Recientemente editada por la editorial Sexto Piso, Gótico carpintero, con la que Gaddis ganó su segundo Nacional Book Award, es una novela compleja, aunque no la más
difícil de toda su obra. Se trata de un texto de trama muy débil que se sustenta
sobre todo en una ciclópea construcción
estilística basada en los diálogos de sus tres personales principales, lo
que le ha hecho merecedora de esa etiqueta de “obra difícil”.
En su fina línea argumental, Gótico carpintero se centra en las vidas
de un triángulo atípico: Liz y Paul Booth, un matrimonio que vive de alquiler en
la casa de estilo Gótico carpintero que da título al libro, y el señor
McCandless, su propietario y casero. Ella es un ama de casa que pretende estafar
a su compañía de seguros con enfermedades inexistentes que intenta sin éxito que
confirme algún doctor. Paul, por su parte, es un violento veterano sin empleo
fijo que intenta probar fortuna como relaciones públicas de un siniestro
telepredicador, un tal reverendo Ude, cuestionado no sólo por su perfil de
fanático encantador de serpientes, sino también por tener un oscuro incidente a
sus espaldas al haber ahogado a un niño durante un bautismo, acto explotado por
ambos como una manifestación divina de los designios del Señor. El casero del
matrimonio es el enigmático señor McCandless, personaje de pasado nunca bien
aclarado que tiene una influencia ambigua en ellos. Ocasionalmente aparece en
escena Billy, el hermano de Liz, siempre falto de dinero y con un sentimiento
muy claro hacia Paul: el odio.
La palabra como
guía
La historia de Gótico carpintero es secundaria y estas
simples pinceladas argumentales esbozadas anteriormente son el único chaleco
salvavidas del que dispone el lector al lanzarse a las profundidades de la
novela. El principal escollo con el que se encuentra el lector es, precisamente,
el argumento de la novela, al que debe abandonar en un inicio para sumergirse de
lleno en la construcción estética y gramatical del texto. Así, la fuerza de la
novela de Gaddis reside en la palabra, en la construcción de los
diálogos y de las emociones que experimentan los personajes ante los
acontecimientos que viven, exigiendo al lector que se deje guiar e hipnotizar
por ese torrente verbal que constituye en sí mismo toda la experiencia lectora
en el discurso narrativo de la novela.
El Blog La Medicina de Tongoy
resume muy bien en este fragmento la expresividad del lenguaje del escritor
neoyorquino en Gótico
carpintero:
“Imagínense
que alguien (Gaddis) les cubre los ojos con una gasa que les permita ver sombras
difuminadas; les ata de pies y manos y les deja en el centro de una habitación
que huele a miedo, a viejo, a humedad, a odio, a desesperación y a locura.
Recuerden: no pueden moverse, no pueden hablar, apenas ven y nadie les ha
explicado nada, no les han puesto sobre aviso de aquello a lo que se van a
enfrentar. Escucharán sollozar a una mujer que vive en evasión permanentemente;
los gritos de un hombre en continuo frenesí; les oirán hablar de traiciones,
fraudes y engaños, también de hermanos ladrones, de políticos corruptos, de
predicadores oportunistas y asesinos, de abogados hijos de puta. Tengan presente
que despertarán (la novela nunca empieza: ya está ahí cuando llegamos) en el
centro de un huracán y tendrán que montar el puzle ustedes solitos sin más ayuda
que una atenta lectura.”
Visto desde ese punto de vista,
comprendemos que el lenguaje en Gótico
carpintero es algo más, mucho más, que un mero vehículo para construir su
trama. Es el catalizador y generador de
emociones tanto para los personajes como para los lectores. Porque, como
hemos dicho anteriormente, lo que se transmite en Gótico carpintero a través de sus
incesantes diálogos no es ni la historia ni la trama, sino la humanidad de los personajes a través de sus
emociones. Y eso convierte a las criaturas de Gaddis en individuos
complejos, alejados de la planicie del estereotipo. Tanto Paul, Liz o Billy como
el señor McCandless reflejan en su discurso sus dudas, sus miedos o
inseguridades. Son de carne y hueso. Son reales. Expresan su manera de ser y sus
contradicciones. Hablan según les conviene y en función de con quien lo hagan su
discurso será de una manera u otra. Por ejemplo, las construcciones sintácticas
inconclusas y atropelladas de personajes como el de Liz, que adopta una actitud
sumisa y dubitativa ante el agresivo Paul, no son las mismas que utiliza ante
McCandless. Su discurso se modula en función de las circunstancias,
permitiéndonos conocer sus dobleces y aristas.
Esas palabras surgen y circulan en el
interior de la casa de Gótico
carpintero. La casa, más allá de su simbología, es un espacio claustrofóbico
que Gaddis llena de diálogos incesantes mientras construye el drama de sus
personajes. Como si de un escenario teatral se tratara, la trama de la novela
sucede o ha sucedido en el exterior, cuyos ecos llegan a través de llamadas de
teléfono, las noticias de la televisión o las visitas de personajes externos
como el hermano de Liz, y son los diálogos los que dosifican la información
entre tanto ruido. Los intereses de los personajes, su egoísmo o su ambición por
el dinero impregnan los muros de la casa condicionando ese ambiente enrarecido
que sofoca al entrar en el libro. Ese ambiente lo construye Gaddis a través de
los diálogos, que nos ahogan y fascinan al mismo tiempo.
El gótico carpintero y la sociedad
americana
Cuando se lee material crítico sobre
esta obra, gran parte de los autores coinciden en otorgar a la casa protagonista
de Gótico carpintero una potente
simbología que va más allá del espacio psíquico que analizaba Gaston Bachelard en La poética del espacio (La poétique
de l’espace, 1957). Para el ambicioso Gaddis, ese
espacio doméstico en el que se desarrollan las relaciones y diálogos de los
personajes no es sino el reflejo de la sociedad americana.
Para los que nos estamos
familiarizados con el mundo del arte, el Gótico carpintero es un estilo
arquitectónico propio de los Estados Unidos que se caracteriza por la influencia
del Neogótico del XIX pero con una gran particularidad: su material constructivo
es la madera. Se trata, por tanto, de construcciones imponentes y aparentemente
sólidas que, sin embargo, son de gran fragilidad precisamente por el material
con el que están construidas.
Al igual que la sociedad americana,
la casa de la novela está construida con un material frágil totalmente expuesto a
inclemencias climáticas, a plagas de insectos, al paso del tiempo. Aparentemente
sólida, para Gaddis la sociedad americana tiene unos cimientos endebles y frágiles que no
están hechos para perdurar. Ese “sueño americano” del que tan orgulloso está su
pueblo puede derrumbarse de un momento a otro, sobre todo por la acción de
individuos mezquinos que anteponen sus intereses personales sobre cualquier
cosa. Sólo podemos asistir a la progresiva degradación de una sociedad
tiranizada por el individualismo, las supersticiones religiosas y el interés
monetario que carcomen desde la
propia sociedad hasta las relaciones personales de los individuos. Como indica
Patrick Dempsey en su ensayo “William Gaddis:
Life & Work”, «impresiona desde una cierta distancia,
pero cuando se ve se cerca es lo que la novela llama “un mosaico de vanidades,
préstamos, decepciones”».
Gótico
carpintero
es, en conclusión, una novela impactante y monumental. Compleja, absorbente,
pesimista, sofocante… los adjetivos nos rodean mientras intentamos posicionarnos
en torno a ella. En realidad, ¿se puede amar u odiar una novela? Quizá algunos,
como Catulo, sean capaces de albergar de una sola vez las mismas
emociones.