Me propongo decir unas
cuantas palabras políticamente incorrectas sobre los jóvenes que han arribado a
las campañas políticas repudiando a un personaje, un partido y una empresa
televisiva: no, por supuesto, al consorcio MVS de la familia Varga y su socio de
la familia Slim, pues desde que la reincorporó a su plantilla, MVS ha erigido a
su principal conductora de noticias en juez inapelable --y temible-- de los
políticos y otros engendros del mal.
Hablo también de los jóvenes
que defienden con lucidez sus derechos pero intentan entender lo que está en
juego en el país. Llamó mi atención el que con razones inteligentes hizo duros
reclamos por radio al presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y escuchó las
razones del político: ambos ganaron ese debate radiofónico convocado y moderado
por Carmen Aristegui.
Los jóvenes tienen derecho a
votar por el partido y candidatos que quieran, o a no votar; a militar y hacer
proselitismo por unos y oponerse a otros, como individuos y en grupo, o a no
hacer nada de esto. Estos derechos deben ser respetados, claro, pero no sólo a
ellos, sino a todos, porque la edad no da ni quita derechos y obligaciones
políticas. Además, el respeto a las preferencias políticas y el voto de cada
ciudadano entraña deberes cívicos y jurídicos para todos, incluso para los
jóvenes.
Nadie tiene derecho a
atropellar los derechos de otros y mucho menos a dañar a los que piensan
distinto. Lo digo porque en la gresca de la Ibero algunos estudiantes agredieron
a varios periodistas. Maru Rojas, reportera de Radio Fórmula lo denunció en el
noticiario de López Dóriga. Dijo que ella y otros reporteros fueron atacados
físicamente y, para mi sorpresa, ni López Dóriga ni Carmen Aristegui ni Sergio
Aguayo ni Lorenzo Meyer ni la impoluta Denise Dresser ni la inmensa cauda de sus
imitadores repudiaron la agresión: la ignoraron.
Las actitudes de los jóvenes
--como las de otros grupos-- reflejan la crispación en que vive la sociedad
desde hace lustros, y que en los años de Calderón se ha extremado. En la voz de
una chica de la Ibero, supongo que con credencial, asomó la ira profunda: "te
odio, Peña Nieto". No encuentro a esa joven distinta a otra, Azalia, que drogada
y ebria humilló hace poco a unos policías preventivos afuera de un antro de
Polanco. O al sujeto, no tan joven, que pateó y humilló al conserje del edificio
donde vive: ellos también odian. Muchos odian, y en el odio y la desconfianza
nos hemos acostumbrado a vivir los mexicanos.
Los jóvenes suelen tener
razón, pero también pueden ser vulgares, soeces y mentecatos y violentos, como
todos los demás. En Querétaro, unos jóvenes atacaron una camioneta en la que
creyeron que viajaba Peña Nieto. José Cárdenas, desde la arrogancia del
micrófono, se indignó porque el candidato no iba allí: "engañó a los jóvenes",
espetó. Mantas anónimas invocan a Mario Aburto, el asesino de Colosio y una niña
pregunta a su madre que si Peña Nieto es tan malo, ¿por qué no lo matan? No
quiero imaginar la tragedia nacional que ocurriría si agreden a un candidato.
Los jóvenes son alegres,
vitales, a veces juguetones, pero no todos. Lo son quizá los de las
universidades privadas y también los de la UNAM, el Poli y otras escuelas
públicas, aunque éstos no tengan holgura económica. Los que dudo que sean
alegres son los ninis, los vendedores ambulantes, los pobres (la mitad de la
juventud) o los doce o trece millones que ni siquiera tienen para comer. Estos
jóvenes no han estado en las protestas de los últimos días ni van al Castillo de
Chapultepec a recibir el beso de Sicilia. Pero esto no es grave. Lo grave es que
su condición deplorable no forma parte de las demandas de los estudiantes de las
universidades privadas: "todos somos iguales, pero hay unos más iguales que
otros".
Los jóvenes de este
movimiento ejercen los derechos que les reconoce la Constitución. Pueden tener
militancia partidaria y algunos sin duda la tienen, pero no deberían ocultarla
para simular espontaneidad. La militancia vergonzante usa el disfraz de
apolítico que ya desgastó Quadri.
La juventud tiene motivos
para protestar porque ha muerto mucha gente en la guerra de Calderón: niños,
jóvenes, mujeres, viejos... muchos. Porque los delincuentes ya no sólo matan:
antes torturan y descuartizan, y no hay autoridad capaz de impedirlo. Deberían
protestar por los huérfanos y las viudas, por los desaparecidos, por los
desplazados que lo han perdido todo para no perder la vida. Y por la conducción
de la economía que sólo crea empleos en las cifras del presidente. Deberían
protestar y apoyar a su candidato, el que sea, pero con civilidad
democrática.