La novela El
coleccionista, de John Fowles, trata en cierto sentido
sobre la mente humana y sobre el comportamiento, enfrentando en una situación
limite a dos personas que se encuentran en puntos tangencialmente diferentes,
tanto en el modo de vida, como el pensamiento, la cultura o, y sobre todo, el
concepto de vida y la construcción del Yo y su Realidad. Estos dos personajes,
que se enfrentan en una historia de hiriente y violenta realidad tergiversada,
son un carcelero y su prisionera, donde a pesar del poder y la fuerza que
conlleva ser el carcelero, es sin duda el personaje débil de la trama, muy
inferior a su cautiva, que resulta ágil de mente, soñadora, creativa y de
carácter. Y si es así, es porque en El
coleccionista, se retrata magistralmente el rasgo de tara psicológica del
protagonista, el comportamiento perturbado y desenfocado de un psicópata que
actúa y retiene a su prisionera por un sentimiento tan puro como es el amor,
aunque en esta ocasión se presente también de manera obtusa, egoísta y
maniática. Es la mente enferma de un hombre herido por la malquerencia, por la
falta de voluntad en una vida que le somete y le atosiga hasta desmembrarle de
la realidad, que trata de alterar a su manera para acomodarse y sentirse
querido, o lo que es distinto, sentir que ama.
Es curioso ver como
el escritor nos adentra en la mente humana, en los subterráneos laberintos del
comportamiento, y no sólo lo hace en lo que se refiere a la conducta psicopática
de Freddie, el carcelero, sino que también logra de manera muy efectiva
mostrarnos los sentimientos, los pensamientos y los distintos estados de ánimo
por los que va atravesando Miranda, la cautiva, a través de un nuevo acierto
literario de Fowles en este libro, que es componer la segunda parte de la novela
con las páginas del diario que escribe Miranda a escondidas en su
encierro.
Pero John Fowles no
se queda en presentar superficialmente el retrato psicológico de los protagonistas,
ni se conforma con mostrarnos la extraña y desacorde relación entre una mujer
encerrada y su raptor, sino que llega a mucho más, y se sumerge a pulmón en la
complejidad de la mente y de las relaciones afectivas, dejando pinceladas
sueltas de personajes de fondo que sólo aparecen en las palabras y en el
pensamiento, nunca en la acción directa.
El
coleccionista es, a día de hoy,
tras más de cinco décadas desde su primera publicación, un referente
imprescindible de la mejor literatura de suspense, uno de los mejores
representaciones de la conducta humana al límite y un retrato certero, a fin de
cuentas, de la mente perturbada y, tristemente lúcida, de un
psicópata.
Además, el lenguaje
directo, sin censuras ni artificialidades, ofrece esa sensación de veracidad que
acompañará al lector durante toda la obra, obligándole a preguntarse en más de
una ocasión si verdaderamente esto no ocurrió, o si está ocurriendo. Y la verdad
es que la respuesta es que sí y que no a la vez, porque a pesar de ser El coleccionista un libro de ficción, la
historia que nos presenta es tan antigua y tan actual que, de una manera o de
otra, con unos matices que la diferencien de otras historias reales, universales
quizá, que se suceden desde el inicio de la Historia del Hombre, y que se
resumen en ambición, codicia, deseo, mezcladas en la mente difusa del hombre en,
simplemente, perturbación.
Para
aquellos que tras la lectura de esta novela se queden con ganas de más, les
recomiendo una vuelta atrás en el tiempo, al cine de suspense de los años 60, a
la magnífica adaptación cinematográfica de este libro por William
Wyler en 1965 (The
Collector / El coleccionista), con Terence
Stamp y Samantha Eggar impresionantes como únicos
protagonistas de esta película, que obtuvo tres nominaciones a los premios Óscar
y que fue premiada en el Festival de Cannes.
Escerna subtitulada en castellano
de la película El coleccionista, del director William
Wyler (vídeo colgado en YouTube por Postroyo)