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lunes, 19 de abril de 2010
Dos décadas sin Greta Garbo: ¿Por qué preguntarse?
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[9072] Comentarios[0]
Con 36 años Greta Garbo dijo adiós al cine y desapareció con sus millones en su apartamento cerca de Central Park. Su última entrevista fue de una brevedad letal. El periodista se le acercó y le dijo “Yo me pregunto…”, y ella le respondió escabulléndose “Por qué preguntarse…” como sorprendente: el periodista empezó diciendo “Yo me pregunto...”, y ella le interrumpió y se marchó diciendo “¿Por qué preguntarse?”


 

Juan Antonio González Fuentes

Acaban de cumplirse dos décadas de la muerte de Greta Garbo (Estocolmo 1905-Nueva York, 1990), casi el mismo tiempo que duró su relación con el cine, y prácticamente el doble de los años en los que fue una indiscutible estrella universal del cine, toda una década, la de los 1930.

La Garbo nunca me gustó como actriz, y siempre me ha fascinado como personaje. Fue una celebridad en el segundo lustro de los felices 20, cuando Holywood la llamó después de sus primeros éxitos en Suecia. Bajo el sol de California Garbo hizo del hielo sueco una forma sofisticada de expresión, todo un lenguaje que medio mundo entendía con la misma celeridad y contundencia que las caídas de Harold Lloyd o los mamporros que atizaba Chaplin a diestro y siniestro. Garbo se convirtió en un mito de sofisticación europea que los inmigrantes en EEUU veneraban extasiados y los magnates y nuevos ricos norteamericanos convertían en lejano sueño de su esnobismo. Pero la Garbo nunca me gustó como actriz. Y no lo fue mala en un cine en el que el aspaviento y los gestos grandilocuentes eran la semántica y la sintaxis imprescindibles de la locuacidad.

Y llegó el sonoro, y a la Garbo se salvó de la quema por su voz de sueca distante. John Gilbert, su compañero en tantos filmes mudo sin embargo fue arrastrado por la corriente del cine que se oía, y desapareció de la faz del celuloide, como tantas y tantas otras superestrellas del momento. La Garbo estuvo apunto de casarse con él, pero sencillamente no se presentó a la ceremonia, intuyó sin duda que la voz de Gilbert era quebradiza, y que el peso de su fracaso quizá fuera un ancla demasiado pesada para ella.

No, ella se salvó por su voz. Y fue de las pocas divas de la primera época grande del cine que lo logró. El resto, ya lo he dicho, sucumbió al comedimiento, al laconismo que demandaban los nuevos tiempos. La Garbo tenía voz y era lacónica por herencia sueca. Y siguió triunfando. Sus películas sonoras fueron un éxito tras otro. En 9 años, de 1930 (si primera película sonora) a 1939, estuvo nominada al Oscar en 4 ocasiones, ahí es nada. Pero a mi no me gusta, su comedimiento siempre me ha parecido sobreactuado, falso, impostado. Sus gestos en escena son viejos, sus movimientos anquilosados, su mirada trasnochada. Su glamour en pantalla me parece el más logrado del clasicismo hollywoodiense, pero es que a mi el glamour así me deja frío. No, no creo que la Garbo fue una actriz dotada, creo que fue un mito que invirtió en sí misma y no le fue mal durante un tiempo, lo que no es poco.

Pero llegó la guerra. En 1939, mientras Hitler invadía Polonia y daba así comienzo la más monstruosa de las guerras, la Garbo rodaba paradójicamente la que fue su primera comedia: Ninotchka, a las órdenes del gran Lubitsch. Atrás quedaban trabajos como Anna Christie (de Clarence Brown, 1930), Gran Hotel (de Goulding, 1932), La reina Cristina de Suecia (de Mamoulian, 1933), Ana Karenina (de Clarence Brown, 1935), La dama de las camelias (de Cukor, 1937). La publicidad de la época vendió al gran público Ninotchka como la película en la que por fin la Garbo reía. Creo que poco más cabe decir de una carrera en el cine tras más de quince años de actividad y películas. La Garbo no reía, siempre hacia de mujer atormentada, en conflicto, melancólica, distante, inalcanzable. Y a su época eso le gusto, le atrajo. Bueno, más bien al público de su tiempo.



Escena de Ninotchka, del director Ernst Lubitsch (vídeo colgado en YouTube por konway87)

Pero en 1939 los tiempos estaban de cambio, y la Garbo lo supo ver con suma inteligencia. Su distante laconismo, su elegancia de ojos entreabiertos y boquita seria, sus dramas amorosos con galanes recién afeitados y sin mácula de sudor en la camisa tenían los días contados. Por eso, creo, se despidió del cine lanzando su única carcajada. Ninotchka fue un éxito, pero también fue el canto del cisne, nunca mejor dicho. La Garbo no anunció su retirada, sólo espació sus apariciones. Tanto las espació, que sólo rodó una película más: otra comedia con Cukor, La mujer de dos caras (1941). Luego el silencio, la desaparición, el mito convertido en fantasma, en sombra de sí misma y de lo que fue.

En 1954 Hollywood le reconoció toda su trayectoria, su aventura de tristeza, laconismo y fotos vaporosas en un blanco y negro sólo posible para ella, es decir, el glamour por antonomasia. Hollywood le dio un Oscar a la Garbo. Pero la Garbo dejó plantado al premio como en su día lo hizo con el bigotito de John Gilbert. Pasó del Oscar honorífico.

En 1941 desapareció para siempre la actriz y nació para siempre el mito, el personaje, quizá lo más relevante de una mujer que fue asociada a la frase: “quiero estar sola”, aunque más tarde explicó que lo que quiso decir es que la dejasen en paz. Pero Garbo fue una de las principales víctimas de la incipiente prensa rosa. Sí, fue durante décadas caza mayor para los paparazzis de todo el mundo. Ella demandaba anonimato y el mundo la persiguió toda la vida cámara en ristre.

Con 36 años dijo adiós al cine y desapareció con sus millones en su apartamento cerca de Central Park. Su última entrevista fue de una brevedad letal. El periodista se le acercó y le dijo “Yo me pregunto…”, y ella le respondió escabulléndose “Por qué preguntarse…” como sorprendente: el periodista empezó diciendo “Yo me pregunto...”, y ella le interrumpió y se marchó diciendo “¿Por qué preguntarse?”.
  

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Últimas colaboraciones (Abril 2010) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica, 2009)

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-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.


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