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Natsume Sōseki: <i>La hierbas del camino</i> (Satori, 2012)

Natsume Sōseki: La hierbas del camino (Satori, 2012)

    TITULO
La hierbas del camino

    AUTOR
Natsume Sōseki

    EDITORIAL
Satori

    TRADUCCCION
Yoko Ogihara y Fernando Cordobés

    PROLOGO
Kayoko Takagi

    OTROS DATOS
ISBN: 978-84-936198-9-3. Gijón, 2012. 288 páginas. 23 €



Natsume Sōseki

Natsume Sōseki

Ana Matellanes García

Ana Matellanes García


Reseñas de libros/Ficción
La familia duele: Las hierbas del camino de Sōseki (Satori, 2012)
Por Ana Matellanes García, jueves, 4 de octubre de 2012
En Literatura, pensar en la familia nos lleva de inmediato a uno de los inicios más célebres y amargos jamás escritos: “Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera.”(1) La (inevitable) cita de Ana Karenina viene a propósito de la reciente publicación por parte de la editorial Satori de Las hierbas del camino (1915), del escritor japonés Natsume Sōseki, amarga novela en la que la familia y las complejas y dolorosas relaciones que pueden existir en su seno son el polo principal en torno al cual gira la vida de su protagonista, Kenzo, un trasunto del autor que nos llevará a través de los caminos del dolor y la amargura que el propio Sōseki experimentó y que recoge en esta novela de manera honesta y descarnada.

Kenzo es un profesor frustrado en su trabajo que vive inmerso en un matrimonio en el que no existe el amor y en una vida que no le hace feliz. Un día recibe la visita de su padre adoptivo, Shimada, con el que dejó de tener contacto hace años. El encuentro no es casual: su padre se encuentra en una situación precaria y viene a pedirle prestado dinero. De pronto, el pasado que Kenzo ha querido arrinconar en su memoria retoma con fuerza el presente, viéndose atrapado en una constante demanda de nuevas cantidades de dinero y en unos recuerdos dolorosos y amargos que tienen como principal causa la fría relación que mantuvo con sus padres de adopción.

Mientras esto sucede, Kenzo constata sin emoción ni afectación que su propia familia no tiene ningún significado para él. Las relaciones con su mujer son tensas y desprovistas de cariño, caracterizadas por eternas discusiones en las que se pelotea el desprecio, el rencor y el deseo mutuo de hacer daño mediante las palabras o incluso la indiferencia. La alegría infantil de sus dos hijas pequeñas, o la llegada de un nuevo hijo, no son capaces de despertar a Kenzo de la indolencia y la amargura.

Las hierbas del camino, así contada, podría tratarse de una novela más sobre la familia y la infelicidad. Pero el que fuera el último libro publicado por el escritor nipón ofrece a los ojos del lector y de la crítica un plus. Como advierte el excelente prólogo de Kayoko Takagi a la edición de Satori, se trata de la novela más autobiográfica de Sōseki. Una obra a la que hay que enfrentarse dispuesto, más que a entretenerse con una historia, a conocer de una manera más sutil y profunda al autor y ver de una manera pesimista y amarga las relaciones familiares y cómo éstas pueden llegar a influir de una manera definitiva en la felicidad (o infelicidad) de los individuos. Una historia sin trama donde la infelicidad supura entre las costuras de la narración, trasmitiendo una sensación sofocante y angustiosa que hace el texto una lectura incómoda y desasosegante.

Leer Las hierbas del camino es, de alguna forma, leer parte de la vida de Sōseki. La que el autor nipón expone de una manera un tanto descarnada y que diseccionada como un cirujano, con frialdad y distancia. Autorretrato pesimista y angustiado, la obra conecta definitivamente con esas sensaciones y emociones que destilaba el protagonista de El caminante, también editado por Satori. Sōseki, al igual que Kenzo, mira hacia atrás en su vida y parece no encontrar más que infelicidad, tanto en el pasado como en el presente. ¿Qué es lo que ha convertido a Kenzo, un intelectual de cierto éxito en una persona hosca y fría, incapaz de experimentar o transmitir sentimientos de amor? La respuesta parece encontrarse en la infancia del protagonista.

La infancia que nos relata Las hierbas del camino es la de Kenzo y la del propio Sōseki. Se trata de infancia inconclusa en la que la falta de cariño y amor de sus padres biológicos y de adopción ha modelado en Kenzo un carácter roto y frío, de alguna manera marcado por el rencor, el desapego y el distanciamiento hacia sus seres queridos, en especial su esposa. En este sentido, las agrias relaciones del matrimonio tendrán algunos de los momentos más tensos de la novela.

La caracterización de los personajes, en concreto de su protagonista, es una de las principales riquezas del texto. Kenzo es caracterizado por el escritor japonés de una manera precisa y descarnada. Según Sōseki “Las circunstancias lo habían obligado a aislarse de la compañía de los hombres. Su soledad como ser humano aumentaba al tiempo que su mente se llenaba con la palabra escrita. A veces lo alcanzaba una vaga consciencia de su situación y comprendía que su forma de vida podrá parecerles estéril a los demás. A pesar de todo, confiaba en que en el fondo de su corazón habitaba una pasión singular. Aunque frente a su vida no hubiese más que un paisaje desolado, comprendía que era el adecuado para él.” (2) La de Kenzo es, además, una mezcla de resignación y pena de la que el protagonista es consciente: “Se preguntó cuándo había leído por última vez un libro por el puro placer de hacerlo. No sólo había perdido el tiempo libre del que había dispuesto en su infancia, también la capacidad de disfrutar. Examinó a la persona en la que se había convertido: una criatura que luchaba desesperadamente. Por un instante lo invadió un sentimiento de decepción y lástima hacia sí mismo.”(3)

El interés de Las hierbas del camino reside principalmente en esa recreación del personaje protagonista, un trasunto de Sōseki que el autor retrata sin piedad y sin obviar los aspectos más dolorosos de su infancia. Con un macguffin inicial que despierta el interés del lector, la historia de Las hierbas del camino poco a poco va derivando de la recreación inicial de sensaciones y sentimientos de Kenzo hacia la esfera más inmediata de su vida cotidiana: la familia, fuente principal de sus insatisfacciones. La familia (o ausencia de ella) es la que ha forjado su carácter taciturno. El amor no es fuente de felicidad ni mucho menos una vía de escape a los sinsabores de la vida.

Leer esta novela requiere de una cierta fortaleza anímica para no verse arrastrado en una historia sin trama donde las emociones (o falta de ellas) y la introspección descarnada y fría de sus personajes puede convertirse en un ejercicio exigente para el lector. Una lectura que sin embargo merece la pena en cuanto tiene de autobiográfico del autor y de reflexión sobre las relaciones y satisfacciones que ofrecen a los individuos instituciones como la familia.


NOTAS

(1) TOLSTÓI, Lev: Ana Karenina (trad. L. Sureda Goytó y A. Santiago Shaw), Barcelona, Bruguera, 1973, página 5.

(2) SōSEKI, Natsume: Las hierbas del camino (trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés), Gijón, Satori, 2012, página 32.

(3) Ibidem, página 84.

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