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jueves, 11 de marzo de 2010
Sol de resurrección (Calambur), de Carlos Alcorta
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[9576] Comentarios[0]
Y es que en este libro, “Sol de resurrección”, la poética de Carlos Alcorta conceptúa el paisaje, el escenario natural en el que tienen lugar o suceden muchos de los poemas, como un jeroglífico simbólico de carácter reflexivo que, o bien actúa como preciso detonante de la verbalización esencializada del ser y el estar del poeta, o, también, ejerce las funciones de receptor de la proyección poética original del autor, de vaso comunicante entre la interioridad del poeta y la exterioricidad de un mundo con el que se entabla un diálogo íntimo pero de carácter y sustancia universal


 

Juan Antonio González Fuentes

Carlos Alcorta es cinco años mayor que yo. Nació en 1959, yo en el 64. Cinco años ahora no son nada, que diría el tango, pero cuando uno está en la veintena significan bastante. Quiero decir que durante mucho tiempo Carlos Alcorta (y Rafael Fombellida) fueron para mi epítome de la joven poesía emergente en esta sociedad nuestra de cada día. Fueron un espejo en el que los que les seguíamos (legión) debíamos mirarnos ineludiblemente. Ellos dos eran los “jóvenes” que, a modo de potentes rompehielos, iban abriendo para los que íbamos detrás una senda transitable en un terreno helado, duro, yo diría que hostil.

Han pasado los años y Carlos no ha dejado de ser joven, pero sí, a Dios gracias, ya no es un “joven poeta”, y buena parte de la “legión” que veníamos tras él y Rafael Fombellida también abandonamos hace tiempo el manoseado calificativo que, aplicado al sustantivo poeta, a partir de un cierto momento deja de tener connotaciones positivas para dejar en su sentido un aroma a ligereza, a levedad, a provisionalidad casi funesta.

Y en Carlos Alcorta la poesía no tiene nada, pero nada de provisionalidad, de ejercicio leve propio de voluntarioso aficionado. Sol de resurrección (libro editado por la madrileña Calambur el pasado año) es el octavo libro de Carlos Alcorta, obra a la que hay que sumar cinco plaquettes, y la codirección de la hoy mítica colección Scriptvm, de la revista literaria Ultramar, y de las colecciones poéticas El Astillero y Travesías, aventuras a las que hay que sumar, por ejemplo, su relevante participación en los proyectos de la editorial Quálea.

Carlos Alcorta, hay que decirlo ya, sin tapujos ni tontos eufemismos, es uno de los indiscutibles pesos pesados de la actividad poética en nuestro entorno social y cultural, una de las escasas referencias ineludibles, en el ámbito acotado, durante los años de tránsito del siglo XX al XXI.

Una vez esbozado con dos brochazos este mínimo contexto “alcortaniano” (Paz Gil me aconsejó brevedad, y que no me pusiera tan pesado como suelo ponerme), creo que se hace imprescindible decir que Sol de resurrección es el último Premio Nacional de Poesía José Luis Hidalgo, premio convocado por la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Torrelavega, premio del que Luis Salcines y yo fuimos único jurado, por la ausencia final del poeta Ángel Sopeña, debilidad poética, muy probablemente, de muchos de los que aquí nos hemos reunido.

Y hay que decir para ser justos y absolutamente precisos que no hubo dudas en el jurado, que no hubo discusiones, que no hubo deliberaciones, que no hubo finalistas ni semifinalistas, que no hubo medallas de plata, ni de bronce, que no hubo ningún diploma olímpico. Sol de resurrección fue el libro desde la primera lectura a una distancia sencillamente inconmensurable del resto. Fue la reunión de jurado poético más aburrida y previsible de toda mi vida.

Carlos Alcorta: Sol de resurrección (Calambur, 2009)

Carlos Alcorta: Sol de resurrección (Calambur, 2009)

Y ¿a qué fue debida tamaña unanimidad? Pues muy sencillo, en Sol de resurrección Luis y yo reconocimos al primer golpe de lectura el único libro de poeta de verdad que se había presentado al premio. Un libro sólido, ambicioso, extenso, hondo, construido por un poeta con oficio y, sobre todo, por encima de todo, con algo importante que decir desde la Poesía, desde la escritura poética. No hubo más vuelta de hoja, ni más vuelta o revuelta de versos. Sol de resurrección debía ganar el premio por razón poética. Esta es la aburrida historia.

Y Sol de resurrección es hoy una completa y compleja enciclopedia de temas, asuntos, modos y maneras alcortanianos, un depuradísimo compendio de la poética de Carlos Alcorta. Releyendo estos días los poemas de Sol de resurrección me han venido a la mente dos nombres de “artistas paisajistas” muy distintos entre sí, o quizá no tanto. El Víctor Erice de El sol del membrillo, o para ser más precisos, el pintor Antonio López de la película, capaz de observar los cambios de luz sobre la piel de un membrillo durante días, semanas…, con tal de captar el matiz, la esencia obsesivamente buscada; y El caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich, ese hombre (abismo sin duda en sí mismo) al que en el cuadro vemos de espaldas contemplar el abismo ante el que se ha colocado con ademán romántico.

Abismo frente a abismo. ¿Cabe una mejor esencialización pictórica de lo que es el oficio de poeta y la poesía? Quizá haya alguna, pero ahora mismo no se me ocurre.

Y es que en este libro, Sol de resurrección, la poética de Carlos Alcorta conceptúa el paisaje, el escenario natural en el que tienen lugar o suceden muchos de los poemas, como un jeroglífico simbólico de carácter reflexivo que, o bien actúa como preciso detonante de la verbalización esencializada del ser y el estar del poeta, o, también, ejerce las funciones de receptor de la proyección poética original del autor, de vaso comunicante entre la interioridad del poeta y la exterioricidad de un mundo con el que se entabla un diálogo íntimo pero de carácter y sustancia universal.

Es decir, es el paisaje y sus variopintos elementos constitutivos lo que a Carlos Alcorta le sirve con asombrosa, profunda y reflexiva eficacia, para construir un artefacto verbal sustentador de meditados y hermosísimos veredictos poéticos: Está frente a tus ojos el paisaje/ aún adormecido, inmóvil, expectante/ como un reo que espera el veredicto, deja escrito Carlos Alcorta en el inolvidable comienzo del poema “Fría mañana de noviembre”.

Acérquense a este Sol de resurrección, a esta luz que acoge a quien ha resucitado de las heridas del vivir, y quedarán atrapados en sus versos, reos consentidores en un escenario, en un paisaje poético de reflejo y asunción que sentencia por sí mismo a quien hasta él llega, y lo condena a belleza perpetua.

***

Últimas colaboraciones (Marzo 2010) de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Patrick McGilligan: Biografía de Clint Easwood (Lumen, 2010)

CINE: Martin Scorsese: Shutter Island (2009)

LIBRO (febrero 2010): Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)

LIBRO (enero 2010): Alex Ross: El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música (Seix Barral, 2009)

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LIBRO (diciembre): Gerald Martin: Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009)

-LIBRO (noviembre): Miklós Bánffy: Los días contados (Libros del Asteroide, 2009)

-CINE (noviembre): Woody Allen: Si la cosa funciona (2009)

-LIBRO (octubre): Luis García Jambrina: El manuscrito de piedra (Alfagaura, 2008)

-CREACIÓN (octubre): La lengua ciega (DVD, 2009)

-CINE (octubre): Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009)

-LIBRO (septiembre):  P.D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO (julio): Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009)

-PELÍCULA (julio)Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009)

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.


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