de los capítulos. El autor de la tercera de las entregas es un joven poeta ultraísta, y el tema de la novela es, ni más ni menos, las memorias de un supuesto jugador de fútbol. Es decir, tenemos entremezclados fútbol y literatura, vanguardia y deporte, y todo en los años veinte del pasado siglo en una pequeña ciudad española de provincias. Creo que hay asunto para la reflexión.

Pero ¿quién fue José de Ciria y Escalante? Vamos con brevedad a ello. Ciria y Escalante nació en Santander en 1903 y murió en una habitación del madrileño hotel Palace en 1924. Su breve existencia ofrece dos hitos fundamentales: primero, ser uno de los poetas que formaron en las poco nutridas filas del Ultraísmo de primera hora junto a Gerardo Diego, Guillermo de Torre, Pedro Garfias o José Rivas Panedas; y segundo, fundar y dirigir a sus expensas en Madrid, con diecinueve años, el único número de la mítica revista ultraísta Reflector, en el que Guillermo de Torre ejerció de Secretario de redacción, y en el que además de ellos mismos colaboraron, entre otros, Juan Ramón, Gerardo, Adolfo Salazar, Paul Eluard, Adriano del Valle o Borges, siendo ilustrado por Barradas y Norah Borges.

José de Ciria y Escalante (1903-1924)

José de Ciria y Escalante (1903-1924)

La temprana desaparición de Ciria, el 4 de junio de 1924, provocó un gran número de lamentos en la joven poesía española de aquel tiempo, destacando el poema que le dedicó el que fue uno de sus grandes amigos en Madrid, Federico García Lorca. A la muerte del amigo del norte, Federico quería darle poco crédito, y le decía a quien quisiera escucharlo que no le cabía la menor duda de que Ciria no había muerto. Sin embargo, la tozudez de los hechos acabó imponiéndosele al granadino, y decidió dedicarle al poeta amigo un poema como recuerdo y homenaje. Poema que, con el paso de los días, no terminaba de brotar. Después de más de una semana de escritura y reescritura surgió el soneto a José de Ciria. Un soneto que es a la vez oración y epitafio. Un poema en el que Lorca escucha en la ausencia del amigo las voces del tiempo (reloj) y la naturaleza (el viento); en el que le pide que regrese en forma de luna, de luz de la oscuridad y latido de nada, de muerte, de la cara inversa de todo. En sus versos Lorca exhorta a un Ciria verde y frío al olvido, a que no tenga memoria desde su alcanzada altura y sonría, Giocondo y amigo, al mundo vano.

¿Quién dirá que te vio, y en qué momento?/ ¡Qué dolor de penumbra iluminada!/ Dos voces suenan: el reloj y el viento,/ mientras flota sin ti la madrugada.// Un delirio de nardo ceniciento/ invade tu cabeza delicada./ ¡Hombre! ¡Pasión! ¡Dolor de luz! Memento/ Vuelve hecho luna y corazón de nada.// Vuelve hecho luna: con mi propia mano/ lanzaré tu manzana sobre el río/ turbio de rojos peces de verano.// Y tú arriba, en lo alto, verde y frío,/ ¡olvídate! Y olvida el mundo vano,/ delicado Giocondo, amigo mío.

Ya casi al final del año 1924 apareció un librito en edición no venal que recogía toda la obra poética de José de Ciria. Se trata de unas páginas, hoy tesoro de bibliófilos, que contienen diez poemas originales (la mayoría de corte ultraísta), dos versiones de poemas de Apollinaire, y un poema de Juan Ramón que fue incluido por error en la publicación, al ser encontrado por los amigos entre los manuscritos del poeta santanderino, copiado por la mano de éste.

Setenta y seis amigos de Ciria contribuyeron a hacer posible este libro homenaje, entre ellos García Lorca, Gerardo, Salinas, Guillén, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Ernesto Halffter, José Gutiérrez Solana, Díez Canedo, Pedro Sáinz Rodríguez, Guillermo de Torre, Pancho Cossío, José del Río Sáinz, o José María de Cossío.

A continuación voy a comenzar la lectura del capítulo III de Las Memorias del futbolista Zarzamora, capítulo titulado “Una carta perturbadora”, y en el quedan desgranados algunos de los lugares comunes que hoy, curiosamente, siguen formando parte importante de lo que podríamos llamar la prosa futbolística (cuentos, reportajes periodísticos, etc…), es decir, el entrenador más o menos despótico, el “clima” del vestuario, los miembros de la junta directiva, los entrenamientos, las denominadas “actividades culturales” en torno al mundo del fútbol (conferencias, etc…), la dieta, las mujeres hermosas pululando en torno de las estrellas, el uso recurrente de anglicismos, los periodistas deportivos, la conformación de los héroes futbolísticos, etc, etc… Todo un mundo no muy distinto en lo esencial a lo que hoy nos podemos encontrar, que es tratado por el poeta Ciria, hace casi 90 años, con una entretenida ironía que quiero compartir ahora con todos
 
CONTINÚA EN: Memorias del futbolista Zarzamora: fútbol y literatura (2)

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.


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